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Opinión: “La vaca, razones para no robársela”

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La vacaDice un político que dice la gente que en este país les va mejor a los chorros que a los que nos matamos laburando todo el día y que vivimos encarcelados en nuestras casas. Dice el diario que dice la gente que las ratas entran por una puerta y que salen por la otra. Los derechos humanos son sólo para los delincuentes, dicen en internet que dice la gente. La radio dice que dice la gente que las pocas lacras que van presos viven de lujo, que tienen techo, luz, agua, gas y comida gratis, que hasta les pagan por estar todo el día viendo televisión y escuchar lo que dice la gente de ellos.
Todo parece indicar, por lo que dice la gente, que los beneficios de transgredir la ley son amplísimos, sólo hace falta determinación, un poco de agallas, despojarse de cualquier valoración moral o ética y lanzarse a la calle en estado de inconsciente sinvergüenza, dejando de ser gente para convertirse en delincuente.

Decía un casi ingeniero facho de apellido Blumberg, de nombre Carlos, que decía la gente que había que prohibir las excarcelaciones, que todos los sospechosos tenían que ir presos, que había que endurecer las penas porque los delincuentes leían el código penal antes de salir a matar, a violar, a robar y sabían cómo zafar gracias a la letra y el espíritu de las leyes garantistas.

En el código penal, ese librito sancionado por los representantes de la gente que poco o nada lee la gente, dice que los delincuentes pueden ser penados con reclusión, prisión, multa e inhabilitación por delitos contra las personas, el honor, la integridad sexual, el estado civil, la libertad, la propiedad, la seguridad, el orden y los poderes públicos, la administración y la fe pública y el orden económico y financiero.

Lo que no dicen los propaladores del decir de la gente que leer el código penal para ser un truhán no es una guía muy práctica, que no ayuda mucho para una eficiente elección sobre qué delitos cometer para asegurarse una menor estadía en la cárcel o eludirla por completo.

Hice la prueba de leer, artículo por artículo, para corroborar sin tutores de la gente lo que dice el código. En general no recibí mayores novedades salvo una sorpresiva revelación no advertida por la televisión, ni los diarios, ni internet, ni la radio, ni el sentido común que todos tenemos, según dice la gente.

Cerré el finito código penal rojo con una certeza: cuando le haga caso a lo que dice la gente y me decida a acogerme a los beneficios de ser ladrón, me voy a robar las zapatillas más caras del planeta, el celular más pindonga, el auto más falo y rojo que haya, todas las sucursales de los bancos extranjeros, voy a reventar mil cajeros automáticos y chorear cada uno de los supermercados, pero, jamás de los jamases, voy a robarme una vaca.

“Será reprimido con prisión de 2 a 6 años el que se apoderare ilegítimamente de una o más cabezas de ganado mayor o menor, total o parcialmente ajeno, que se encontrare en establecimientos rurales o, en ocasión de su transporte…”, dice el artículo 167 ter del código penal.

Mucho menos se me ocurra robarme cinco o más vacas, llevármelas en mi camión y arriesgarme a los lujos de la cárcel por 3 a 8 años. Ni mucho menos que menos se me pase por la cabeza invitar a un par de amigos a sacarle a pasear cinco o más vacas a un estanciero y poder recibir una condena de prisión de hasta 10 años.

Dice el código que quien cometa abigeato -nombre técnico que recibe el hurto o robo de cabezas de ganado, que pueden ser vacas, caballos, mulas, ovejas, cabras, chivos, o chanchos- puede recibir penas más altas que quien explote laboralmente a un niño, que el estafador, el usurero o quien instigue a cometer delitos… Es tan grave robarse una vaca como rebelarse contra el gobierno nacional, armar una provincia contra otra, alzarse en armas para cambiar la Constitución local o deponer alguno de los poderes públicos de una provincia o territorio federal.

Dice el código penal que puede pasarse 10 años en cana una banda de tres o más cuatreros que se apoderaren de las cabezas de ganado ajenas. La misma pena máxima que podría tener un lavador de guita mal habida: “…el que convirtiere, transfiriere, administrare, vendiere, gravare, disimulare o de cualquier otro modo pusiere en circulación en el mercado, bienes provenientes de un ilícito penal, con la consecuencia posible de que el origen de los bienes originarios o los subrogantes adquieran la apariencia de un origen lícito, y siempre que su valor supere la suma de $ 300.000, sea en un solo acto o por la reiteración de hechos diversos vinculados entre sí.”, dice el art. 303.

No lo dice la gente, ni los medios que la interpretan, te lo dice el código penal: nunca te robés una cabeza de ganado, ni dos, ni tres, mucho menos cinco. Porque la cárcel, dice la gente, es para los pobres ladrones de gallinas, pero la ley penal para los que tienen la vaca atada.

 

Por Ricardo Nasif en Facebook y La 5ta Pata

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