“Hay que internarse en el corazón de la montaña para descubrir sus secretos y bellezas”. Los 100 kilómetros que separan la Laguna del Diamante del pueblo de Pareditas son una invitación a acercarse a la historia y a las tradiciones. Los antiguos muros de barro con los que se separaban las propiedades en el año 1800, son la despedida de este pueblo, capital del orégano y la amistad. Desde ahora en adelante nos vamos a internar en el campo, en la montaña y en las historias de sus hombres.
La Ruta 40, nos acerca pasando por “Los Alamitos” y el “Campo Yaucha”, hasta la intersección con la ruta 98, acceso al Área Natural Protegida “Laguna del Diamante”. La montaña se comienza a sentir desde el “Refugio Alvarado”, el aire refresca la mente y el alma, los vehículos se dan cuenta que de ahora en más todo es esfuerzo. Cuarenta y cinco kilómetros de camino de montaña van mostrando los más increíbles paisajes. La Quebrada de Cruz de Piedra parece tocar el cielo en la primer altiplanicie del trayecto, la Pampa de los Avestruces.
Tres mil quinientos metros de altura desde los que se puede mirara por última vez el Cerro Diamante y el Nevado, y comenzar a transitar entre mansas tropillas de guanacos. El Arroyo de los Gauchos y las Vegas del Yaucha cuentan la historia de la tragedia del 53’, donde perdieron la vida 21 militares y 2 gendarmes.
El paisaje lunar de Casa de Piedra muestra el rigor del viento en las inmensas tallas sobre areniscas y la última cuesta que nos separa de la laguna. Los Paramillos son la altura máxima del camino, 3700 metros sobre el nivel del mar y un paisaje desolado hacen de este lugar el reino del viento. Desde aquí comienza el descenso hasta el Valle de la Laguna del Diamante, el paraíso oculto.
Nada se interpone ahora entre nuestra mirada, la laguna y el volcán son los actores principales de este paisaje de ensueño. Los actores secundarios no desentonan con la magia de la obra, los Picos Bayos del Sur, el Cerro El Durazno, el Gorro al norte, y el cerro Laguna al Este, completan este valle en donde el romance entre la laguna y el volcán se convierte en diamante, durante las mañanas en las que la falta de viento hace de la superficie del agua un inmenso espejo. Las bandadas de cauquenes surcan el aire, las gaviotas andinas enseñan a sus crías cómo sobrevivir en la montaña, y diversas especies de patos permanecen tranquilos ante la mirada de los humanos.
Cada lugar al que uno se acerca muestra su encanto y su forma de interpretar la luz. Los azules y turquesas, zurcados por líneas plateadas. El negro intenso de los escoriales de basalto. El río Diamante nace en el sur… al atardecer el salto de la truchas dibuja una sonrisa en los pescadores. La magia tiene lugar en la Laguna del Diamante. Los rostros cansados por el viaje encuentran su premio. La mirada se colma y el corazón de los visitantes se emociona al encontrarse con el de la montaña.