El escenario pone en evidencia la elevada acumulación de gas carbónico en la atmósfera, con récords de temperatura ambiental y en los océanos, en simultáneo con la reducción de la superficie del hielo en la Antártida y en el Ártico.
La cumbre de los países sudamericanos, que comparten el Amazonas, revela ser una auténtica cruzada contra la devastación de la mayor selva del mundo. “Ayer, los presidentes de los naciones amazónicas nos reunimos para construir una nueva visión, un nuevo concepto de desarrollo sustentable” para quienes habitan la región. Así comenzó el convocante, el presidente brasileño Lula da Silva, en su encuentro con la prensa este mediodía. De allí surgió el compromiso de acciones conjuntas, un plan que será llevado a la COP28, desde el 30 de noviembre próximo, en Dubai.
Recordó que pasaron 14 años desde la última cita del bloque que incluye a Brasil, Colombia, Perú, Bolivia, Ecuador, Venezuela, Guyana y Surinam. “Y esta cúpula de Belem (capital del estado brasileño de Pará) ocurre en un momento muy diferente de los anteriores encuentros en 1989, 1992 y 2009” subrayó. Y a modo de advertencia enfatizó: “Negar hoy la crisis climática es una insensatez”.
La proximidad de un punto de no retorno, fue puesta hoy en evidencia por una secuencia de gráficos y mapas publicados por el portal G1, del grupo Globo. Tal como define el medio, “las ilustraciones gritan que hoy atravesamos una emergencia climática”. Como definió el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, “entramos en la era de la ebullición global”. El escenario pone en evidencia la elevada acumulación de gas carbónico en la atmósfera, con récords de temperatura ambiental y en los océanos, en simultáneo con la reducción de la superficie del hielo en la Antártida y en el Ártico.
No es posible, en ese contexto, obviar el rol que cumplen los combustibles fósiles y el carbón en este proceso, que lleva ya 200 años. Un Panel Científico del Amazonas (SPA), integrado por 200 científicos Internacionales, indicó em 2021 que las selvas actúan como “pilar del sistema climático global, al mantener el balance de energía y alimentar las circulaciones atmosféricas en escala mundial”. Según ese informe clave, “el Amazonas, que es la mayor selva del planeta, está perdiendo resiliencia, es decir, capacidad para sobrevivir a los disturbios. Y puede estar aproximándose al colapso”. Carlos Nobre, uno de los mayores científicos en el área, sostuvo recientemente que “decrece cada vez más la capacidad de remoción del gas carbónico de la atmósfera, que ejercen las florestas tropicales y los océanos”. Los datos confirman esa tesis: “Disminuyeron las tasas anuales de emisión en la última década. Y sin embargo aumentó la concentración de estas”.
Ya en diciembre del año pasado, el Panel del Amazonas (SPA) diagnosticó la urgencia de adoptar acciones estratégicas. Una de ellas es alcanzar la “destrucción cero” de la selva en 2030, un compromiso asumido por el presidente Lula. Y en simultáneo, señala, resulta indispensable promover la restauración forestal en el Sur y Sudeste de la floreta amazónica, donde se produjo una deforestación salvaje.
Entre las informaciones aportadas por los científicos de ese Panel, algunas causan pavor. Se afirma en el dossier que la primera semana de julio reveló una temperatura media global récord que superó al anterior marca, verificada en 2016. En cuanto a los océanos, la temperatura de la superficie trepó aceleradamente hasta alcanzar valores nunca observados hasta ahora (20,96ºC).
Lula y los presidentes de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica concordaron en formular, durante la Cop 28, “que no es suficiente con valorizar la selva; no alcanza con mantener los árboles en pie. También significa dar dignidad a las 50 millones de personas que habitan la región. Llevaremos adelante ese esfuerzo ofreciendo oportunidades de empleos sustentables, de generación de ingresos y de valorización de los pueblos indígenas y tradicionales, lo que permitirá conservar el conocimiento ancestral de esas comunidades”.
Según el gobierno brasileño, la Declaración de Belem, “reúne iniciativas muy concretas para enfrentar entre los ocho países los desafíos que compartimos. Juntos combatiremos el desmonte y todas las actividades ilegales, se creará un panel técnico científico y emergerán nuevas instancias de coordinación, con el aumento de la participación social y de los pueblos indígenas. Habrá reuniones regulares de las autoridades y la gestación de un parlamento amazónico”. Las naciones que firmaron el acuerdo, a las que se sumaron la República del Congo e Indonesia, están dispuestas a dialogar con los organismos financieros multilaterales “convencidos de que es urgente nuestra actuación convergente en todos los foros internacionales”. Están decididas, además, a reclamar los compromisos de financiación “asumidos por los países ricos”. Y apuestan a definir un concepto internacional de bioeconomía “que nos permita certificar las selvas, al tiempo que deberán crearse mecanismos de remuneración justa de los servicios ambientales que nuestras florestas ofrecen al mundo”.
Fuente: Perfil