A 220 km de la ciudad de Mendoza, conserva el espejo de agua ubicado a 3.250 m a los pies del volcán Maipo (5.323 m) en la cordillera de los Andes.
El 27 de octubre de 1994 la Laguna del Diamante era declarada área natural protegida de la provincia con el objetivo de proteger y conservar su paisaje, humedales, glaciares, flora, fauna y material arqueológico y paleontológico.
Este paraíso sancarlino está ubicado a más de 3 mil metros de altura, por lo que se puede visitar durante generalmente solo entre diciembre y abril. En invierno, el frío y la nieve imposibilitan el tránsito en esta zona. Año a año, miles de personas arriban al lugar, ícono del turismo mendocino. En la temporada 2021/2022 se registraron más de 7 mil visitas, mientras que en 2019 hubo un récord de 10 mil ingresos.
A 220 km de la ciudad de Mendoza, conserva el espejo de agua ubicado a 3.250 m a los pies del volcán Maipo (5.323 m) en la cordillera de los Andes. Un majestuoso paisaje rodeado de vegas altoandinas y campos de escoria volcánica dan un imponente marco a las aguas cristalinas de la laguna. El avistaje de manadas de guanacos a lo largo de la reserva es otro de sus grandes atractivos.
La Laguna -de donde nace el Río Diamante- y su imponente entorno, ofrecen un ámbito ideal para la práctica de pesca deportiva, acampe en algunos sitios permitidos, ascenso al Volcán Maipo, avistamientos de fauna –guanacos y aves- o el simple deleite en los extraordinarios escenarios naturales que ofrece esta reserva.
Descripción del lugar
La Laguna del Diamante se asienta sobre una antigua caldera volcánica -enorme hundimiento con forma de “olla” producido por el colapso de un volcán- del período Cuaternario y representa una de las principales manifestaciones volcánicas de la región cordillerana. Su contenido hídrico es aportado por los deshielos, dándole una profundidad aproximada de 70 m, que a la vez, da nacimiento al Río Diamante. Junto a la laguna se eleva el Volcán Maipo y al reflejarse en el espejo de agua se puede ver la figura romboidal del diamante que da origen al nombre a esta reserva.
Flora
Las distintas especies vegetales deben afrontar las adversas condiciones climáticas de la cordillera, por lo que, para lograr su supervivencia, debieron realizar un largo proceso de adaptación. De este modo, la vegetación del lugar hace frente a la sequedad, el frío extremo y el viento, con raíces muy desarrolladas y carnosas que le permiten aferrarse mejor al suelo y tallos acumuladores de agua; follaje compacto a modo de cojín con hojas escamosas muy pequeñas o resinosas para evitar la pérdida de agua y la intensa radiación solar. Su corta, pero vistosa floración, recurso que utilizan para potenciar las posibilidades de reproducción, deleita la vista de los visitantes, la flora característica está representada por leña amarilla, yareta y pastizales de huecú. La vida se abre paso entre las rocas agregándole un tinte verde, con sus vegas y mallines, al predominante gris del lugar. Este fértil ecosistema puede encontrarse en una franja altitudinal amplia -2.000 m a 3.800 m- y es considerado la “Selva de los Andes Áridos” que aloja a las más diversas especies de flora altoandina.
Fauna
La especie animal más emblemática y vulnerable de la reserva es el guanaco. Desplazándose en manadas migra a zonas más bajas para pastorear en el invierno y se esparce por ambientes de grandes planicies. Coexisten con estos grandes mamíferos, varias especies de ratones de alta montaña, que se refugian en madrigueras para evitar ser presa fácil de predadores como el águila mora o el zorro colorado. La zona cobija en toda su extensión una gran variedad de aves como los jilgueros, remolineras, dormilonas, agachonas, cauquenes -especie de ganso silvestre-, suris cordilleranos y, eventualmente, cóndores. El espejo de agua contiene tres especies de truchas -marrones, fontalis y arco iris- que fueron sembradas y no se tiene certeza de que la laguna haya poseído peces autóctonos.
Con información de la Red de Áreas Naturales Protegidas de Mendoza