Remontarse a buscar los orígenes del maltrato hacia la mujer, sería equivalente a revisionar la historia de la humanidad desde sus anales. Pensemos simplemente, enfocados en la tradición judeo-cristiana, que la culpa de que Dios nos haya desterrado del paraíso terrenal recae exclusivamente en Eva. Adán, santo varón.
Desde los inicios de la vida en la tierra se ha asociado a la mujer con el mal, la perversión, el deseo, la debilidad y la inferioridad, entre otros grandes males. Cuántas veces escuchamos ante una denuncia por abuso “algo habrá hecho” o “qué querés, si estaba vestida como una atorranta”, y una de las más repetidas; “seguro que lo provocó”. Todas expresiones que son como el lavado de manos de Judas y recaen en la víctima y no en el victimario.
A la víctima se la re victimiza hasta doblegarla a la nada. Parece un juego de palabras, pero es la triste realidad que aún hoy se observa en la sociedad. Pero vayamos al qué de la cuestión, remontemos nuestra mente a un siglo y monedas atrás.
Satán y sus chicas
El pobre Dios, sin comerla ni beberla durante siglos fue secuestrado por los que ostentaban el poder. En la Edad Media el Papa Inocencio IV se agarró de la visión de San Agustín sobre los dos mundos, la ciudad de Dios y la de Satán. Resumiendo, o se estaba con Dios o se estaba con Satán. Todo lo que quedaba fuera de la ciudad de Dios era dominio satánico.
Fue a raíz de la visión de San Agustín (que había armado este discurso 1000 años antes) que el pastor de Roma decidió consagrar la inquisición a la lucha contra el enemigo (Satán en hebreo significa enemigo). Luego de haber matado a los cátaros, los templarios, los gays y unos cuantos herejes más, se dieron cuenta que Satán no aparecía por ningún lado. Se estaban quedando sin mercancía contra quien arremeter. Entonces nació la teoría del “Pacto Satánico”. Ésta sostenía que Satán no trabajaba sólo, que había armado un ejército de humanos inferiores, “las mujeres”. Justificaban que al haber sido creadas de la costilla del hombre, eran menos inteligentes y poseían menos fe. Y como eran consideradas poco menos que tontas, el diablo las tentaba con sólo guiñarles el ojo. No había más remedio que incinerarlas y que el fuego les purificara el alma para que volvieran a la ciudad de Dios.
Hoy, un siglo y medio más tarde, esta teoría provoca espanto y nadie en su sano juicio enarbolaría la bandera de esa tesis. Pero el discurso se modificó. Ya no se incineran a las mujeres por brujas. El maltrato cambió su forma pero sigue existiendo en el “mundo civilizado” nuestro de cada día.
El agravio es denunciado con mayor asiduidad, pero muchas veces las denuncias caen en saco roto y el final para esa persona es seguramente la muerte o una vida miserable de vejaciones. Aclaro que cuando se habla de vejación no necesariamente se trata de abuso sexual. La violencia de género posee varias caras y provoca el mismo daño, rebaja la identidad de la persona hasta convertirla en un estropajo viviente, convirtiéndose con cada maltrato en zombies sin uso de la voluntad.
Esa cosita linda llamada mujer
Si bien la batalla por la igualdad de género ha obtenido algunos logros, esta lucha recién empieza. Los medios masivos de comunicación son uno de los propagadores de la cosificación de la mujer, la toman como un objeto sexual para vender productos, un paquete o un valor agregado (al parecer si los productos o servicios no crean fantasías sexuales no sirven para nada).
Parece que actualmente la cosificación de la mujer se ha vuelto más relevante, en una sociedad devorada por el consumismo y donde las mujeres han pasado a convertirse en una mercancía dedicada al disfrute, generalmente del hombre. Esta forma de violencia simbólica, que resulta casi imperceptible, somete a todo el género a través de la publicidad, las revistas, las series de televisión, las películas, los videojuegos, los videos musicales, las noticias, etc.
La cosificación es el acto de representar o tratar a una persona como a una cosa no pensante, que puede ser usada como uno desee. Y más concretamente, la cosificación sexual consiste en representar o tratar a una persona como un objeto sexual, ignorando sus cualidades y habilidades intelectuales y personales, reduciéndolas a meros instrumentos para el deleite sexual de otra persona.
Vivimos en una sociedad patriarcal, con influjos severos de machismo. Debemos luchar contra la violencia simbólica que existe en la sociedad y que somete y degrada a la mujer, hasta volverla una simple cosita linda.
Cecilia Figueira
Bibliografía
Zaffaroni Raúl, “La cuestión criminal”, Ed. Planeta, Buenos Aires, 2002.
Un comentario
Muy buena nota!!! muy cierto lo que dice y resalto que como sociedad tenemos que seguir luchando contra la violencia de genero ya que cientos de mujeres a pesar de estar en el 2014 siguen sufriendo maltratos de todo tipo..
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