¡Qué siga el Debate! Hablamos de Universidad pública y la política que se mete en todos lados
“El conocimiento, es poder y libertad”.
En esta nota de opinión, Juani Jofré parte de la marcha en defensa de la Universidad Pública, y apunta a los críticos de la política.
POR QUÉ DEFENDER LA UNIVERSIDAD (segunda parte)
Por Juan Jofré
Esta nota es escrita después de la multitudinaria marcha realizada el pasado martes. Se habla probablemente de la movilización más grande de la historia, porque además se dio simultáneamente en todas las provincias del país, con un fuerte mensaje de defensa de uno de los mayores logros que la sociedad argentina se reconoce a sí misma: la educación pública, laica y gratuita.
Decidí escribir una segunda parte, porque al seguir de cerca el tema, pude escuchar o ver los comentarios de quienes criticaron la marcha, y de quienes participamos a favor. Esto hizo que me dieran ganas de escribir un poco más, y así lo comparto.
Lo primero que quiero decir, es que la opinión de cualquier persona es el punto de partida del pensamiento, no el punto final. No puede una opinión pretender cerrar un debate, o cancelarlo. Debe saber que opinar es abrirlo. Muchas de las personas que opinaban en contra de la marcha, si alguien les retrucaba, se enojaban diciendo “no respetas mi opinión”. No es así. Cuando alguien opina públicamente, genera la posibilidad de que otro opine lo contrario. Simple. Pero eso es solo un detalle, propio del mundo actual.
Lo importante, es que no debemos confundir “opinión” con “conocimiento”. Cualquier persona que pasó por un secundario donde tuvo Filosofía, habrá estudiado lo que Platón, hace más de dos mil quinientos años, diferenciaba como “doxa” y “opinión”. Simplificando en exceso, una opinión es la expresión personal de algo, pero sin conocimiento, y obviamente, doxa, es la expresión de un juicio después de haber hecho el proceso de buscar información, comprenderla, pensarla y evaluarla. Platón lo ilustra además mediante un “cuentito” muy simpático, conocido como “el mito de la caverna”, donde los hombres que se quedaban en la opinión, se quedaban en la oscuridad viendo sombras, creyendo que eran la verdad; y, los que se tomaban el tiempo de estudiar y conocer, eran aquellos que lograban salir de la caverna y ver la luz.
En los tiempos en los que vivimos, muchas personas “opinan” compartiendo memes o frases de otros, sin ni siquiera tomarse un minuto de pensar qué tanta verdad o mentira puede llevar. Lo triste, es que muchas veces esa repetición de una opinión ajena, hace daño a quienes justamente sí intentan conocer.
De la mano de eso, viene lo de acusar de adoctrinamiento. Se acusa al que piensa distinto, o de estar adoctrinado o de intentar adoctrinar. El principal problema radica en que hay muchas personas que no asumen que ellos tienen una posición política e ideológica, y acusan a otras de tenerla y de querer imponerla.
Esto se soluciona relativamente fácil: aceptando que todas las personas tomamos posiciones y que desde ahí opinamos o pensamos. Por ende, hay otras personas que lo harán de modo diferente. Reconocer esto es el punto de inicio de lo que puede ser un debate. Sin este reconocimiento, no hay debate posible, porque hay una persona aceptando tener una posición, y otra persona creyendo que tiene la verdad última.
Ahí engancho con lo segundo que quiero decir. Porque hay quienes están diciendo que “la protesta fue para no debatir lo de la transparencia” o “queremos auditorías”. Si lo que se deseaba desde el Gobierno era mayor transparencia en el gasto universitario, tendría que haber hecho un proyecto de ley para modificar la Ley de Educación Nacional y la Ley de Educación Superior. Ahí sí iba a generar el debate.
Pero lo que hizo el Gobierno fue incumplir las mencionadas leyes, y mandar menos dinero. Las Leyes obligan al Estado a mandar ese dinero. Si no lo hace, está incumpliendo la ley. No hay mucho para discutir.
Lo de las auditorías y la transparencia lo largó el gobierno como una excusa cuando ya la marcha se le vino encima.
Ahora puede hacer las cosas bien. Mandar el dinero que hoy las leyes vigentes le exigen, y si quiere, enviar proyectos de ley para que se discuta lo que quiere modificar.
Y de paso, auditar la deuda externa, o la innecesaria compra de aviones de guerra. Eso lo puede hacer sin ningún tipo de debate ni cambio de leyes. Está en sus manos.
Un tercer tema que quiero mencionar, es que algunos de los que criticaban la marcha decían “que se mete la política”, “que está politizada” u otras sandeces. ¡Por supuesto que está politizada!¡Todo es política! Si se compran aviones o se financian universidades, es una decisión política. Pasa acá algo parecido a lo que ya nombré: hay personas que no asumen que ellas tienen una posición política, entonces creen que “está mal” o “es sucio” tener una posición política. Nada más cerca de estar adoctrinado que no poder darse cuenta que todas las personas tenemos y tomamos una posición.
Para colmo, las universidades son de los pocos lugares donde hay representación de casi todas las opciones políticas. Es muy diversa y plural. Como que todo lo contrario a adoctrinar.
En toda facultad (y en todo grupo humano), hay corrientes teóricas/ideológicas/políticas más fuertes o presentes, pero generalmente, hay amplitud y variedad. Ahí radica el fuerte de tener muchos docentes, libertad de cátedra, centro de estudiantes, etc.
Además, quiero aquí reivindicar la palabra política, definiéndola como la forma pacífica de buscar soluciones a los problemas de todos. “La guerra es la continuación de la política por otros medios” dijo Clausewitz, militar prusiano, a principios del Siglo XIX; y el filósofo francés Michel Foucault le dio una vuelta magistral diciendo que “la política es la continuación de la guerra por otros medios”. Eso es la política, es la búsqueda de soluciones por medios pacíficos. Por lo tanto, lo que no se resuelve por política se resuelve por violencia o guerra. Por eso es importante que le devolvamos a la palabra política algo de la paz que nos permite.
Si no enseñamos a participar políticamente, estaremos enseñando a resolver los problemas con violencia. No hay mucha vuelta que darle.
Nuevamente vuelvo a lo mismo: quienes niegan la política, o tienen de ella una concepción negativa, son quienes no se animan a aceptar que ellos tienen una posición política, y que las otras personas tienen derecho a tener otra.
Todos los seres humanos tomamos una posición, siempre, es inherente al ser humano. Es imposible no tomarla. Pero hay que conocerla y aceptarla.
El cuarto punto para mi es trascendental, porque creo que lo que está en juego es justamente esto: cómo y quién genera conocimiento en nuestro país, y cómo se distribuye.
Afirma Thomas Piketty en su libro “El capital en el Siglo XXI”, que lo que más explica el desarrollo y crecimiento de los países es su educación como parte del aparato productivo. Difundir el saber, capacitar, entrenar a la población, ha sido lo distintivo más allá de otras decisiones económicas. Recomiendo ese libro, basado en mucha pero mucha investigación, y que, claramente, Milei odia.
La gran mayoría de la sociedad argentina lo sabe por experiencia propia, por eso defiende la educación pública. Sabe que esa ha sido probablemente nuestra mejor bandera y herramienta de progreso y crecimiento.
El conocimiento permite agregar valor a la producción, y no solo producir bienes primarios, sino industrializarlos y hacer que valgan más. Con un poco de ganas es fácil de comprender.
De ahí la importancia de que el conocimiento sea un bien público, y que por ley se obligue al Estado a garantizarlo. Esto hace que en nuestro país no solo estudiemos, sino que además investiguemos, produzcamos nuestro propio conocimiento. Se genera conocimiento en entidades públicas y todo el mundo tiene acceso a esos conocimientos.
Eso se ha convertido en un gran plus de nuestra educación, porque, estudies lo que estudies, accedes a conocimiento generados en otros países, pero también en el nuestro; y, al mismo tiempo que estudiamos, enseñamos a generar más conocimiento.
Desde mi posicionamiento, esto es lo que se quiere romper, y volver a los tiempos coloniales, donde ser culto era estudiar los conocimientos que se generaban en Europa (algo en Estado Unidos) y copiarlos, dejándonos a nosotros el simple papel de reproducir y obedecer lo que esas potencias nos decían que debíamos hacer.
Ser un país libre, independiente, una patria, implica, entre otras cosas, generar nuestros saberes y distribuirlos. Por eso nuestros próceres como San Martín o Belgrano insistieron tanto con las escuelas y bibliotecas públicas.
Es fácil de comprender: si usted no supiera leer, alguien le tendría que leer esta nota, y tranquilamente podría engañarlo.
Mi amigo Mauro me lo hizo ver de modo muy simple esta mañana: “cuando de niños no sabíamos como se emparchaba una bicicleta, estábamos presos de lo que el bicicletero nos decía y nos cobraba. Cuando aprendimos como se hacía, ya no nos podía mentir. Y cuando aprendimos a hacerlo por nuestra cuenta, ya no lo necesitamos más”.
El conocimiento, es poder y libertad.