La madre lidiaba con su niño en la cola del Correo Argentino, mientras esperaban para cobrar el salario familiar. Ítalo con sus cuatro o cinco años corría por el pasillo, se subía sobre los bancos y se arrastraba por el piso, desoyendo todas las recomendaciones y amenazas de su madre: “Ítalo, vení para acá. Ítalo, por favor mi´jito, no corrás que te vas a golpear. Se va a enojar el señor, Ítalo. Ítalo, bajate de ahí ahora mismo sino ya vas a ver cuando lleguemos a la casa…” Hasta que lo cazaron del brazo e Ítalo quedó quietito y enojado al lado de su madre esperando el turno.
En eso un señor dejó una parva de diarios gratuitos sobre el mostrador. La madre inclinó la cabeza hacia el costado mirando al hijo colgado de su pierna y le pidió con igual cariño que énfasis: “Ítalo, amargame la vida un poquito: traeme un diario”.
Y sí, pocas cosas deban amargarnos tanto la vida como leer el diario. La realidad es amarga, pero no sé por qué me tinca que los medios dominantes se empeñan en hacer el recorte de lo más amargo posible, escondiendo o invisibilizando aquellas noticias que al menos nos lleven a sospechar que algo bueno puede estar sucediendo.
El 1 de mayo pasado el gobernador de Mendoza Paco Pérez dio su habitual discurso en la Legislatura ante los diputados, senadores y quienes quisiéramos seguirlo por radio y TV. En uno de los párrafos de su exposición dijo: “Nos llena de orgullo a todos los mendocinos lograr una reducción sostenida de la mortalidad infantil en los últimos tres años. En el año 2012 alcanzamos la cifra histórica de 9,3 por mil. En el año 2013, con datos provisorios alcanzaríamos una tasa por debajo de ese porcentaje lo que significaría una mejora interanual alcanzando nuevamente la cifra más baja de la historia, la que esperamos y redoblamos esfuerzos para seguir disminuyendo.”
No debe haber novedad más importante que el descenso de la tasa de mortalidad infantil. La máxima virtud que puede tener una sociedad está definida por cómo protege los derechos de sus pibes. Es por eso que habla muy bien de nosotros que hayamos bajado al mínimo histórico el riesgo que tiene un bebé de morir antes de llegar al primer año de vida. Nunca antes le habíamos dado tanta seguridad -sí ¡seguridad!- a un bebé ante la posibilidad de la muerte. Porque seguridad no son sólo policías, armas, móviles, cámaras de seguridad, alarmas, concertinas, vidrios molidos en los muros, paranoia colectiva y cárceles, es por sobre todas las cosas el resguardo de la salud y la vida de los más débiles, a quienes enferman y matan fundamentalmente las deficiencias económicas, sociales, educativas y sanitarias que aún persisten.
Pero parece que a los dueños de los diarios mendocinos, tan llenos de muerte, morbilidad y morbo, este tema no les pareció demasiado importante.
El Diario Uno, por ejemplo, no se hizo eco de la noticia generada en Mendoza pero sí el 3 de mayo publicó: “Desde 1970 hasta la actualidad, la mortalidad infantil en Argentina se redujo un 75 por ciento. La buena noticia se publicó en la prestigiosa revista The Lacent a partir de dos análisis sistemáticos realizados por el Instituto de Medición y la Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington…”. Claro, una cosa es la voz del gobernador de Mendoza, muy otra la palabra sacralizada de una revista norteamericana.
El diario MDZ Online, el mismo 1 de mayo hizo un punteo sobre los principales aspectos abordados por nuestro primer mandatario entre los que incluyó la mención del descenso de la mortalidad, pero sin énfasis alguno. El 5 de mayo replicó la misma nota de los EE UU publicada por el Uno. Es curioso, hace dos años MDZ tituló un artículo: “Hablar de lo importante: los datos sobre mortalidad infantil en Mendoza”. Hoy parece que lo importante dejó de serlo.
Para el diario Los Andes la mejor noticia de este año no existió, absolutamente nada dijo al respecto. Lo interesante es que, si hacemos una mirada retrospectiva sobre sus propios archivos digitales en los últimos años, vamos a poder ver con claridad que ha sido una decisión editorial borrar este tipo de informaciones auspiciosas de sus tapas.
“Las buenas noticias deben ir desapareciendo de la tapa”, pareciera ser el principio periodístico rector de Los Andes.
El diario El Sol tampoco priorizó el tema en su portada pero fue el único medio gráfico de amplia difusión que publicó este año una nota muy interesante sobre el descenso de la mortalidad infantil en Mendoza.
La posibilidad de la muerte de los más pequeños responde a distintas causas, buena parte de ellas evitables. Uno de los condicionamientos más importantes es la pobreza y el conjunto de carencias económicas, sociales y culturales vinculados a ella. Está comprobado, por ejemplo, que un niño nacido en una familia de escasos recursos y con padres sin escolarización tiene mayor riesgo de fallecer que un bebé que viva en mejores condiciones.
Podríamos decir que mientras más crecimiento económico tenga un país o una provincia menores pueden ser sus tasas de mortalidad infantil. Sin embargo no basta con que suba el PBI para que la mortalidad caiga.
Mendoza, por ejemplo, a fines del siglo XIX –años de predominio del conservadurismo- tuvo un desarrollo más que significativo en la participación en el PBI nacional. Sin embargo el día a día de la gran mayoría de la población no reflejaba ese crecimiento.
Los olvidados del “progreso”, por miles, vivían en indignas e insalubres condiciones. El hacinamiento de inmigrantes en las ciudades, la carencia de alimentos en cantidad y calidad, la provisión de agua contaminada por materia fecal, la contaminación del suelo, la construcción de casas con adobe impregnado de excrementos y basura, todo ello, creó el entorno para la proliferación de las enfermedades y la muerte en los núcleos urbanos.
Nos dice el Dr. Emilio Coni en un informe sanitario de 1897: “…La acequia que penetraba en el Hospital San Antonio servía de cloaca de todos los residuos de los enfermos y el Hospital. A escasa distancia más abajo, la gente tomaba de esa misma agua (…) De 3.200 casa relevadas 1.600 poseían servicios de agua corriente y sólo 119 inodoros. Cerca del 30% derramaba sus excrementos en las acequias, patios, huertas…”
El progreso económico no derramaba prosperidad sobre la muerte masiva y cotidiana que castigaba particularmente a los niños de menor edad. En 1987, por ejemplo, casi el 60% de las defunciones pertenecían a mortalidad infantil.
En 2005 analicé cerca de dos mil partidas de nacimientos y defunciones del Registro Civil de Tunuyán, desde 1894 hasta 1903. Estos son algunos de los datos que obtuve:
• El 34% de los fallecidos no llegaron a cumplir 1 año.
• El 56% de los fallecidos no llegaron a cumplir 11 años.
• La tasa de mortalidad infantil del decenio fue de 143 por mil.
• La mortalidad se mantuvo más o menos estable durante los diez años
“De nada sirven las riquezas de un país si él está diezmado por la enfermedad y la muerte.”, decía entonces el Dr. Coni. Podemos agregar hoy: de nada alcanzaría el PBI, la recaudación fiscal, las exportaciones, las retenciones a la soja y las reservas financieras de una nación, si las políticas públicas no procuraran la justicia social.
La disminución año tras año de la mortalidad infantil es el reflejo más luminoso del camino sostenido hacia una Argentina y una Mendoza mucho más justas. Una razón fundamental para no amargarnos tanto la vida.
Ricardo Nasif (La noticia del año)