El día que San Martín estuvo en el Manzano: el encuentro con Olazábal que inspiró el icónico monumento
El Gral. estuvo en Tunuyán al regresar de Perú y fue recibido por su amigo, el coronel Olazabal. La historia.
Este 17 de agosto se cumplen 172 años del Paso a la Inmortalidad del Gral. José de San Martín. Considerado como el principal héroe y prócer nacional, su gesta fue imprescindible en la liberación argentina, como de Perú y Chile.
Mendoza, de donde fue gobernador (en ese momento el territorio político lo integraba todo Cuyo), y sin dudas, Tunuyán, son fieles escenarios de la historia sanmartiniana. En el Manzano Histórico se encuentra el icónico monumento “El Retorno a la Patria”, que retrató el encuentro de San Martín con su amigo, el coronel Manual Olazábal cuando regresó a la provincia tras volver a Perú y se refugió en este sitio que hoy es emblema cultural.
En la última semana de enero de 1823, ambos pernoctaron bajo un pabellón de ponchos armado en un manzano que se encontraba en el lugar. Al día siguiente continuó su viaje hacia Mendoza. Era gobernador en esos momentos el General Pedro Molina. El árbol que se señala como el que sirvió de albergue al Libertador y Olazábal, se secó a fines de la cuarta década de este siglo. En la actualidad crece en ese lugar otro ejemplar de manzano.
El 31 de diciembre de 1950 se inauguró el icónico monumento “Retorno a la Patria” del escultor argentino Luis Perlotti. Por Decreto Nacional de 1975 se lo declaró lugar histórico.
Relato del encuentro
El encuentro de San Martín y Olazábal que fue inmortalizado por Perlotti, se basa relatos sobre el regreso del Libertador a su Patria, como el de la Asociación Cultural Sanmartiniana “Cruce de la Bandera”, que transcribimos a continuación:
«En la cumbre de la cordillera después de haber ascendido por el camino del Portillo y allí donde se abre un ríspido cajón llamado del Manzano, hallábase una mañana de fines de enero de 1823 un antiguo oficial del ejército de los Andes.
Acababa de levantarse el sol e iluminaba con todo su esplendor el grandioso panorama de piedra que descendía hacia Occidente. Ascendiendo la cuesta lentamente veíase una pequeña caravana que al cabo llegó a distinguirse con nitidez.
El oficial era don Manuel de Olazábal y pronto advirtió que quien se acercaba era aquel a quien había ido a esperar anheloso de ser el primero en saludarle al pisar de nuevo tierra argentina; el caballero que presidía la caravana era el generalísimo del Ejército del Perú. «El general San Martín, – escribió Olazábal al relatar la escena años después,- iba acompañado de un capitán y dos asistentes; dos mucamos y cuatro arrieros con tres cargueros de equipaje. Cabalgaba una hermosa mula zaina con silla de las llamadas húngaras y encima un pellón, y los estribos liados con paño azul por el frío del metal.
Un riquísimo guarapón (sombrero de ala grande) de paja de Guayaquil cubría aquella hermosa cabeza en que había germinado la libertad de un mundo y que con atrevido vuelo había trazado sus inmortales campañas y victorias. El chamal chileno cubría aquel cuerpo de granito endurecido en el vivac desde sus primeros años.
Vestía un chaquetón y pantalón de paño azul, zapatos y polainas y guantes de ante amarillos. Su semblante decaído por demás, apenas daba fuerza a influenciar el brillo de aquellos ojos que nadie pudo definir.» Cuando se acercó, Olazábal se precipito hacia él y lo abrazó por la cintura, deslizándose de sus ojos abundantes lágrimas. El general le tendió el brazo izquierdo sobre la cabeza y lleno de emoción sólo pudo decirle: «¡Hijo!» Así regresaba a la patria, cruzando por última vez la cordillera de los Andes, el que hacía seis años la había tramontado en sentido inverso al frente de aquel valeroso ejército formado por él en Mendoza y cuyas victorias dieron la libertad a Chile para llenar después el grande objetivo de su empresa continental proclamando en Lima la independencia del Perú.
Pero ésta era ya, con ser tan reciente, la gloria pasada. El melancólico regreso iniciaba el camino del renunciamiento que él había elegido, y muy pocos comprendieron entonces la grandeza moral de esa elección, signo indudable de la autenticidad de aquella gloria».
El monumento
En 1948 se llamó a concurso para erigir un monumento en conmemoración del centenario de la muerte del Libertador, concediéndole a Luis Perlotti el primer premio. Fue inaugurado el 31 de diciembre de 1950.
En el centro del extendido pedestal se encuentran los protagonistas. Flanquean a las figuras, los relieves con la comitiva que lo acompañaba. Otros dos relieves, ubicados en los laterales, reproducen el descanso de San Martín al pie del manzano y el abrazo de despedida, respectivamente.
La figura femenina de ocho metros de altura que lo corona simboliza la campaña redentora del Libertador y su renunciamiento final. En esta oportunidad el escultor conjugó diversos materiales: el grupo escultórico de cinco metros de altura es de bronce; la figura alegórica está labrada en piedra y los altorrelieves están trabajados en travertino y bronce.
Con información de Asociación Cultura Sanmartiniana, Gobierno de la Provincia de Buenos Aires y Dirección General de Escuelas.