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La solidaridad como herramienta de trasformación

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Me propongo por medio de las letras interpelar a los aduladores del individualismo social, asfixiante, indiferente. Propongo interrumpirnos en nuestros cómodos sillones y mirarnos como argentinos, como humanos… He asistido a innumerables reuniones donde se describen situaciones más que desagradables sobre los usos y los desusos de las Asignaciones Familiares, incluso he escuchado a senadores nacionales, hablar sobre las “canaletas del juego y la droga” por donde se va la Asignación Universal. Pero me propuse interpelarme a mí mismo, a mi pasar tranquilo, de saberme bien alimentado, a mi presencia en el sistema educativo, a mi transitar por calles asfaltadas…

Interrumpí mi desayuno y me pregunté, ¿la mermelada que tranquilamente unto sobre mi tostada, será para todos igual? ¿Todos podrán disfrutar de un desayuno similar? ¿Todos podrán recibir una educación de calidad? ¿Todos tendrán la suerte de tener padres que puedan trabajar? ¿O tener la dignidad del trabajo? Indefectiblemente me retrotraje al 2003, cuando los índices de desempleo y pobreza eran bochornosamente insoportables, cuando nos debatíamos entre el hambre y la miseria que generaba un país arrasado por el neoliberalismo salvaje.

Inmediatamente incorporé mi  postura y miré con aliento que las cosas hoy están bastante mejor, los cinco millones de trabajadores nuevos me conectaron con algo llamado esperanza. Sin embargo no puedo todavía dejar de preguntarme, ¿todos pueden en su desayuno comer mermelada? Sé que los índices son favorables, que el desempleo sigue bajando, que la pobreza también, que la indigencia más aún. Pero, si baja ¿quiere decir que aun hay pobres, indigentes y desempleados? ¿Qué comen quienes todavía no logran insertarse en el modelo actual? ¿Qué comen sus hijos?

Recuerdo las innumerables reuniones, las frases poco felices de algunos dirigentes políticos, las grietas que el sistema deja donde los desafortunados del destino caen, la asignación universal por hijo… la asignación… “pude dejar de hacer la calle, para poder estar  con mis hijos” dijo una madre; “ahora puedo  comprarles zapatillas antes de empezar las clases” esbozó la madre del conurbano, acusada de fumarse la plata de la asignación “ahora comen pan con mermelada en el desayuno” dijo la madre sentenciada por jugarse en el casino la plata de la asignación…

Sentí un escalofrío, detuve la retórica, pensé. ¿Podremos estar equivocados los que creemos en que educar, curar, alimentar a los niños es la mejor forma de engrandecer la Nación? ¿Será que un estado ocupado y no preocupado, por los niños, es un estado clientelar? Nada de retórica, realidad efectiva, en la patria argentina los únicos  privilegiados deben, y siempre tendrán, que ser los niños.