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Opinión: “Educación y disciplina”

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maestro autoritarioLa Provincia de Mendoza ha realizado cambios en el modo de educar la disciplina (de la conducta) en los adolescentes de las escuelas secundarias. Una nueva Resolución de DGE cambia el sistema de convivencia, reemplazando las amonestaciones por un sistema menos conductista.

Aparecen por miles los que se oponen a este cambio. Están por un lado los que defienden el sistema de amonestaciones, y por otro los que proponen directamente eliminar las formas de sancionar para educar la disciplina.

A los segundos, les dedicaré solo unos renglones, porque son los menos, y los que menos difusión tienen en los medios de comunicación, y por ende, los autores de un discurso que poca circulación tiene en los colegios.

La formación de una disciplina, del control de los impulsos, y la propuesta de ciertos valores mínimos para la vida en comunidad, son indispensables en la educación de las jóvenes generaciones, por lo menos mientras sigamos viviendo en este tipo de sociedades organizadas. Por lo tanto, sus planteos no sé si son erróneos, pero si puedo decir que no tienen asidero en nuestra realidad actual.

Para los segundos, defensores de un sistema de amonestaciones, tengo un par de cosas que me gustaría plantearles.

El sistema de las amonestaciones como las principales sanciones en un sistema que regula la convivencia, es no solo antiguo, sino perverso. Es antiguo porque se basa en principios de la psicología conductista, utilizada para el disciplinamiento de ciudadanos obedientes en otros contextos. Para esta corriente, la autoridad (alguien con el poder suficiente) puede modificar la conducta  de otro por medio de la utilización de premios y castigos. Esto solo “funciona” cuando hay un contexto represivo, donde la autoridad ejerce su poder verticalmente, y donde el receptor de las órdenes no tiene posibilidades de plantear su disidencia.

Es perverso porque sigue negando la libertad. La utilización de ese sistema de castigos apunta a formar una disciplina de obediencia, que nada tiene que ver con la formación en una disciplina de la libertad que necesitamos en tiempos democráticos.

En nuestro actual momento histórico, donde los espacios de participación no solo se amplían en cantidad, sino en significativa profundidad, no podemos seguir formando sujetos que sepan obedecer y desconozcan los modos de participar, disentir, evaluar críticamente y sobre todo DECIDIR.

La formación de la disciplina, en nuestros días, debe ir necesariamente apuntada a la formación de sujetos libres, que sepan utilizar esa libertad para tomar las decisiones que más se acerquen a un bien común. Necesitamos formarlos en la solidaridad y en la capacidad reflexiva.

No podemos seguir formando en el si porque sí y el no porque no. No podemos como docentes pretender imponer un orden por la sola posición de autoridad que nos es dada formalmente. Necesitamos capacitarnos, formarnos como educadores democráticos y para la democracia.

La autoridad, en tiempos democráticos, se ejerce mediante la persuasión, no mediante la imposición. La autoridad docente debe estar basada en sus conocimientos. No solo los conocimientos sobre el campo del saber que enseño, sino también los saberes pedagógicos que me permiten enseñar. Entre esos saberes pedagógicos, sobresale hoy la capacidad de manejo de grupo.

No estoy diciendo que no se necesitan límites. Al contario, lo sostengo. Pero el límite debe ser mostrado con amor y con razón. Debemos justificar, fundamentar por qué hay cosas que se pueden hacer y cosas que no.

Un docente que basa su autoridad en la amenaza de las amonestaciones o de la expulsión, es un docente que no tiene conocimientos sobre cómo ejercer la autoridad democráticamente. Los pibes no son nuestros enemigos, son personas que comparten con nosotros un tiempo y un espacio, y sobre los cuales tenemos la responsabilidad de formarlos en conocimientos y prácticas que les permitan decidir por el bien a la hora de actuar.

Debemos enseñar a nuestros chicos a que tomen decisiones, que puedan reflexionar cuando se equivocan, que puedan reparar un daño, que ayuden a quien necesita de la ayuda de los otros para mejorar su modo de conducirse por la vida.

Tristemente he escuchado mil zonceras y leído posiciones sin fundamentos en estos últimos días. La de un senador provincial del PRO fue aberrante. Propone directamente apartar a quienes no se adaptan. Eso no es ninguna solución, es sacarse el problema de encima. No me extraña de alguien que está parado ideológicamente en la derecha reaccionaria, que pretende una sociedad competitiva donde los seres humanos somos todos potenciales enemigos.

Pues si queremos formar una sociedad democrática y solidaria, debemos aprender a ejercer la autoridad de ese modo. Hay que preocuparse por la indisciplina, hay que abordar sus causas, poniendo siempre por delante el cuidado y la protección de los jóvenes.

Este mismo senador decía que esta resolución ata a los docentes de pies y manos. Al contrario, nos desata para que podamos acercarnos mucho más a los jóvenes.

El termino disciplina significa “desarrollo pleno”, y a eso hay que apuntar. Quien se forma para obedecer no se desarrolla plenamente, actúa de acuerdo a las reglas cuando haya alguien que lo controle y opta por el bien porque tiene presente la amenaza de la sanción, no porque elige ese bien. Los formados para obedecer exceden la velocidad cuando no hay controles policiales, o evaden impuestos si no tienen a los sabuesos de la AFIP arriba de ellos.

Los que se forman en libertad eligen regular la velocidad porque saben del peligro que significa para ellos y para los demás; y pagan sus impuestos porque son concientes de las acciones solidarias que se generan con ese dinero.

Lamentablemente, mi opinión y la de muchos que coinciden (y escriben mejor que yo), solo circulará por este medio y quizás por las redes sociales. Algunos amigos y docentes lo difundirán, pero no tendrá ni un segundo en los grandes medios. Así, la opinión pública sigue recibiendo mensajes fascistas, elitistas, opresores y vacíos.

Lo primero para poder formar a otra persona, es amarla. Es considerar que ese otro es capaz de desarrollarse, de formarse libremente. Debemos darles la oportunidad a los jóvenes de que se expresen, que manifiesten sus posturas, que reflexionen, que dialoguen entre ellos y con los adultos, que alcancen acuerdos, que respeten las diferencias.

No podemos continuar pretendiendo imponer. Eso ha quedado en la historia, y ojalá que para siempre. No podemos seguir en posiciones conservadoras en pleno siglo XXI.

Mendoza tuvo educadores ejemplares que hace cien años planteaban esto mismo que hoy defiendo. Carlos Vergara, Florencia Fossatti, Agustín Álvarez o Leónidas Aguirre entre otros, estarían orgullosos y felices de que la sociedad mendocina que los juzgó y mal trató, hoy avance hacia paradigmas más democráticos y menos autoritarios.

La escuela no puede seguir quedándose en la historia, debe ir a la par (o mejor adelante) de las cosas que pasan. Caso contrario seguiremos llorando por los rincones de la moralina cuando pasen cosas que deberíamos haber previsto.

Por Juan Jofre

Un comentario

  1. «La autoridad, en tiempos democráticos, se ejerce mediante la persuasión, no mediante la imposición. La autoridad docente debe estar basada en sus conocimientos. No solo los conocimientos sobre el campo del saber que enseño, sino también los saberes pedagógicos que me permiten enseñar.» Excelente reflexión compadre! Totalmente de acuerdo, muy buena nota.

    PD: Me parece que hay un error de orden desde el 3º párrafo cuando empezas a nombrar los primeros y los segundos.

    Abrazo!

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