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Los atentados en serie echaron por tierra la teoría de que los terroristas son “lobos solitarios”

Soldados franceses vigilan la catedral de otre Dame en París
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Soldados franceses vigilan la catedral de Notre Dame en París
Soldados franceses vigilan la catedral de otre Dame en París

La organización terrorista difundió un video donde amenaza a Francia con nuevos ataques si París continúa bombardeando sus bases y también interpela a los musulmanes franceses a realizar ataques en territorio francés.

A nadie tomó por sorpresa la reivindicación de los atentados asumida por el grupo sunnita radical el Estado Islámico (EI). La noche de los actos terroristas, el presidente francés, François Hollande, había dicho “sabemos de dónde vienen y quiénes son”. La carta de EI, escrita en árabe y francés, dice: “Ocho hermanos con cinturones de explosivos y fusiles de asalto han atacado objetivos cuidadosamente elegidos de antemano en el corazón de la capital francesa”. El comunicado del EI clama “París ha temblado sobre sus pies” y luego advierte que “Francia y los que siguen su camino continúan siendo los principales objetivos del Estado Islámico y seguirán oliendo el olor de la muerte por haber estado a la cabeza de la cruzada, haber osado insultar a nuestro profeta, haberse vanagloriado de combatir el islam en Francia y golpear a los musulmanes en tierras del califato con sus aviones, que no les han servido de nada en las calles malolientes de París”. Antes de esta nota, la organización terrorista dirigida por Abu Bakr al Bagdadí difundió un video de nueve minutos donde amenaza a Francia con nuevos ataques si París continúa bombardeando sus bases y también interpela a los musulmanes franceses que no pueden viajar a Siria o a Irak (allí está el califato proclamado por el EI) a realizar ataques en territorio francés con cualquier medio disponible.

La guerra fue la trama narrativa de este pesado día de duelo. El presidente francés, François Hollande, advirtió que Francia actuará de forma “implacable” ante este “acto de guerra”. Más tarde, el primer ministro francés, Manuel Valls, prometió que se responderá “golpe a golpe”. El jefe del Ejecutivo agregó luego: “Porque estamos en guerra tomamos medidas excepcionales y golpearemos a este enemigo para destruirlo, acá en Francia, en Europa, y también en Siria e Irak”. Valls también admitió que había que “prepararse a otras réplicas”. La guerra interna parece ser el horizonte del EI. En una entrevista publicada por el vespertino Le Monde, Gilles Kepel, el gran especialista francés del islam y de las redes jihadistas, considera que “el Estado Islámico busca desencadenar una guerra civil en Francia”. El universitario basa su análisis en la teoría del caos interno que desemboca en un conflicto generalizado, interconfesional. Según explica en la entrevista, los líderes del EI están convencidos de que “la multiplicación de los atentados ciegos organizará el linchamiento de los musulmanes, los ataques contra las mezquitas, las agresiones contra las mujeres con velo y, así, provocará guerras entre enclaves que pondrán a Europa a sangre y fuego. Europa es percibida como el vientre blando de Occidente. Es en esa estrategia global que se inscriben los atentados de ayer”.

Por lo pronto, gracias a las huellas dactilares se supo que uno de los 8 terroristas que participaron en este road blood es de nacionalidad francesa. Se trata de un hombre de 30 años, originario de la localidad de Courcouronnes (suburbio de París) que ya figuraba en las fichas del contraespionaje francés por sus actividades ligadas al delito común y el islamismo radical. Los términos que figuran en el comunicado del Estado Islámico confirman lo que los especialistas del terrorismo presagiaban el viernes. Se trató, como lo dice el texto del EI, de una serie de atentados contra blancos “cuidadosamente elegidos” y preparados con el aporte de “expertos”, según analizó el ex jefe del Servicio de la Inteligencia francesa (DGSE) Claude Chouet. La simultaneidad, la coordinación y el evidente grado de preparación contradicen los teorías que circulaban hasta ahora acerca de que estos terroristas que pasan a la acción eran como “lobos solitarios” que actuaban sin cadena de mando, sin organización ni instrucciones precisas. El fiscal de la República, François de Molins, detalló el resumen de lo que pudo analizarse hasta ahora. De él se desprende una organización minuciosa. Molins evocó la presencia de tres equipos de terroristas que llevaron a cabo “acciones coordenadas”. Los tres comandos estaban armados con las mismas armas y llevaban en sus cinturones explosivos similares (TATP) que se activaron con dispositivos parecidos. El fiscal confirmó igualmente el hallazgo de un pasaporte sirio junto a uno de los kamikazes que se hizo explotar en el Estadio de Francia. Pertenece a un sirio nacido en 1990 pero aún se desconoce si corresponde al terrorista muerto. Las imágenes de videovigilancia permitieron la identificación de dos autos: un Seat y un Polo negro con chapa de Bélgica. El Volkswagen Polo había sido alquilado por un francés con residencia en Bélgica. El hombre fue arrestado esta mañana en la frontera franco belga junto a otras dos personas que lo acompañaban. El ministro de Justicia belga, Koen Geens, confirmó que ya hay cinco detenidos, todos ligados a los atentados en Francia.

Los medios económicos y materiales que Francia puso en juego luego de los atentados de enero de 2015 contra el semanario Charlie Hebdo y el supermercado judío del Este de París (17 muertos) no bastaron para adelantarse a un nuevo derramamiento de sangre. Desde enero hasta ahora, el Estado contrató a 2680 policías y militares, desbloqueó 735 millones de euros en créditos destinados a la seguridad y aprobó una controvertida ley que consiente el espionaje masivo de los ciudadanos sin control judicial. De los 2680 puestos de trabajo suplementarios, 1100 fueron consagrados exclusivamente a las unidades especializadas en la lucha contra el terrorismo. El dispositivo antiterrorista Vigipirate moviliza actualmente a casi 11.000 militares. Vigilar a todos los sospechosos de terrorismo, o a los que están flotando en la superficie de las redes islamistas, es complejo. Los servicios del primer ministro calculan que hay una 3000 personas que necesitan vigilancia constante. Entre éstas se cuentan los más de 1300 franceses –también extranjeros– que viajan a Siria o Irak y luego regresan a Europa, más todos los miembros de las nebulosas jihadistas que facilitan los viajes, el entrenamiento o participan en la guerra digital, es decir, a través de Internet, la ciberjihad. En total, las autoridades francesas tienen identificadas a 1774 personas relacionadas directamente con el Estado Islámico. 557 jihadistas franceses viajaron a Siria para combatir en las filas del EI y luego regresaron a Francia. De ese total, 243 fueron “detectados”. Uno de los franceses que cuenta con el grado de mando más alto dentro del Estado Islámico, Salim Ben Ghalem, llamó repetidas veces a matar a ciudadanos franceses dentro del territorio. Por lo pronto, el arsenal de medidas adoptadas desde principios de año se completó con la ley sobre el espionaje de la población. Este paquete de medidas consta de una dimensión ampliamente liberticida y autoriza el recurso a los sistemas conocidos como Imsi Catcher. Con ellos es posible espiar, contabilizar y acceder a todos los datos de teléfonos o computadora de cualquier individuo, se encuentre donde se encuentre. Balizas de control en los autos, micrófonos escondidos en lugares públicos o privados, la panoplia con la que se dotó a los servicios de inteligencia es muy extensa.

A pesar de estos mecanismos de seguridad reforzados, los policías siempre temieron la posibilidad de un atentado de gran envergadura. Desde octubre de 2015, los servicios de seguridad están en alerta máxima. Sin embargo, el hecho de que uno de los terroristas ya identificados sea de nacionalidad francesa y con un sólido pasado radical vuelve a poner en entredicho la eficacia de la DGSI, la Dirección General de la Seguridad Interior. Los especialistas observan que el modelo operativo de los terroristas corresponde a una calificación nada común en los atentados perpetrados hasta el momento en Occidente: se los llama “complejos” porque están organizados en diversas etapas. Este modelo resulta de una combinación de varias acciones a la vez distintas y simultáneas –objetivos diferentes, metodologías dispares (coche bomba, kamikaze, ataque con armas de fuego)–. Sin embargo, está configuración es común en los atentados cometidos en Afganistán, Irak y Siria, pero no en los países de occidente, menos aún en Francia donde nunca se había llegado a un grado tal de violencia. Entre los atentados cometidos con bombas artesanales en los transportes públicos de París entre 1995 y 1996 y estos hay una diferencia programática considerable. Un ex dirigente de los servicios secretos (2008-2012) citado por Le Monde, Bernard Squarcini, asegura que “no se trata de un acto ciego. Este ataque complejo se inscribe en un contexto político particular, el de la COP 21 (la cumbre sobre el clima) que tendrá lugar (en París) dentro de dos semanas”. La guerra asimétrica entre las potencias militares y tecnológicas de Occidente y los grupos extremistas religiosos entró en París en una nueva fase. Los blancos son todos y las armas restauran el tipo de ofensiva de los años 80: las bombas humanas.

 

Fuente:  Por Eduardo Febbro Desde París para Página 12