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Movilización y sorpresa en Brasil

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Las movilizaciones de las últimas semanas en Brasil, encabezadas por jóvenes, ponen en evidencia, a partir del intento de aumento del transporte público, las contradicciones de un modelo que, si bien ha avanzado en la democratización de la sociedad, todavía tiene deudas pendientes, especialmente con la juventud.

Quienquiera que busque encontrar interpretaciones acabadas de las movilizaciones de las últimas semanas en Brasil seguramente estará dando una interpretación reduccionista de lo que sucede en las principales ciudades del país. El detonante del movimiento fue el aumento -pequeño en cifras- de las tarifas de transporte público, pero ya en sus comienzos se autodenominaba como “de pase libre”, esto es, reivindicando el derecho al transporte como derecho público y que, como tal, debiera ser gratuito.

Fueron básicamente jóvenes. El principal programa televisivo de debates invitó a dos líderes del movimiento -porque sí, el movimiento tiene liderazgos-, los dos, un chico y una chica, estudiantes de derecho y de historia de la Universidad de San Paulo, por lo tanto, originarios del medio estudiantil. Muy politizados, de izquierda, no antipartidarios, con conciencia de los intentos de la derecha -vía medios de comunicación- de utilizarlos en contra del gobierno.

Las manifestaciones se replicaron prácticamente por todas las grandes ciudades brasileñas -empezando por la rica y con mayores contrastes y dificultades de la vida urbana, San Paulo-, lo que revela el grado y la intensidad de las contradicciones sociales en las metrópolis brasileñas.

Brasil -el país más desigual del continente, más desigual del mundo- en los últimos diez anos atraviesa un proceso formidable de democratización social, que ha cambiado radicalmente la fisionomía de su sociedad, a favor de los más pobres. Sobre eso no queda ninguna duda.

Pero, en ese marco, no hay políticas para la juventud por parte del gobierno federal. Consultados, seguramente la gran mayoría de los jóvenes vota al candidato del gobierno. Pero, sobretodo por los efectos de la mejoría en la situación general de las familias, así como por la existencia de muchos más cupos en las universidades, y también más puestos de trabajo.

Sin embargo, los temas específicos de la juventud no son atendidos por programas dirigidos directamente hacia ella. Ni respecto a la descriminalización de las drogas livianas, ni respecto a la legalización del aborto, entre otras cuestiones.

El mayor líder político que Brasil ha tenido -Lula- no tiene un discurso específico hacia los jóvenes, no dialoga directamente con ellos.

El movimiento logró su primer objetivo, con la cancelación del aumento de las tarifas públicas. Haber logrado conquistar ese objetivo genera más ánimo al movimiento para seguir adelante.

La oposición -los medios privados, que hacen como de partido da la oposición- pasó de condenar a las movilizaciones a promoverlas de manera desproporcionada, cuando se dio cuenta que podría desgastar al gobierno, buscando introducir sus consignas. Así como, desde otro lado, sectores extremistas trataron de terminar con las marchas, con actos generalizados de violencia, con la destrucción de espacios públicos.

El movimiento se encuentra ahora frente a la disyuntiva sobre los próximos pasos. Por su formulación original, pretende poner en debate la gratuidad del transporte público -tema mucho más complicado, porque, entre otras cosas, supondría elevar mucho los impuestos-. Pero el debate del financiamiento de los transportes públicos está planteado, lo cual es otro logro del movimiento.

En las próximas semanas se podrán mensurar los efectos que este movimiento inédito y sorprendente tendrá sobre la política brasileña.

Fuente: Télam