Tras la polémica que generó el documento publicado por la Iglesia en el que se advirtió que “Argentina está enferma de violencia”, el arzobispo de Mendoza Carlos María Franzini dialogó en una entrevista con El Cuco sobre las metáforas utilizadas en el escrito, y la intención des mismo. Se refirió además al encuentro que mantuvo en Papa Francisco con el Rabino Abraham Skorka y el líder religioso musulmán Ombar Abboud.
Como cada mes de mayo durante tres jornadas, sacerdotes de la Arquidiócesis de Mendoza se reunieron en el Hotel de Turismo de Tupungato. En este caso para profundizar los fundamentos teológicos de la Exhortación Apostólica del Papa Francisco, la “Evangelii Gaudium”, primer documento del Sumo Pontífice argentino. Para la ocasión se invitó al padre Carlos Galli de la Universidad de Teología de Buenos Aires. “Como Arquidiócesis –explicó el Arzobispo Carlos María Franzini – es el punto inicial para nuestra tarea pastoral, ya que el marco teórico que le da sustento a nuestra labor es la Exhortación del Papa”.
Durante la reunión, El Cuco Digital pudo hablar con Franzini acerca del controversial documento emitido por la Conferencia Episcopal Argentina “Felices los que trabajan por la paz “, del cual participó como redactor y que se hizo pública el 9 de mayo en la ciudad de Luján.
Los medios de comunicación centraron la declaración como una crítica directa del Episcopado al Gobierno. Sin embargo, luego de leer el documento la crítica pareciera ser dirigida a toda la sociedad. Ustedes hablan de una sociedad enferma de violencia.
Sí, es así. Pero como pasa a veces un título puede tergiversar toda una orientación. Durante una semana, los obispos nos juntamos para reflexionar y trabajar sobre las realidades. Y somos todos de diferentes puntos del país.
Fruto de este intercambio vimos la necesidad de ofrecer a nuestra sociedad algunos elementos de reflexión que nos ayuden a mirar con esperanza, con deseo de crecer nuestro presente, pero también con realismo. La esperanza cristiana no tiene nada que ver con una especie de ingenuo optimismo que ve todo color de rosa. Producto de estos diálogos es que redactamos el documento y lo titulamos “Felices los que trabajan por la paz”, usando la expresión de las bienaventuranzas.
Para echar luz sobre el tema utilizamos la metáfora de la enfermedad. Porque justamente el cuerpo está enfermo no el brazo, la pierna o el pie. Es la persona entera la que está enferma. Nos pareció útil esta metáfora para referirnos a esta enfermedad de violencia que le diagnosticamos a la Argentina.
Entonces cuando habla de cuerpo ¿se refiere al cuerpo social?
Exactamente. Dicen que para cualquier curación el primer paso es reconocernos enfermos. Si no nos hacemos cargo de que estamos enfermos de violencia, si no nos parece mal que en la Argentina mucha gente quiera tomarse la así llamada “justicia por mano propia” o que dos autos se rocen en la calle y los conductores se agarren a puñetes o que para robarle la cartera a una anciana le dan una cuchillada. Si no nos parece que el país está enfermo cuando bandas de narcotraficantes empiezan a los tiros sin importarles a quien matan en el medio. Entonces ¿qué es una sociedad enferma? Ahí es donde tenemos que hacernos cargo de esta enfermedad que nos aqueja a todos.
Pero los niveles de responsabilidad no son todos los mismos.
Por supuesto, y esto hay que decirlo. No es lo mismo la responsabilidad de quienes somos dirigentes de quien es un simple ciudadano que, en todo caso, padece más directamente. También lo decimos en el documento porque muy ligeramente se suele culpar a los más pobres de esto, como si no fueran las víctimas más directas de esta violencia que nos aqueja.
En primer lugar la exclusión social que es la primera violencia. Frente a este espiral de violencia hemos querido invitar a todos los argentinos a reconocer que la violencia brota del corazón. Dice Jesús en el Evangelio que es en el corazón de donde surgen todos los males. Entonces de este corazón violento tenemos que erradicar estos sentimientos para ir construyendo vínculos de auténtico respeto, de diálogo para ir avanzando en lo que el Papa Francisco suele decir “la cultura del encuentro”. Primero encontrarnos como hermanos, después debatir. La diversidad le hace bien a una sociedad. El segundo paso es el respeto irrestricto a la ley.
También es violencia aquellos que no respetan la Constitución Nacional o bastardean las normativas legales que rigen al país. Repito, las responsabilidades son diferentes y las consecuencias del compromiso no cumplidos son diversos pero todos tenemos algo que ver. Nos hace mucho mal estar buscando lo que el otro hace mal sin preguntarnos qué es lo que hacemos mal nosotros.
Ud como dirigente ¿por qué cree que se produce esta escalada de violencia, esta falta de tolerancia hacia el otro?
Es una convergencia de cosas, también lo decimos en el documento. Creo que ha habido una prédica dialéctica de la oposición. El que piensa distinto es mi enemigo y no mi adversario ocasional.
Algunos han hecho alarde y hasta ideología del conflicto como avance en la sociedad. Pero además creo que hay una suma de ingredientes que van desde lo social, lo económico, una sensación de frustración en un país que no logra sobreponerse a sus males de tanto tiempo. Insisto, no este gobierno o el gobierno anterior, es una historia. Estamos celebrando los Bicentenarios y también escribimos un documento donde hablamos de que el Bicentenario debería servir para dar vuelta la página de una historia, reconocer con humildad que nos hemos equivocado todos y querer sanar las heridas del pasado que nos siguen dividiendo y enemistando.
Ud habla de encuentro y considero que el mayor acto de encuentro lo realizaron el Papa Francisco, el rabino Abraham Skorka y el líder religioso musulmán Ombar Abboud en ese abrazo ecuménico que está dando la vuelta al mundo.
Exacto, el Papa Francisco es un hombre que habla a través de gestos. Y me parece que esta cultura del encuentro que él nos propone trabajar incluye y compromete en primer lugar a las religiones. A mí me gusta decirlo y le he dicho en numerosas ocasiones, que el componente religioso es parte de la persona y de toda sociedad y que cuando es bien vivida, es un factor de encuentro, de diálogo de reconciliación, de auténtica amistad social.
Ahora, hablamos de lo malo, pero resaltemos lo bueno también. La Argentina tiene una larga y pacífica historia de convivencia entre judíos, musulmanes y cristianos de distintas denominaciones. Los gestos valen si se saben leer y nos interpelan a cada uno. A mí como dirigente religioso esta foto me ha motivado a insistir una y otra vez, desde mi lugar, en que no le tengamos miedo a la dimensión religiosa de la persona. Lo religioso cuando es bien vivido, saca lo mejor de cada uno para conformar una sociedad más fraterna.
Nota y foto: colaboración Cecilia Figueira