Conocer el mundo del vino puede ser una experiencia distinta en San Carlos, destino turístico que propone un paseo al mágico cañadón de Huayquerías, circo y degustaciones.
Compartir una charla cosmopolita, al pie de la parrilla donde se van dorando unas entrañas y el pan tostado invita con un escabeche de pollo. Internarse en una atmósfera entre circense y enológica, donde los vinos saboreados tienen historias mágicas y llevan por nombre el de sus protagonistas, como el ‘temible lanzacuchillos’ o la ‘mujer barbuda’. Serpentear unos paredones de arcilla y arena, de más de 30 metros de alto, donde alguna vez se entrenaron antiguos guerreros.
La apuesta puede sonar un poco a “varieté”, pero al desandarla por los entrañables paisajes sancarlinos va adquiriendo ritmo e identidad local. Como siempre, en San Carlos los visitantes terminan tratándose de amigos y “compadres”.
En el devenir no sorprende que el chef Marcos comparta un flan con huevos caseros recién “cosechados” de su gallinero, que un payaso invente juegos para los más chicos, que Juan -el hacedor de vinos- te invite a servirte un Cabernet Sauvignon con la pipeta directo del barril, o que Gustavo -el guía de Huayquerías- confiese que hay “una magia ancestral” en el lugar y relate las cientos de experiencias que viven allí los turistas y que dan crédito a su existencia.
“Huayquerías, vinos y circo” es una de las innovadoras propuestas turísticas con las que San Carlos invita a “descubrir el Valle de Uco”. La iniciativa combina una caminata por el enigmático cañadón de La Salada con una visita, almuerzo y degustación en la bodega Wine y Circo, de La Consulta.
La idea está pensada para toda la familia, pero también para parejas, grupos de amigos y demás. Sólo hay que elegir butaca en “palco o platea” y disponerse a disfrutar del deporte, del singular paisaje y de los vinos de excelente calidad. Justamente, uno de los lemas de este emprendimiento enológico joven es “descontracturar” el mundo del vino y disfrutar de la bebida nacional “con alegría”.
Pasen y beban
El enorme pórtico circense convoca desde la ruta 92, que une La Consulta con Campo Los Andes. Detrás se extienden los viñedos, la pequeña bodega boutique y Marcos Arriagada al costado de la parrilla, preparando unas “tapas regionales” que luego serán el manjar compartido bajo el sol del mediodía, maridadas con los mejores vinos y anécdotas.
“Hace diez años que venimos dando vueltas a la idea y seis que tenemos nuestra bodeguita”, cuentan Juan Ubaldini y Javier Solfanelli, socios de Wine y Circo. La finquita perteneció al abuelo de Javier, Don Amadeo, y ellos quisieron retomar la vieja tradición enológica, pero actualizándola y “aflojándole” un poco el corset al mundo top del vino.
“Queremos que aquí todos se sientan como en su casa”, comenta Juan, quien invita a los turistas de igual manera a podar, embotellar, degustar o extraer vino de barriles, tanques o huevos de cemento. Con una habilidad pedagógica que él mismo desconocía, el enólogo enseña a descubrir el por qué del cambio de colores, sabores y texturas en un Malbec con muestras en distintas etapas de elaboración.
Los niños también tienen sus labores, juegos y aprendizajes relacionados con el vino, aunque “les esté vedada la cata”, aclara Nicolás Romero, el responsable de Turismo del emprendimiento. Dependiendo de la conformación etárea del grupo, también puede haber payasos que reciben y ofician de anfitriones para los más pequeños, mientras los padres brindan tranquilos.
La degustación tiene lugar en lo que sería el “palco alto” de la carpa, con una vista inigualable del paño de viñedos, que logra allí un microclima especial dado por el río Tunuyán y un canal de riego aledaño. En la sala, una galería de fotos y carteles sirve para contar las historias de los vinos en idioma circense.
El Equilibrista, su línea de base, describe la obsesión -que confiesa Juan- de “respetar y aprovechar las potencialidades que ofrece la uva y el trabajo enológico casi artesanal”. Pero también tienen sus versiones limitadas.
Por ejemplo, la Mujer Barbuda refleja la rareza de un Cabernet Sauvignon cosecha tardía hecho con racimos que habían madurado en la planta, casi un licor.
El Domador del monstruo de dos cabezas, un corte arriesgado logrado entre Cabernet Franc y Cabernet Sauvignon, o la Intrépida bala humana, un blend entre Merlot y Cabernet Sauvignon que trajo que hablar, son otros de los ejemplares que elige su selecto nicho de consumidores y que circulan por un pequeño mercado interno.
“Ha sido una experiencia muy gratificante y cálida. No sabía mucho de vino y me voy siendo una experta”, sostuvo Estela, una turista de Buenos Aires, mientras el jueves degustaba el asado con mayonesa casera y verdes de estación, que el chef cosechó de la huerta orgánica del lugar.
La magia ancestral de Huayquerías
La frutilla del postre en esta original propuesta turística y enológica en San Carlos llega al descender de la camioneta manejada por Gustavo Lucero, el guía y asesor de la experiencia Huayquerías. Después de tres horas de viaje y caminando la siesta, y con el dulce sabor del cansancio compartido, el cañadón se vuelve hogar y su magia, algo conocido.
La erosión del viento y el agua labraron por siglos estas enormes paredes: los Huaycos. Desde arriba se asemejan a un maple de huevos, pero al internarse devienen en un laberinto por descubrir. En su interior, los turistas se olvidan sus males y dolencias, trepan, escalan, saltan cursos de agua y toman fotos desde los distintos ángulos.
“Hay una magia ancestral, que hace que la gente logre terminar el recorrido, aunque no lo crea posible”, sostiene Gustavo, quien recomienda disfrutar las noches de luna llena y los fogones en este maravilloso lugar (poco difundido en Mendoza), asegurando que las expediciones se hacen “a medida”, ya sean para dos personas o para grupos muy populosos.
El cañón de la Salada es un sitio desértico que parecía destinado al olvido y que fue rescatado como paseo turístico. Está a unos 8 kilómetros de la ciudad de San Carlos. Tiene una fuerte connotación mística, pues supo ser caminado por los pueblos originarios en su diálogo permanente con la Pachamama y cuna de guerreros que se preparaban física y espiritualmente.
Fuente: Los Andes (Gisela Manoni)