Era necesario y así lo hablamos con parte del equipo, era necesario porque la libertad de expresión merece, al menos desde un medio de comunicación, defenderse. Pero también era necesario y prudente, cuando hablamos de libertad, poner en discusión a un mundo que hace valer más la libertad de unos por sobre la de otros.
Hace unos días la Republica de Francia, y el mundo entero se vio conmovido frente a un ataque terrorista perpetrado contra la revista de humor político “Charlie Hebdo”. La razón, si es posible entender como razón al motivo por el cual se perpetró el atentado, es la supuesta ofensa cometida por la publicación de caricaturas contra el máximo profeta del Islam, Mahoma.
En el atentado terrorista murieron 12 periodistas y humoristas que trabajaban en la publicación. El hecho, al cual este humilde medio condena, puso en vilo a toda la comunidad mundial y dio el marco para que nuevamente se discuta sobre la libertad de expresión, sus alcances, sus límites y principalmente sobre la tolerancia, en cuanto todos podemos decir lo que se nos plazca. El atentado terrorista, fundado en una supuesta religiosidad, encontró además entre sus víctimas a un guardia de seguridad practicante de la misma religión de quienes incurrieron el hecho.
En la misma semana en Nigeria se produjo un nuevo atentado terrorista perpetrado por un grupo denominado Boko Haram. También de carácter religioso fundamentalista que, a diferencia de Francia, se convirtió en uno más de los tantos que se comenten en África, donde en términos estimativos se calcula que los casos protagonizados por este grupo superan las 2 mil víctimas fatales, sin mencionar que como método para perpetrar sus hechos les colocan bombas a los niños.
Ambos episodios son lamentables y condenables bajo todo punto de vista. Sin embargo, uno alcanzó el conocimiento público, y el otro quedó silenciado en los medios de comunicación.
Las marchas por lo ocurrido en Francia se multiplicaron al igual que las publicaciones y los reclamos contra el terrorismo. En miles de lugares se extendió la consigna “Je suis Charlie” (Yo soy Charlie) en clara alusión al medio afectado, y cientos de dirigentes políticos mundiales se congregaron en ese país en una cumbre antiterrorista para marchar por las calles y repudiar el hecho. Nadie mencionó a Nigeria, nadie pidió por las 2 mil víctimas africanas, nadie pidió por los niños que son utilizados como bombas.
Cuando comencé este escrito dije que era necesario escribir, pero era necesario porque en ocasiones pareciera que la libertad de unos vale más que la de otros. Un cantautor uruguayo dice en una letra musical “vale una vida lo que un sol”, y no puedo más que hacerme eco de esto. Una vida vale el universo, aunque para el mundo en el que estamos inmersos los muertos de África sólo le duelen a su pueblo y los de Francia, necesariamente, nos duelen a todos.
Esta editorial no pretende más que poner en valor la vida, despreciar la muerte, la intolerancia religiosa y de toda índole, defender la libertad de expresión y por sobre todo, porque es necesario, hablar de los que nadie habló, llorar a los que nadie lloró. Hoy más que nunca “Je suis Charlie”, pero también “Yo soy Nigeria”.
Rodrigo Hinojosa