“Evaluación si!”, un análisis del contexto y los argumentos sobre la decisión de postergar las calificaciones

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Por Juan Jofré, profesor en Ciencias de la Educación

Apareció la resolución de DGE tan esperada. A no confundir/se: se sigue evaluando. Se posterga la calificación del cierre de trimestre en primaria y de cuatrimestre en secundaria.

Había rumores, dichos, opiniones, chicanas. Hoy todo se disipa al aparecer la decisión política en forma escrita, con número y todo: Resolución 804.

Al acabarse la posibilidad de imaginar, hay que analizar la decisión política, el hecho. Ahí vemos que se suspende temporalmente la acreditación de trimestre/cuatrimestre, por lo que no habrá cierre de calificaciones, y se concentrará la energía en evaluaciones que permitan mejorar el acompañamiento.

Ahora bien, toda decisión política debe analizarse en su contexto, y en este caso es muy conocido por toda la ciudadanía que la situación de pandemia hizo que todo el sistema educativo tuviera que hacer miles de esfuerzos y transformaciones para continuar la tarea educativa de manera no presencial.

Otro elemento importante de contextualizar es mirar hacia los costados, y ver que decisiones toman otros en las mismas situaciones. Ahí se puede ver que las Provincias y la Ciudad de Buenos Aires ha tomado, o están tomando, decisiones similares.

A partir de ahí, analizar argumentos y razones. A favor y en contra. Sectores que defienden. Sectores que cuestionan.

Veamos un poco.

Somos muchos (me incluyo), los que desde hace mucho tiempo venimos pregonando la importancia de que la evaluación en la escuela sea más formativa, cualitativa, que valore y ponga el ojo en el proceso, porque esto sirve mucho más a estudiantes y familias, y también a docentes, para ayudar a mejorar siempre el aprendizaje.

Quienes defendemos esta evaluación de proceso, descreemos de la calificación numérica, porque sostenemos que poco y nada dice de la calidad y profundidad de los aprendizajes.

Pero más allá de eso, hay una verdad incuestionable y es que en nuestra sociedad la “cultura de la nota” está muy arraigada y es muy fuerte, por lo que intentar cambiar esa cultura debería ser justamente un proceso, con acciones planificadas y coordinadas.

No obstante, esta situación extraordinaria de pandemia ha hecho que en muchas áreas de la vida social se hayan tomado decisiones extraordinarias, y esto no escapa a la educación.

Con un agravante si se quiere: es imposible tomar el examen tradicional para “cerrar nota”, ya que justamente el sistema tradicional es el que esta “suspendido por cuarentena” y la presencialidad no es posible para tomar esos exámenes. En su lugar se ha montado y está funcionando un sistema de educación no presencial, muy complejo, diverso y claramente desigual, donde se tornaría injusto calificar como se venía haciendo tradicionalmente.

Por si a esto le faltaba algo, la resolución que emite DGE deja en manos de las escuelas la construcción de acuerdos e instrumentos para el acompañamiento y la evaluación, sumando diversidad, complejidad, y en muchos casos confusión.

Hay quienes defienden esto alegando que las escuelas conocen la realidad y pueden tomar mejores decisiones, y quienes ven en esta decisión del gobierno educativo un “lavarse las manos” y pasar la pelota.

¿Y el GEM? Ese sistema de seguimiento digital implementado por la DGE se mantiene en la centralidad y en la misma Resolución se solicita continuar llenándolo aunque con algunas variaciones. Esa contradicción se hace fuerte y visible, porque por un lado se comprende el contexto y la importancia de no reducir a notas la compleja realidad, y por otro lado se exige seguir usando este sistema.

Tal vez esta situación sea la evidencia de que un sistema que prioriza la tarea administrativa pone en segundo lugar lo central de la educación: los aprendizajes de nuestras/os estudiantes.

Habrá que poner en segundo plano el GEM, centrarse en el sujeto, y combatir la desinformación con un grito de verdad: SEGUIMOS EDUCANDO Y SEGUIMOS EVALUANDO.

La pandemia ha servido para que muchas actividades y tradiciones sean revisadas, para visualizar desigualdades, y para que se instalen algunos sanos debates como el de la evaluación y la importancia de ir generando una cultura escolar que se vaya alejando de la nota y ponga en el centro las trayectorias de los estudiantes y sus aprendizajes.

Pero también ha servido para que los grupos o sectores que sacan sus ganancias en el río revuelto, enturbien la situación, siembren odios y promuevan la desunión.

Como siempre, esta situación la sacaremos a flote con la buena voluntad y la capacidad de trabajo de quienes sostienen la tarea educativa en nuestra sociedad, y ojalá esta vez sirva para que se los valore más, se los culpe menos, y se comprenda que lo pedagógico es siempre más importante que lo administrativo.

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