Fortunato Ramos, maestro rural que enseñó a leer y escribir a cientos de niños y Norma Colombatto, fallecida en 2008, quien desde su escuela se opuso a excluir de las aulas a las chicas embarazadas, son referentes entrañables del oficio.
Desde Humahuaca, Fortunato Ramos se definió como «un hombre de altura» porque nació y vivió mucho tiempo «entre el cielo y la tierra», a más de 5.000 metros sobre el nivel del mar, y del otro lado del Zenta, un cordón montañoso que debía cruzarse desde las primeras horas del día «para que la noche no te atrape».
«Decidí ser maestro de un paraje llamado Santa Ana y allá fui con mis 20 años y mi acordeón, a hacerme cargo de la escuela, donde las ‘guaguas’ (niños) atravesaban largas distancias para aprender a leer y escribir», dijo el reconocido músico y poeta de 66 años, autor de cientos de poemas, entre ellos «No te rías de un colla».
Ramos contó que «en esos años la cultura colla estaba más desvalorizada, mucho más que ahora. Nadie quería ser colla, y los libros que se recibían en las escuelas nacionales, como era la 24 de Santa Ana, donde yo era maestro, nada contaban sobre nuestros niños y su forma de vida».
El Platero (y yo) de Juan Ramón Jiménez, el burrito pequeño, peludo y suave, tan blando por fuera que se diría todo de algodón, «nada tenía que ver con ese animalito que se empacaba y llevaba las cargas por los caminos de montaña, que veían a diario los niños», ejemplificó Ramos.
«Les hice dibujar y escribir a ese burrito de pelo duro, lagañoso, lloroso por tanto viento que hay en el cerro; patas flacas y orejas ‘lapas’ (caídas); triste y de apariencia mal alimentado, y panzón», contó este artista de Humahuaca, donde reside actualmente y recibe a los viajeros con su erke, sus poemas y anécdotas de cuando era maestro rural en los cerros, hace 40 años.
Ramos aseguró que «en ese momento supo que esa iba a ser su forma de enseñar: tomando las cosas que para los chicos eran cotidianas y tenían significado: era rescatar la propia forma de vida y cultura y sobre todo escribir o hablar sobre esas cosas, lo que iba a hacer que se apropien de ellas y las valoren», dijo Ramos.
Ramos defendió la educación «como una herramienta para vivir», celebró que «se haya avanzado en estos últimos años en la regionalización de la enseñanza» y confesó que para él la mejor recompensa es haber logrado que muchos de sus alumnos hoy le agradezcan esa experiencia de aprendizaje.
La historia de Norma Colombatto, que murió despúés de 40 años de docencia y de casi 20 como maestra en la Escuela de Enseñanza Media EEM N 4 del Distrito 21, frente a la Villa 20, en el barrio porteño de Lugano, está muy cerca de las ideas de Fortunato, según la sucesora y actual directora de la escuela, Martha Castellán.
«Norma, quien fue la fundadora de la escuela, le dio la impronta inclusiva que hoy los que trabajamos en ella buscamos mantener. Aquí comenzó el Programa ‘Alumnas madres y alumnos Padres’, que se aprobó para todas las escuelas de la Ciudad de Buenos Aires, donde los alumnos con hijos tienen un lugar donde dejar sus bebés mientras cursan las materias», precisó Castellán.
Para la actual directora de la 4 del 21, donde hay una buena cantidad de alumnos provenientes de Villa 20 y del predio conocido como «Papa Francisco», recientemente desalojado, «la escuela es un espacio de inclusión que cuidamos todos: los profesores, los preceptores y los alumnos».
«Norma impulsó algo que tiene un valor enorme: tratar de que los exalumnos de esta escuela siguieran estudiando y fueran ellos mismos sus docentes y preceptores», contó la docente.
Por esa razón, «cuando un chico tiene un problema con otro no es una sorpresa para la escuela porque estamos al tanto de lo que ocurre. Somos parte del barrio y nos podemos anticipar a los conflictos», detalló Castellán.
«Nada queda afuera: como hacía Norma que los llamaba a los chicos por el nombre de pila, todo lo que les pasa es también cosa nuestra, incluso los problemas», dijo la directora.
A Norma, sostuvo Castellán, «le gustaba decir que la escuela tenía la obligación de transformar la tristeza de los chicos en una fuerza distinta, y que los alumnos que tenían problemas con las drogas era porque estaban tristes».
Por creer en eso, trabajó y consiguió que «muchos de esos chicos apostaran por proyectos de vida y los que no tenían deseo de seguir estudiando encontraran esas ganas. Algunos de ellos son docentes y preceptores de esta escuela», contó Castellán.
La directora de la escuela porteña contó que desde murió Colombatto, el 31 de agosto de 2008, cada año para esa fecha, un grupo de profesores y preceptores de la escuela viaja a Gualeguaychú a ofrecer un homenaje al cementerio donde descansan los restos de la educadora popular y donde son recibidos por su familia que reside en esa ciudad entrerriana.
Fuente: Agencia Nacional de Noticias Télam