Por Juani Jofré
En esta octava entrega de este espacio de opinión que acompañó a los lectores de El Cuco Digital en este mundial, el plan perfecto de la Scaloneta que consagró a Argentina después de 36 años y que podemos usar de ejemplo para cualquier relación social.
Acabo de cambiar todo el texto. Me había brotado en caliente un descargo lleno de bronca contra los medios que no nos dejaron ni un día de paz y volvieron a agitar la grieta que los hace ganar tantísima plata y manejar todo a su antojo. Pero decidí, al menos en esta crónica, mandarlos a la mierda, y salir del odio que generan enfrentando a las personas que el fútbol unió. Así que voy a escribir un poco de fútbol.
Hace mucho ya que vengo pensando con conceptos que se utilizaron mucho para la guerra, pero que considero apropiado para analizar el fútbol, la política, y casi cualquier relación social donde hay, aunque sea circunstancialmente, intereses contrapuestos, como la de amigos, familias o instituciones.
Es que esas ideas fueron aplicadas en la guerra, porque el enfrentamiento violento era la forma que más se utilizaba ante los conflictos. Hoy, la mayoría de las personas rechazamos la guerra o la violencia como camino, pero los conceptos o ideas, a mi modo de ver, siguen resultando muy apropiados.
Solo hay que hacer el traspaso a otras situaciones desprendidos del prejuicio.
Todo este preludio, porque quiero escribir sobre lo que vi adentro de la cancha el domingo, que fue algo que jamás imaginé. Ni yo ni nadie. Ni los periodistas deportivos más analíticos y con más información, jamás anticiparon lo que habían diseñado Scaloni, Aimar, Samuel y Ayala.
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La posición de Di María por izquierda y los tres delanteros bien marcados, fueron una apuesta arriesgada y disruptiva, que provocaron que hasta la mitad del segundo tiempo les fuéramos ganando en el resultado, pero, sobre todo, en el juego. Los dominamos completamente, con una defensa super atenta, que achicaba y anticipaba porque marcaba mientras estábamos atacando.
Los tres mediocampistas, corriendo y marcando con presión, y luego manejando la pelota con mucha claridad y movilidad.
Todo este trabajo ya lo habíamos visto en los mejores partidos de la “Scaloneta”. Ahora, se le agregó una salida novedosa. Ante la duda, o la falta de espacios, pelota a la izquierda, a Di María y lo solucionábamos. Messi juntaba tres defensores y bum, pase a la izquierda a Di María. Los mediocampistas se quedaban sin pase, pum a la izquierda. Defensores que debían rechazar, pelota a la izquierda.
Funcionó como salida de emergencia, como sorpresa, como descanso ante la presión y el asedio, y, sobre todo, funcionó como arma de ataque.
Fue un detalle, una innovación, una apuesta. Algo que nadie se atreve a pensar antes de una final, y este cuerpo técnico lo hizo.
Pensó una estrategia de juego ya conocida y practicada: ser protagonistas, teniendo la pelota. Pero sabía también que esa estrategia resultó una trampa mortal para muchos equipos en este mundial. España, Alemania, incluso Croacia, y también nosotros lo sufrimos contra Arabia y por momentos contra México y Australia.
Sabíamos que la estrategia era buena y sobre todo posible, porque Francia nos iba a dejar jugar a tener la pelota.
Pero luego de la estrategia, viene la táctica. Las pequeñas luchas, duelos o disputas por el espacio que hacen a la gran batalla. Y ahí, nuestros generales del cuerpo técnico dieron una cátedra sanmartiniana, y llevaron la disputa al sector izquierdo de nuestro ataque, que había sido de lo menos utilizado durante el mundial. Allá teníamos un lugar predilecto, donde el soldado Di María podía hacer la diferencia.
En la otra punta del campo de batalla, el mejor sector de ataque de Francia también fue anulado. Bien marcado Mbape por nuestros defensores, sumado a que el medio campo le dinamitó los puentes de alimentación, no permitiendo que los mediocampistas franceses alimenten a la bestial arma letal.
En tiempos donde ser conservador tiene premio y abal mediático, la valentía del cuerpo técnico y jugadores fueron un renovado aire fresco para el fútbol y la vida.
Mi enorme agradecimiento es por esa osadía, por la propuesta de pensar una solución a cada posible problema, y por enseñarnos a intentarlo.
Dos de las variables que hacen a la táctica son el tiempo y el espacio. La primera es muy difícil de manejar, y es la responsable de las mayores derrotas o debacles, como Waterloo o Stalingrado.
Nuestra estrategia había resultado perfecta para dominar el espacio, y con el tiempo nos había ido muy bien. Hasta los 80 minutos.
Dos fallas nuestras. Dos posibilidades para ellos. Con una eficacia que ningún equipo ha tenido salvo esta Francia, logra empatar la disputa cuando sus tropas habían sido sometidas ampliamente.
A sufrir señores y señoras. Somos un pueblo acostumbrado a que las alegrías duran poco y las tristezas son tan difundidas que parecen abatirnos.
Pero ahí aparece el plus de este equipo. Saberse fuertes, recuperarse rápido. No darle a las adversidades más peso del que tienen. Buscar en los bolsillos de la mística, la foto de la vieja o de los hijos, acordarse del vecino y sus 12 horas de trabajo que no alcanzan, o pensar en la abuela que pelea por un día a día medianamente digno.
Ahí nuestro ejército tenía una reserva de energías incomparables: su motivación. No es lo mismo pelear por la libertad de tu pueblo y romper las cadenas del colonialismo y la esclavitud, que defender los privilegios de un rey.
Los nuestros conocen los rostros de la gente por la que juegan, son conscientes de la alegría que van a generar si ganan la batalla, y entonces, dan la vida por conseguirlo.
Nuestro plus, como tantas veces, fue ese motor solidario y empático que nos eleva sobre las diferencias y mezquindades, y nos enaltece como pueblo. Se levantan del piso, se limpian la tierra de las rodillas como en el potrero, se rearman, se reaniman. Y ahí van de nuevo en busca del frente de batalla al grito de “a la carga mis valientes”.
Feriado sí, feriado no. A la Rosada sí, a la Rosada no. Son debates que deberíamos aprender a tener sin necesidad de sentar posiciones tan dogmáticas y terminantes. Deberíamos aprender a ver las cosas desde varias perspectivas o posiciones antes de opinar tan parcialmente.
Esto hizo Scaloni. Esto hizo este equipo. No piensa solo en cómo y dónde atacar, sino que también piensa en lo que puede pensar su rival. Mirar desde varias perspectivas, para pensar de modo más completo.
Después, en el fútbol, como en la guerra, la política, o cualquier otra forma de relaciones sociales, la calidad de las ejecuciones y la precisión son determinantes.
El plan puede ser perfecto, pero no dará buenos resultados si no estamos entrenados o preparados para ejecutarlo bien.
En este plano, nuestros protagonistas, actores o soldados, jugadores o artistas, dejaron una actuación brillante, donde los más experimentados aparecieron y los más pibes se consagraron, coronados con una obra maestra que no se borrará de la memoria colectiva por muchos años: la atajada del “Dibu”, saliendo rápido, haciéndose ancho y sacando el pie, para negarle a Francia lo que hubiese sido nuestro tiro de gracia y el final de la aventura.
En los minutos que siguieron luego del penal de Montiel, mis lágrimas ahogadas de desahogo no me dejaban abrazar nada más que mi propia cara, y quería pensar en que la final no sea solo un final, sino un nuevo comienzo.
Porque estoy convencido que estos pibes, jugadores y cuerpo técnico, no son una excepción. Armar un proyecto, respetar los procesos sin apurar los resultados, trabajar en equipo, poner el bien común por encima de lo individual, no es una excepción en nuestro pueblo. Hay miles de escuelas que funcionan así. Hay hospitales, empresas, oficinas, y muchas cosas que funcionan bien. Por supuesto que hay muchas que funcionan mal, y ahí están los medios para amplificar los malos ejemplos y alimentar las miradas negativas para seguir dominando en el desaliento.
Me niego a pensar que esta jornada heroica e histórica termine solo en un eterno recuerdo futbolístico alegre y lleno de magia.Sueño convencido que muchas personas responsables de conducir grupos, aprenderán de esta forma llamada popularmente “Scaloneta”.
Me ilusiono con que el amor a nuestra patria y nuestro pueblo supere a la tan alimentada negatividad, y que valorándonos más, nos queramos y respetemos más.
Imagino que es el mismísimo Messi, que dándonos la copa en la mano, nos dice mirándonos a los ojos y con cariño de amigo: “Tomá. Disfrutala. De paso… criticá menos y aportá más… bobo”.