La oración culminó con un espectáculo de música clásica en la cima del cerro y a los pies de la imagen erigida a 1.428 metros de altura.
«Y cómo soportar que no entendieran, todo el dolor del mundo a tus espaldas”, sonaba la canción por el sendero pedregoso entre los cerros de Tupungato. Sólo el ruido de pisadas, sobre piedras o hierba seca, acompañaba el momento de oración.
“Su imagen es la de toda la humanidad dolorida”, indicó el guión y Maximiliano -un chico que caminaba junto a sus amigos- enseguida pensó en “las mujeres que sufren y mueren a causa de la violencia machista”.
Unas 700 personas participaron ayer de la tradicional procesión al Cristo Rey del Valle de Tupungato, que culminó con un espectáculo de música clásica en la cima del cerro y a los pies de la imagen erigida a 1.428 metros de altura.
La paz mundial y un “destino de unión y solidaridad para la Argentina” fueron los pedidos centrales en la oración de los cientos de fieles, que ayer recorrieron las estaciones del Vía Crucis en este empinado camino de montaña abierto entre rocas, jarillas y demás flora silvestre.
Las nubes amenazaron toda la mañana con sus amplias formas en gris oscuro, pero no se animaron a cortar el clima de oración. Minutos antes de las 10; familias enteras, grupos de amigos, parejas y un gran número de turistas emprendieron el ascenso desde la ruta 86 de Los Cerrillos.
A paso lento y ayudado con un bastón, José Scilipotti (67) caminaba entre estación y estación. El hombre todos los años participa de este particular vía crucis con su familia y nietos. Desde que le operaron la cadera, años atrás, deja a los suyos a los pies del cerro y él realiza el último tramo del recorrido.
“Le pido al Señor que el país se recomponga. Que los productores podamos trabajar, que haya seguridad y una buena economía. Y sobre todo por la paz del mundo. Jamás hemos visto tanta violencia como en esta época. Me preocupan los que vienen”, confió el hombre, algo angustiado.
Provistos de abrigos, gorros, mochilas y botellas de agua los fieles se fueron reuniendo desde temprano en la explanada que se encuentra en la base del cerro y que representa al ‘Huerto de los Olivos’.
Los más remolones se fueron sumando a la marcha y otro gran número esperaba arriba, para disfrutar del espectáculo de Música Clásica por los Caminos del Vino, que fue el broche de oro de la mañana.
En cada edición del Vía Crucis del Cristo Rey del Valle se suman más turistas, convocados por la propuesta religiosa y la belleza paisajística. “Con este marco impresionante… la verdad es que ha sido un momento muy especial de oración”, confiaron Silvia y Adrián de Luján de Cuyo, quienes remarcaron la importancia de rezar por la paz mundial.
“Me gusta rezar así”, confió tímidamente Felicitas Tobal (7), quien había rogado a su mamá, Nadia, que la despertara temprano para no perderse el encuentro. La primera vez que subió, lo hizo en los hombros de su papá.
Otros que tienen asistencia perfecta al Vía Crucis del cerro son los miembros de la familia Barrios. Pero ellos hacen una ofrenda especial al Señor, parten a caballo desde las 8 de la mañana al cerro desde sus casas, en el distrito de Villa Bastías.
“Esta edición ha sido multitudinaria, cada año crece el número de asistentes. Queremos empezar a realizar más actividades religiosas y turísticas a los pies del Cristo”, confió Mario Abraham de la comisión civil Cristo Rey, mientras servían facturas y vasos de café a los caminantes.
El párroco de Tupungato, Gerardo Virga, dijo ante los fieles la importancia de acompañar el dolor de Jesús subiendo hasta allí: «llegar junto a Él, que nos custodia y protege al Valle desde este lugar”.
El ciclo de Música Clásica por los Caminos del Vino llega hasta los pies del Cristo. El público y los funcionarios locales reconocieron y agradecieron la federalización de este programa y la posibilidad “de que todos puedan disfrutarlo”.
“Son pocos los que consiguen entradas en las bodegas. Es más selectivo. Por eso aplaudo que se haya realizado en un sitio público y tan querido por todos los tupungatinos”, apuntó Marcela, una vecina junto a sus hijos.
Fuente: Diario Los Andes por Gisela Manoni