Defensa Civil afirmó que el incendio subterráneo tiene dos causas directas: la mano del hombre y la sequía. La zona está cargada de material combustible por la composición del terreno.
Un extraño incendio subterráneo en diferentes terrenos genera alarma en Guaymallén. Los vecinos del Kilómetro 8 intentan sofocarlo abriendo zangas y humedeciendo como pueden la tierra, pero todo resulta en vano. Sigue ardiendo desde hace meses y propagándose por unas 11 hectáreas sin que puedan detectar qué dirección toma.
El fenómeno tiene dos causas directas: la mano del hombre y la sequía.
“Esto es consecuencia de la sequía. Nunca pasó nada igual. Estamos preocupados porque tenemos miedo de que tome nuestras casas. Además hay muchos niños que viven acá y pueden quemarse”, indicó Eusebio Ramal, un lugareño, mientras sacaba agua de un canal y llenaba un balde improvisado para luego echarla sobre el pozo humeante.
El mismo panorama dio Sergio Cinco, quien afirmó que hace años toda la zona estaba cubierto de agua. “Había un humedal acá. Uno venía y si pisaba se iba con las zapatillas llenas de barro. Ahora se hunde donde tocás y si metés mal el pie te quemás”, contó el hombre que vive en el lugar desde 2013.
El primer foco fue descubierto en marzo. Imaginaron que alguien había limpiado un lote usando la quema de pastizales. Pese a que no notaron llamas, pensaron que había quedado “algo prendiéndose fuego”. Paulatinamente, los lugareños fueron visualizando humo que salía de sus terrenos y tierra quemada.
Hasta lo que han podido descubrir, el área tomada tiene entre un metro de profundidad y cuatro, pero no descartan que las llamas hayan penetrado aún más. Esto provoca que el suelo vaya cediendo y una niña y dos personas mayores, entre ellas, un trabajador de Defensa Civil, sufrieron quemaduras al caer en una grieta.
Una zona cargada de material combustible
Guillermo Ferraris, ex coordinador del Plan Provincial de Manejo del Fuego, que estuvo al frente de esta área durante 20 años y especialista en técnicas de prevención y combate de incendios forestales, precisó que este tipo de fenómenos es poco frecuente en Mendoza.
“No tengo recuerdos de que haya ocurrido algo similar en la provincia. Los incendios subterráneos no son comunes que se den, pero cuando se dan, son los más difíciles para poder extinguir y uno de los más peligrosos”, consideró.
En este sentido, explicó que en el lugar tuvo que haber una antigua ciénaga o laguna. Esto hizo que se convirtiera en una zona de acumulación de material vegetal que se ha ido descomponiendo a lo largo de los años, es decir, que se formó una gran turbera, con la característica de arder con una combustión sin llama apenas.
“Es como si fuera un combustible vegetal que está compactado y no tiene oxígeno, pero en la medida en que el fuego va encontrando pequeñas cavidades o raíces donde hay oxígeno, va penetrando. Cuando tiene ingreso de aire, sale a la superficie y si no, sigue quemando por abajo”, dijo.
Así, la superficie, al tener un suelo mineral, hace que el fuego no salga, pero cuando los lugareños escarban llegan a la parte blanca, hacen que ingrese aire, produciéndose la combustión.
“El problema es que muchas veces, es que si eso está con mucha profundidad, se pueden hacer cavidades, similar a un horno, con temperaturas de 800 a 1.000 ºC. Si alguien mete el pie ahí o cae dentro, la ha pasado mal”, destacó.
El especialista afirmó que son incendios que duran un largo tiempo y la única solución es encontrar el perímetro afectado y echar agua.
“Lo correcto sería tener unos aparatos, llamados inyectores, y meter agua a presión, como se ha hecho con los que ocurrieron en las islas del Delta. Pero acá no hay”, concluyó.
La mala acción del hombre
El director de Defensa Civil, Daniel Burrieza, detalló que analizaron la región con un drone y detectaron unas 11 hectáreas afectadas con entre 4 y 5 puntos calientes. Actualmente, trabajan “enfriando la zona”.
“Lo primero acá es la mano del hombre que interviene modificando la estructura del suelo para usarlo en condiciones a las cuales no estaba diseñado. Eso era naturalmente una tierra de labranza, donde ido incorporando materia orgánica más caña. Después, la gente pretende sin control utilizar eso de otra manera y para secar un área que era húmeda hace canales. Luego, quiere hacer limpieza del predio utilizando fuego que van circulando, precisamente, por esas vías”, enfatizó.
Y agregó: “A esto se combina la acción del cambio climático, donde no llueve y hay sequía. Además, en estos lugares no hay más riesgo porque no les corresponde, ya que no son tierras agrícolas. Todo esto confluye a que se ha secado, que hay material disponible para el fuego y que la gente quema. Con su acción de hacer canaletas, metieron el fuego bajo tierra”.
Burrieza destacó que se está actuando para controlar la situación, mojando la zona afectada y explicó que se recomendó a quienes quieran construir, paralizar las obras y realizar estudios de suelo.
“Hay que seguir trabajando sobre el lugar, mojando para que el fuego no avance. No podemos precisar cuándo se sofocará. El paliativo que se está usando es que los camiones de la municipalidad echen agua y vayan enfriando el terreno. Esto permite bajar la temperatura, que esa humedad llegue. No hay mucha alternativa. Esto se tiene que apagar de esa manera. Lo ideal sería enlagunar todo o que haya un diluvio, pero no es posible”, concluyó.
Fuente: El Sol