En la semana de la mujer, una nota de Miriam Quiroga, nuestra psicóloga.
La mujeres que se encuentran actualmente transitando la década de los 30 y más, se enfrentan al doloroso descubrimiento de ser producción, resultado y consecuencia, de una histórica enseñanza machista que ha dejado como gran mensaje que la manera de ser completamente feliz al lado de un hombre es siendo “su madre”, y que la decisión de ser novia, esposa, mujer o amante de un varón, implica indefectiblemente una cuota de sufrimiento. Dolor que además otorga veracidad al vínculo afectivo, algo así como “mientras más duele, más profundo es el amor por esa persona”.
Tomar verdadera conciencia de ello, sentirlo en las vísceras, es tan intimidante como tener que decidir si se siguen aceptando estas pautas o, se hace algo para modificarlas e intentar en el camino, despojarse de los harapos del dolor que no les pertenece, y liberarse en el más recóndito y valioso interior, de la mujer sufriente que llora y devora enormes cantidades de chocolate mientras engorda y olvida.
Esta no parece una tarea fácil y de hecho se ha convertido en el último tiempo en un enorme porcentaje de las quejas e inquietudes en los consultorios psicológicos.
Asumirlo y pensar en qué hacer luego, lleva la implicancia de comprender y no juzgar a las mujeres que lo legaron como modo conductual válido y también, implica la responsabilidad de transmitir a las mujeres sucesoras un concepto distinto, que no deje como mensaje la antítesis, sino que invite a la construcción de un espacio compartido, donde se acepten y respeten las diferencias entre los sexos, donde cada uno pueda cumplir su rol y sentir que el otro es el complemento y no el más favorecido.
Resultaría irresistiblemente seductor mostrar la posibilidad de vivir el amor, cualquiera sea la relación que vincule a una mujer con un hombre, con la plenitud y la responsabilidad que demanda la libertad interior. Expresar limpiamente, manteniendo la coherencia entre las palabras, los gestos y las actitudes, que se está dispuesta a la entrega sin medida del amor por él y también, y al mismo tiempo, a la protección indiscutible de la propia salud mental femenina y sobre todo, a la revalorización constante de la integridad del espíritu.
2 comentarios
Exelente nota, comparto la mirada, he «sufrido» ese modelo, y estoy criando una hija mujer con ese desafío, y creo que es mas difícil pero vale la pena, por ellas y por la sociedad en que aspiramos vivir y de la que tod@s somos parte.
Felicitaciones! y gracias Cuco por lo valioso de sus columnistas.
estos temas son muy interesantes, ojala hayan muchas mujeres dispuestas al cambio, es sumamente dificil pero no imposible
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