River derrotó a Boca y se quedó con el superclásico del Torneo Apertura

Con un golazo de Mastantuono y un tanto de Driussi, el Millonario se impuso frente a su máximo rival frente a un estadio colmado.

Ganó el que lo quiso ganar. El que lo fue a buscar. El que pensó más en el arco rival que en el propio. El que no especuló. El que impuso las condiciones desde el minuto inicial. El que intentó ser protagonista con la pelota… El fútbol no siempre es justo pero esta vez fue merecido premio para este River que no es una maravilla ni mucho menos pero que le alcanzó con su voracidad ofensiva y su actitud ganadora para imponerse ante un Boca apático, apichonado y con un más que polémico planteo de Gago: se sintió inferior desde antes de jugar y no se la jugó cuando el partido lo exigía. El ejemplo más claro fue el cambio de lateral por lateral (Saracchi por Blanco) faltando cuatro minutos para el final.

Pasan los años, pasan los jugadores pero la intensidad para atacar made in Gallardo perdura inalterable en el tiempo. Aunque esa intensidad a veces se confunda con vértigo y el equipo choque más de lo que juegue, River va. Siempre va. Y así arrancó el superclásico. Salió a pasar por arriba a un Boca timorato, tibio… muy defensivo.

Ante el planteo mezquino de Gago, un 5-4-1 para tratar de no perder (Palacios se movió más como volante que delantero), Gallardo le opuso un ataque incesante, con Montiel y Acuña subiendo por las bandas para obligar a Belmonte y a Zenón a ensancharse y cubrir los costados. Colidio fijaba a Advíncula y a Battaglia. Mastantuono, del otro lado, a Costa y Blanco. Driussi flotaba por adentro.

Galoppo buscaba atacar el espacio por dentro y Castaño oficiaba de lanzador. El problema es que había dominio geográfico, táctico y emocional pero faltaba mayor juego asociado, profundidad y finalización.

El golazo de Mastantuono de tiro libre rompió con ese bloque bajo xeneize pero no rompió con lo que era hasta ahí el desarrollo del partido. Pareció que Boca no se enteró que perdía porque mantuvo su postura de jugar lejos de Armani, con Merentiel disfrazado de llanero solitario. Los laterales no se soltaban para desarmar la línea de cinco y sólo Zenón miraba con ganas el arco de enfrente cuando recibía la pelota.

Las dudas defensivas que genera River con dos centrales que no contagian solidez, ¿no eran acaso una invitación para que Merentiel estuviera más acompañado? El fútbol, igualmente, no entiende de razones. El error de Pezzella le regaló a Boca un empate que parecía que no iba a poder encontrar por mérito propio. Un tiro al aro de Armani, un gol. Demasiado premio para tan pocas intenciones.

Hablando de razones ilógicas, ¿cinco defensores aseguran que un equipo defienda mejor? Otra vez, el fútbol se rió de las frases hechas. Centro perfecto de Acuña para que Driussi cabeceara solo en el área. Los cinco defensores, bien gracias.

Si Boca emparejó el dominio de la posesión en el inicio del segundo tiempo fue más por una actitud un poco más conservadora de River, que con el 2-1 parcial le bajó un cambio al ritmo frenético de los primeros 45 minutos.

Con el adelantamiento de Boca y ahora con Driussi por afuera y Mastantuono de raro falso 9, más el posterior ingreso de Meza por Galoppo, River empezó a gozar de mayores espacios. Mastantuono se perdió el tercero cuando tuvo tiempo y espacio para definir cómo y dónde quisiera. Algo extraño: los que pueden jugar de 10 en River juegan de otra cosa. Al pibe de 17 años lo ponen en otro lado y Lanzini, cuando ingresó, fue de extremo izquierdo. Es decir, se los invita más al desequilibrio uno contra uno y a encarar, que a la búsqueda de un juego más asociado. ¿Dónde pondría el Gallardo entrenador al Gallardo jugador en este equipo?

Gago mantuvo el dibujo táctico en todo el complemento, salvo en el descuento final. Quedará la duda de por qué sostuvo la línea de cinco atrás cuando el partido pedía arriesgar más. Battaglia podría haber cumplido la doble función de líbero-volante pero no hubo lugar para ese planan. ¿Lo pudo empatar al final? Sí, si no fuera por dos atajadones de Armani. Pero a no confundirse: fueron acciones aisladas, no producto de un funcionamiento colectivo en ataque que desembocara en esas jugadas.

Zeballos refrescó el ataque con su ingreso por Belmonte y tuvo una chance clara para empatar. A esa altura, Boca se imponía en los duelos (terminó el partido 54 a 46 arriba). Otra frase hecha derribada: “en partidos cerrados, el que gana los duelos individuales suele estar más cerca del triunfo”.

A River, con actitud para pelear y también para jugar, en definitiva con esas ganas de ganar, le alcanzó para quedarse con el superclásico y dar un golpe anímico. Se acomodó en la tabla, ante su gente que esperaba un triunfo de esta dimensión, y dejó a Boca ahora presionado para ganar el torneo Apertura, ya sin Copa y sin Súper, dos objetivos importantes este año.

Fuente: Olé