La inflación de noviembre fue de 4,3%, lo que implicó una nueva aceleración de 1 punto respecto a octubre.
El Gobierno de Alberto Fernández recibió un alza interanual de precios de 52,1% y la expectativa para diciembre es que vuelva a estar por encima de 4%. Así, el 2019 terminará con una inflación en torno al 55%. Será la más alta desde la salida de la hiperinflación, en 1991. Para el 2020 se espera algo de desaceleración pero no demasiada.
La misión de desinflar entra en conflicto con las palabras del ministro de Economía, Martín Guzmán, en la conferencia de prensa del miércoles. Allí señaló que la prioridad será estabilizar la macro, dejando relativamente quieto el nivel de gasto público y las necesidades de financiar el rojo primario, y frenar la caída de la actividad. Si bien la baja utilización de la capacidad instalada, en torno al 60%, deja mucho margen para crecer sin inflación, las decisiones que deberá tomar Guzmán en materia de precios relativos reflejarán las tensiones entre los distintos objetivos.
Los tres precios relativos que más impactan sobre la inflación son el dólar, las tarifas y el salario. Ahí estarán puestas las miradas de los analistas para detectar el futuro de los precios en general. Se trata de frentes abiertos y que dependerán de las decisiones que deberá tomar el equipo económico en el corto plazo. Las tres tienen un alto impacto, también, en las posibilidades de que la economía deje de caer y rebote.
Para el salario se espera una mejora, aunque moderada, en 2020, que estará supeditada a las discusiones en torno al famoso acuerdo social. Así lo manifestó el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, en más de una ocasión.
Por el lado de las tarifas se juega la gran contradicción entre el “no hay espacio para política fiscal expansiva” de Guzman y la búsqueda de estabilidad de precios. El dólar, en cambio, podría mantener una cierta calma, de la mano del cepo. Y sobre todo si Economía logra sostener las cuentas externas, con una negociación de deuda que libere algunas presiones.
El director de Consultora Ledesma, Gabriel Caamaño Gómez, prevé una inflación de algo más de 40% para el 2020. “Para el año que viene la desaceleración va a ser lenta, progresiva. Hay que ver qué ocurre con las tarifas. Si las van a pisar y cuánto. Si siguen a la inflación, eso va a implicar que sigan subiendo y a un ritmo superior al que traían. Guzmán fue bastante claro en que lo principal de su trabajo va a ser estabilizar la economía, aunque él lo llamo tranquilizar, y después estabilizar. Si atrasás tarifas, estabilizar es más difícil. Además, con inflación desacelerando, es más complicado el equilibrio fiscal”, explicó.
En sí, la intención de reactivar la economía, tal como señaló buscar Alberto Fernández, no está condenada a una aceleración inflacionaria. Y es que las fábricas operando con una gran cantidad de maquinarias apagadas deja mucho margen a que atiendan una suba de la demanda con más producción en lugar de remarcando precios.
Lo destacó el economista jefe de Ecolatina, Matías Rajnerman: “Para que una suba de la actividad resulte inflacionaria se tiene que dar la precondición de que la capacidad instalada esté operando al tope. Hoy en día está al 60%. El tema es por dónde viene la reactivación. Si viene toda por el salario real, sí, es un factor inflacionario. La clave será qué ocurrirá con la deuda, ya que si se logra una buena negociación harán falta menos dólares y por ende menos devaluación”.
Fuente: Bae Negocios