Por Juan Jofré
Alguna vez un hombre grande me dijo “los malos llegan hasta donde los buenos se lo permiten”. Siendo un niño, esa frase me pareció absolutamente estúpida. Consideré que esa persona no me entendía. Para mis adentros pensé que este tipo nunca se había sentido inferior ante la fuerza de otro que te impone algo injustamente.
Nuevamente esta frase entra en mi cabeza, pero ahora se me aparece como algo real, como una verdad, como un conjunto de palabras que me sirve para explicar cosas que pasan en mi querido pueblo.
Matones, patotas, amenazas, cruces radiales y denuncias que van y vienen frente a otro acto eleccionario.
La democracia no es eso, absolutamente no lo es.
Pensé mil veces si escribir o no esto, porque decir lo que digo puede servir de argumento para aquellos que permanentemente escriben y hablan contra la democracia y pregonan un regreso a lo peor de lo peor. Finalmente me decido porque creo que el lector no es un estúpido y que va a saber diferenciar y entender que la violencia no es sinónimo de democracia, ni siquiera una cara propia.
La violencia en la política aparece cuando hay grupos que defienden intereses particulares y no son capaces de defender sus posturas por medio de argumentaciones. No saben construir poder y lo quieren hacer por medio de la fuerza y el miedo: como lo hacen las mafias.
Los aprietes y campañas sucias sobreviven porque no hemos podido como sociedad desterrar para siempre a los grupos que pretenden manejar un pueblo silenciando y prohibiendo, utilizando la violencia y la corrupción para asegurar negocios para ellos, sus familias y amigos.
Estos sectores que reaparecen a “la hora de los bifes”, tienen muy en claro que detestan a los jóvenes que piensan, que proponen ideas y participan. Saben perfectamente que lo que ellos hacen como política no se les puede contar a los hijos ni mostrarse a luz del día.
Los bienpensantes, buena gente, trabajadores, estudiantes, amas de casa, comerciantes honestos y empresarios del esfuerzo real (no los que han heredado sospechosas riquezas), se diferencian de los que intentan imponer la violencia como método para construir o sostener ciertos espacios de poder, pero no han logrado todavía descubrir el modo de que esto desaparezca definitivamente.
Quizás el tiempo, la madurez de un pueblo que poco a poco va aprendiendo a votar y a elegir lo consiga. Quizás sea necesario que condenemos con más fuerza esas prácticas. Quizás es el momento de que los “buenos” nos plantemos pacífica pero firmemente y votemos con la convicción y el compromiso con una verdadera democracia.
Pero atento ciudadano, no solo son violentos, también son muy hábiles. Porque generalmente el que tiene patotas en la sombra es el que habla de pluralismos y tolerancia todo el tiempo, sin mostrar en sus actos ni un poquito de lo que dicen sus palabras. Para ejemplo sobra Macri: el paladín por excelencia del “diálogo”, es incapaz de sentarse con enfermeros, doctores y maestros a explicarles por qué los fondos públicos para publicidad, medicina y educación privada han crecido en forma sostenida durante su gobierno al mismo tiempo que disminuyeron los dineros destinados a lo público. Además tenía sus patotas que golpeaban a los indigentes y las mafias que se dedican a espiar a opositores. Por esta clase de acciones se encuentra hoy procesado.
Nosotros en nuestras tierras no tenemos políticos procesados por cometer algún delito, porque mucha gente teme denunciar. Ahora que algunos se animan quizás pronto tendremos novedades en ese sentido.
Lo que sería por demás interesante, es que además de recibir la condena judicial correspondiente, empecemos a ejercer la condena social, nos decidamos de una buena vez a decir lo que pensamos, a militar en política con ideas, palabras, proyectos, y alcancemos como pueblo la madurez como para, por lo menos, impedir que estos grupos mafiosos nos gobiernen.
Un comentario
Quiero felicitar al autor de ésta nota y me identifico totalmente con ella. Obviamente se que sabrán deducir quien soy. Es un compromiso de todos revertir esta situación, desde la política, el periodismo, la justicia y por último desde la gente. De no ser así, siempre nos quejaremos de lo mismo.
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