A días de las elecciones, la editorial no puede abocarse a otro tema que no sean los comicios. Principalmente porque creemos que la vida en democracia no solamente debe ser valorada, sino también acompañada, y promovida.
Una vez más, vamos a tener la posibilidad de elegir a nuestros representantes, y eso no es poca cosa. Sobre todo, para los que pasamos varios años de nuestra vida sin siquiera entender lo que era la representación legislativa, o el sistema de partidos políticos, porque crecimos en una dictadura, y eso, casi nos parecía “normal”.
Pero renovar la posibilidad de votar también nos debería impulsar a reflexionar sobre los alcances más profundos de nuestra vida democrática. Junto con el voto cada uno de nosotros también deposita esperanzas, sueños, exigencias, necesidades. Junto con el voto, también reafirmamos no solo nuestro derecho a elegir gobernantes, sino también a elegir cómo vivir. La democracia nos permite, desde expresarnos libremente, hasta la posibilidad de exigir por nuestros derechos más íntimos o individuales, o más amplios y colectivos.
En las últimas semanas se ha notado algo de apatía entre la gente, en relación a las elecciones, los candidatos, las propuestas. Tal vez, no sea desánimo, sino una actitud menos eufórica, relacionada con el acostumbramiento con algo que, se va tornando natural para nuestra sociedad. Elegir un representante ya no es un hecho novedoso, se ha transformado, gracias a Dios, en parte de nuestra rutina nacional.
Pero tal vez, esa aparente apatía (mezclada con desinformación) tenga entre sus responsables a los propios protagonistas. La verdad que, para alguien que no se dedica a la política o al periodismo, seguir a los candidatos ha resultado confuso, acaso agobiante, y bastante aburrido. Por un lado, muchas caras repetidas, por otro, discursos nada originales, y para colmo las discusiones de siempre mediadas por periodistas que también resultan repetidos, agobiantes y aburridos.
Sin embargo, la cáscara no debe complotar para que disfrutemos y nos aprovechemos de esta gran fiesta que cada tanto nos toca vivir. Es buena época, y habrá que esforzarse para, primero, elegir a quien consideremos que mejor nos va a representar, y después, para exigir a quienes les dimos nuestro voto, no solamente que cumplan las promesas pre electorales, sino también para que se esfuercen un poquito y desarrollen creatividad y compromiso en una sociedad cada día más compleja.
En estos días, el Valle de Uco se enfrentó a uno de los escándalos más resonantes de los últimos tiempos: una denuncia de corrupción que salpica a un ex funcionario, que casualmente también es candidato. Obviamente, todo se tiñe del clima pre electoral y de las estrategias políticas para sumar o restar votos. Más allá de las afiliaciones políticas, de las dudas o certezas, la ciudadanía tiene la posibilidad de ir depurando todo el sistema partidario, exigiendo que todo acto sea transparente, y que cada uno responda por sus responsabilidades. Victimizarse, diciendo que “esto sale porque es época de elecciones” es, contrario a un sistema maduro, donde se afronte las responsabilidades, las equivocaciones, y la importancia de corregir errores.
Vamos a volver a las urnas, y eso es una fiesta. Entonces es bueno prepararse, no solo acicalándose el bigote o calzándose el chupin, sino informándose aunque sea un poquito del menú que habrá en el cuarto oscuro. En ese marco, en este número de EL CUCO, te damos un pantallazo sobre las próximas elecciones, como para que sientas que emitir un voto no solo es elegir un candidato, sino básicamente participar en el rumbo de nuestras vidas.