Mujeres en la universidad: solo una de cada 100 estudia programación en Argentina
El número de mujeres inscriptas en el sistema universitario argentino creció 42% de 2011 a 2019, pero hay carreras muy demandadas a nivel laboral que no son las más elegidas o donde aún existe brecha de genéro. Un diagnóstico de la situación.
Los estudios universitarios en el país están en expansión, con un incremento del 20% en la última década. El 80% de las y los estudiantes está en una universidad pública, y en conjunto con las instituciones privadas las mujeres son mayoría. Pero las carreras en STEM (acrónico en inglés para las áreas de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) están creciendo a menor ritmo y se redujo la participación en programación, lo que llevó a las mujeres a 1 cada 100 estudiantes.
El sistema universitario argentino pasó de contar con 1,9 millones de estudiantes de grado, pregrado y posgrado en 2011, a 2,3 millones en 2019. Un incremento del 20% en ocho años que representa una tasa de crecimiento anual de 2,3%
El número de mujeres inscriptas en la universidad creció 42% en el período analizado, mientras que para los varones ese aumento fue de 29%. La cantidad de inscripciones es un indicador que refleja cambios de tendencia más rápido que la cantidad de estudiantes, porque no acumula rezagos de ingresantes de años anteriores. Por lo tanto, permite ver en forma más marcada la participación creciente de las mujeres en la universidad. Pero hay una brecha en el campo de STEM y la programación.
Estos datos surgen de la investigación “Una carrera desigual: la brecha de género en el sistema universitario de Argentina”, elaborada por la organización Chicas en Tecnología, con apoyo de NCR Foundation, que se presentó este viernes en la Ciudad de Buenos Aires en una conferencia de la que participó Télam.
Frente al rol cada vez más transversal de la tecnología en los ámbitos productivos, de conocimiento e interacción social, las habilidades en disciplinas STEM se convierten en requerimientos necesarios para ser protagonistas en los procesos de innovación y transformación. Por lo cual es fundamental contar con datos.
La investigación
Para el análisis, se clasificaron 7.785 títulos universitarios de todo el país, provistos por el Ministerio de Educación de la Nación y la categorización se realizó en base a las definiciones que establece la Clasificación Internacional Normalizada de la Educación (CINE), lo que permite comparar las estadísticas educativas a nivel internacional.
En un segundo paso, se elaboró una clasificación propia de todas las carreras de programación del sistema universitario argentino. El análisis tomó el período de años 2011-2019, y el género binario: mujeres-varones.
“La investigación tiene muchos datos y fue interesante poder complementar el análisis típico que se hace cuando se miden brechas de género -que es decir al interior de determinadas carreras como las de STEM cuántas mujeres hay- con tratar de medir la relevancia que tienen esas carreras para los estudiantes universitarios”, explicó en diálogo con Télam Megan Ballesty, autora del estudio junto con Milagros Giménez.
Más allá de cuántos varones o mujeres haya al interior de estas disciplinas, “nos preguntamos ¿son importantes en Argentina? ¿cuántas personas las eligen? Haciendo esa segunda pregunta complementaria nos dimos cuenta de que, por ejemplo, de cada 100 estudiantes mujeres solo una cursa una carrera de programación. Y eso cuando lo contextualizás o lo comparás con los varones es 8 de cada 100. Entonces la diferencia ahí es muy grande, más allá de la brecha de género que se genera al interior del sector”.
Hallazgos: brecha de género y carreras STEM
En Argentina, las universidades privadas representan cerca de la mitad de todas las universidades e institutos universitarios existentes. Aun así, el 80% de los y las alumnas estudia en una universidad pública.
La mitad de los varones se distribuye entre carreras de administración de empresas, derecho, ingeniería, industria y construcción. Mientras que la mitad de las mujeres estudiantes se orienta a carreras de administración de empresas, derecho, salud y servicios sociales.
Las carreras en STEM crecieron a un ritmo moderado: entre 2011 y 2019, la cantidad de estudiantes en ese tipo de carreras se incrementó de 406 mil a 454 mil, es decir, un 12% o un 1,4% por año. Si bien es un dato positivo, no alcanza a equiparar el 20% que creció el estudiantado de todas las carreras.
Esto sucede a pesar de que muchas carreras en STEM son de las más demandadas y mejor remuneradas en el mercado laboral. Dentro de las carreras STEM, las mujeres representan solamente el 34% del total de estudiantes, mientras que los varones el 66%. Según los datos analizados, 12 de cada 100 mujeres universitarias estudian una disciplina STEM y 31 de cada 100 varones lo hace.
En 2011 había 266 mil estudiantes varones en carreras de STEM y 140 mil mujeres. A lo largo del período analizado, la cantidad de varones aumentó 11% y la cantidad de mujeres 15%. Aún así, los estudiantes varones en estos campos académicos prácticamente duplican a las mujeres.
Si bien en ese campo las mujeres son minoría, se egresan más: lo hacen el 27% de las mujeres que se inscriben, en comparación con el 22% en el caso de los varones.
La baja participación femenina se explica principalmente a través de disciplinas asociadas a las ingenierías y las TICs (Tecnologías de la Información y la Comunicación). Las mujeres representan el 18% del estudiantado si se consideran las carreras de grado en TICs, cerca del 25% para las carreras de grado y posgrado de ingeniería, y 29% en el caso de los posgrados en TICs.
Qué pasa en la carrera de programación
Hay más estudiantes de programación, pero el aumento fue menor al del total de estudiantes de STEM. En 2011, casi 85.000 estudiantes cursaron una carrera de programación. En tanto que nueve años después, el estudiantado superó la cifra de 92.000.
La cantidad total de estudiantes de programación creció 12% entre 2011 y 2019, pero el aumento se descompone en un crecimiento del 16% en los estudiantes varones y una caída del 5% en las estudiantes mujeres. Así, se pasa de unas 16.200 estudiantes a unas 15.300.
En el caso de los varones, en cambio, se puede percibir una aceleración en la cantidad de estudiantes a partir del año 2016 que los llevó a casi 77.000 en 2019.
La masa total de estudiantes creció a una velocidad mayor que las y los estudiantes de programación. Por este motivo, el peso relativo de las carreras de programación en el total de las carreras cayó, pasando de casi 5% en 2011 a 4% en 2019. Para los varones, esto significó una caída del 9% al 8%. Las mujeres que eligieron programación, por su parte, pasaron de un 1,7% a tan solo un 1,1%
Si se analiza la proporción de mujeres entre las y los estudiantes de programación, en 2011 un 20% eran mujeres y esa fue la brecha de participación más baja del período. Desde entonces, cayó la participación relativa de las mujeres para oscilar entre 16% y 17% desde 2014 en adelante.
La evolución histórica de los indicadores muestra el crecimiento de la brecha de género en carreras de programación. La proporción de mujeres pasó del 19% en 2011 al 17% en 2019.
Preguntas pendientes
Ballesty destacó que con la investigación se avanzó en tener un estado de situación actual, que se puede comparar con lo sucedido años atrás y también extender en el futuro para ver su evolución.
Si bien es un informe muy completo, tiene preguntas pendientes: “No indagamos sobre los por qué de la brecha. Dentro de todas las causas que sabemos y explican esas desigualdades de género al interior de estas carreras, necesitamos entender un poco más cuáles son las más importantes, cuáles se pueden atacar con intervenciones más inmediatas”.
Entre esas citó las acciones de llegar a las chicas jóvenes que hoy por hoy están tomando esas decisiones y apoyarlas con información, a romper estereotipos, a abrirles las puertas a que conozcan a otras mujeres que puedan actuar como modelo de roles para ellas.
“Pero después hay toda otra agenda más a largo plazo que requiere un trabajo mucho más en conjunto con la sociedad, sesgos y estereotipos que tenemos muy incorporados en nuestra forma de pensar y hacer”.
Fuente: Telam