Pareciera redundante escribir varias de las ideas que se verterán en la presente. Son sólo ideas u opiniones, aunque el fin de ellas es el bienestar de todos.
Desde hace unos meses hemos estado hablando del dólar, tema que ya se trató aquí. Se han dicho y hecho innumerables frases y acciones, pero lo cierto es que el problema de fondo es la inflación.
Porque existe inflación el dólar paralelo está por arriba del oficial, porque existe inflación en muchos sectores de la economía se ha cortado la cadena de pagos. Podríamos continuar enumerando los problemas que se generan o acrecientan con la inflación, pero en principio nos preguntaremos por qué se produce.
La causa es un cúmulo de variables a tener en cuenta pero la fundamental es la confianza, tan sencillo y simple como ese sentimiento que tenemos al darle la tranquilidad o no a alguna persona, objeto, razón o circunstancia. La sensación de creer en algo básicamente le da valor a eso, uno puede valorar personas, objetos y situaciones porque en definitiva siempre se paga un precio por lo que uno valora.
A cualquier precio uno respalda a su hijo/a, a su padre, a su madre, a su esposo, novia, novio, etc. Pero uno hace aquello porque valora en éste caso a las personas. Pero, ¿por qué cree? Porque existe confianza, porque esa persona es creíble. Uno le da confianza al socio o al empleado y esa confianza se paga en un sueldo, en una ganancia. Permanentemente vivimos dando votos de confianza a ajenos y propios.
Ahora piensen, ¿qué ocurriría si el destino de esa confianza fuera el dinero? Básicamente si todos confiaran en un mismo dinero, ese dinero tendría valor y todos querrían tenerlo porque compraría mayor cantidad de bienes y servicios. Así, la inflación sólo es un problema de credibilidad, de confianza.
Entonces pregunto, ¿por qué no confiar en nuestra moneda? Cada uno depositó un voto, una confianza en un partido diferente y lo hacemos en la vida cotidiana. Pero, ¿por qué no confiar en nuestro dinero?
No importa si este gobierno o el que fuera no genera el contexto en su totalidad para poder confiar plenamente en nuestra moneda, lo que importa es que sigamos creyendo. De esta manera allanaremos el camino al que posea la decisión monetaria, fiscal y económica para luego poder exigirle que mejore su gestión. El puntapié inicial depende de nuestra confianza.
Por qué creer que inevitablemente habrá una situación de crisis, por qué no ser optimista y justificar nuestros actos con los desarreglos ajenos, por qué no creer en nosotros, en los otros y en definitiva en el gobierno. No hablo de oficialismo, hablo de creer en un país, en su moneda y en su gente.
Si creemos con optimismo cada cosa en la que creamos tendrá más valor. No dejemos la realidad de los precios, de la seguridad y la salud. Tomemos la realidad con optimismo, con pasión, y con la satisfacción de creer que lejos de ocurrir un espasmo social habrá un cúmulo de personas que haremos todo lo posible para seguir confiando, creyendo y evitando males macroeconómicos peores.
Recientemente leí un artículo de un diario del vecino país de Chile donde nos describen como personas que creemos en nosotros mismos y que por eso que tenemos una tendencia al “somos los mejores” y al “yo me la sé toda”. Por eso, a pesar de muchas situaciones vividas, siempre salimos a flote.
Argentina y Mendoza tienen gente que cree en sí misma. No dejemos pasar la oportunidad de creer que algo mejor está por venir, que no habrán mayores problemas y que los existentes se superarán confiando en nosotros mismos y en el otro. Creo que nos espera algo muy bueno, simplemente porque así lo creo.