A lo largo de muchas columnas, he explicado que no existe la objetividad como forma de comunicación. Básicamente, resulta imposible desprenderse, (a la hora de expresarse) de las formas en las que nos hemos constituido como sujetos, es decir las experiencias, la formación académica, los valores, el ámbito que nos rodea. Dicho de otro modo: la cultura nos forma de tal manera que, a la hora de comunicar, de decir algo, irremediablemente, lo dicho, lo expresado, no deja de reflejar eso que nosotros somos.
Sin embargo, es cierto que frente a esa imposibilidad de desprendernos de lo que somos, la mejor forma en la que podemos comunicarnos con nuestros lectores es a partir de la honestidad periodística, o intelectual, es decir aclararle a quien nos lee desde dónde hablamos, bajo qué líneas de pensamiento nos comunicamos. Esto, planteado desde la individualidad de quien escribe, en términos de política de medios de comunicación, se refleja a partir del lineamiento editorial que se plantee. Cada medio de comunicación se expresa a partir de una línea de pensamiento, forjado desde un interés particular, lo cual no sugiere que no exista verdad en lo que el medio cuente, sino que esa verdad expresada, también es el resultado de una construcción a partir de la dirección editorial que el medio refleje.
Esta situación es vivenciada por los argentinos a partir del conflicto Clarín- Gobierno Nacional, la expresión más cruda de que los medios de comunicación también responden a intereses particulares; lejos de ser independientes u objetivos como manifiestan, todas sus acciones giran en un sentido particular. En general, esto resulta imperceptible, salvo en aquellas situaciones donde el interés manifiesto es exacerbado, como en el caso Clarín, donde claramente se ha constituido como un grupo de medios en oposición al gobierno. Sin embargo, en la mayoría de los casos no alcanzamos a darnos cuenta de las operaciones mediáticas dirigidas en un sentido u otro, básicamente porque la información está preparada de tal forma que no se percibe como tal.
Esta situación a la que estamos expuestos, quizás se vea más clara en tiempos donde la disputa electoral obliga a tomar posiciones mas explícitas. Por ejemplo, quien escribe, Rodrigo Hinojosa, hace uso del texto para expresarse siempre en un sentido político determinado: con total honestidad me expreso claramente en favor del peronismo, lo cual no quita que cuestione lo que desde mi punto de vista está mal, pero le hago saber al lector que le hablo desde un lugar específico. Sin embargo, hay medios y columnistas que lejos están de aclararle al lector desde dónde es que opinan. Por dar un ejemplo, Gabriel Conte, director y columnista de un medio muy importante de Mendoza, se ha dedicado sistemáticamente a cuestionar la gestión de Paco Pérez en la gobernación; presentando la información, como un “periodista independiente”, no ha escatimado recursos en cuestionar al actual gobernador. Lo que Conte no aclara es que él (sí, el propio Conte) fue Subsecretario del Ministerio de Seguridad en gobiernos radicales, es decir que, cae de maduro que sus expresiones tienen una línea política específica.
Asimismo, (y siguiendo con los ejemplos) del mismo diario y de algunos otros, hay que decir que, desde hace un tiempo no dan ninguna mala noticia vinculada a las gestiones radicales en Godoy Cruz y la Capital de Mendoza; al parecer, para estos medios, que difunden en forma permanente “malas noticias”, pareciera que en los departamentos mencionados todo transcurre cual si fuera un paraíso comunal. Lo cierto de todo esto es que el periodismo independiente y objetivo no existe, todos estamos empapados de algún interés particular, específico, que nos imprime una mirada determinada sobre las cosas. Pero además, los medios de comunicación, en su mayoría, responden claramente a lineamientos políticos y económicos, que los lleva a presentar la información de una manera determinada. Es en este sentido, es imprescindible que los receptores de los mensajes (lectores, oyentes, espectadores), recurran necesariamente a distintas fuentes de información, que den, al menos, una mirada más amplia de los temas, y que ponga a los “informados” en una situación de “empoderamiento informativo”, capaz de discernir sobre lo qué se dice, pero también sobre lo que no se dice. Seguramente desde ahí construiremos una vida democrática más clara y sobre todo, más honesta.
Rodrigo Hinojosa