Entre los años 2017 y 2018, 600.000 chicos de entre 0 y 17 años pasaron a estar debajo de la línea de pobreza por ingresos y déficit de alimentación, saneamiento, vivienda, salud, información o educación.
Casi cinco millones de niños, niñas y adolescentes (41,2%)
son «doblemente pobres» en la Argentina porque viven en hogares que
no llegan a cubrir la canasta básica pero, además, tienen vulnerados
derechos fundamentales en, al menos, una de seis dimensiones.
Según un nuevo informe de la Universidad Católica Argentina
(UCA) e Infancia en Deuda, la
«pobreza multidimensional infantil» aumentó 4 puntos en el país entre
2017 y 2018, período en que 600.000 chicos de entre 0 y 17 años pasaron a
engrosar la estadística de aquellos que están debajo de la línea de la pobreza
por ingresos pero además tienen déficit de alimentación, saneamiento,
vivienda, salud, información o estimulación temprana/educación.
«Se trata de un incremento significativo y está explicado básicamente por
la pobreza monetaria que tuvo un incremento relevante» en ese lapso,
aseguró la Coordinadora del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia de
la UCA, Ianina Tuñón y coautora del informe » Pobreza,
derechos e infancias en la Argentina (2010-2018)».
Cuando se analizan por separado la pobreza por ingresos y las demás carencias,
los porcentajes de población infantil afectada son mucho mayores: mientras el
51,7% de los niños, niñas y adolescentes (NNYA) viven en hogares carecientes en
términos monetarios, seis de cada diez (63,4%) está privado del ejercicio de al
menos un derecho fundamental.
Pero a diferencia de la pobreza monetaria, que subió 7,7 puntos porcentuales
entre 2017-2018, la vulnerabilidad por carencias en materia de derechos
descendió 2,5 puntos en el mismo período.
«La pobreza multidimensional tiene una evolución positiva que se estanca
en el 2016 y desde entonces no hemos tenido avances significativos en este
indicador que implica transformaciones mucho más estructurales que una mejora
de ingresos», apuntó.
Tuñón explicó que si bien «hubo una caída sostenida y sistemática
desde 2010» de cinco puntos, «es muy pequeña para todo
estos años» dado que «es prácticamente lo que se disparó la
pobreza económica» entre 2015 y 2018. «Esto señala la
volatilidad de la pobreza económica en la Argentina y la dificultad para
transformar cuestiones sustantivas en la vida de los niños que son a gran
escala y están en manos de los estados», señaló.
El análisis de la composición de la pobreza por privaciones de derechos muestra
que el 22,9% de los chicos sufre carencias habitacionales (hacinamiento o
déficit estructural), 19% en el acceso a la información (sin acceso a
pantallas, libros infantiles o biblioteca) y 18,5 en saneamiento básico (agua e
inodoro con descarga).
Además, el 17,4% tiene déficit en el acceso a la atención de la salud (no
visitaron al médico en el último año o no tienen las vacunas correspondientes),
13,4% en la estimulación temprana y educación (inasistencia escolar,
escolarización deficiente y maltrato) y 8,7 % en el acceso a la alimentación.
En la evolución temporal 2010-2018, puede advertirse que los mayores progresos
se dieron en materia saneamiento y acceso a la información: las privaciones
cayeron 7 puntos porcentuales (30,8 a 23,7%) y 10 puntos porcentuales. (34,6 a
24,5%), respectivamente en estas dimensiones.
Una evolución inversa está experimentando en los últimos tres años el indicador
de carencias en materia de alimentación, que entre 2015-2018 creció 4 puntos
pasando del 7,1 al 11,2%, la mayor incidencia desde 2010.
«Veníamos viendo un incremento significativo en la asistencia de comedores
pero la ayuda directa se estancó en torno a un 36% en 2017 lo que, sumado al
aumento de la pobreza económica, hace que hoy se advierta un aumento de la
inseguridad alimentaria», sostuvo.
Tienen más probabilidades de ser pobres por carencias en derechos los
adolescentes (73,5% de los que tienen 12 a 17 años frente al 60,8% de los que
tienen 4 a 12), los que viven con solo uno de sus padres (70,9% frente al
62,3%), los que pertenecen a un hogar del estrato trabajador marginal (84,9%
frente al 23,6% de los que pertenecen al estrato medio profesional) o viven en
el conurbano bonaerense (74,8% frente al 30,2% de los que viven en CABA).
Fuente: Diario Crónica