La explotación de petróleo y gas no convencional ofrece la oportunidad de aumentar las reservas de hidrocarburos entre 10 y hasta 100 años, lo que cambiaría el mapa energético nacional. Pero también entraña fuertes riesgos ambientales y exige una planificación acabada desde el Estado para usufructuar esos recursos minimizando los daños y potenciando el desarrollo local. Así lo plantea la ingeniera química Mariana Matranga, investigadora de la UBA que trabajó en el sector energético en Noruega y Canadá. En diálogo con Página/12, explicó qué es la explotación no convencional, la experiencia internacional y el debate alrededor de esta actividad. “Hay buenos argumentos para aprovechar este tipo de recursos y también para no hacerlo, pero seguro que la explotación sin una intensa regulación estatal es un suicidio ambiental”, advirtió.
–¿Cuál es la diferencia entre los recursos convencionales y los no convencionales?
–Un reservorio convencional es una roca cuyos poros están rellenos de un líquido o un gas, están interconectados entre sí y tienen un tamaño tal que los fluidos pueden atravesarlos de forma relativamente fácil. Para extraer esos recursos, se realiza una perforación y se introduce un tubo que se cementa alrededor. Luego se hacen agujeros en el tubo sólo en el lugar que estará en contacto con el área donde se aloja el fluido. Por la diferencia de presión, el petróleo o el gas salen hacia la superficie. En el caso no convencional, la roca es mucho más cerrada, con poros más pequeños, que no están interconectados entre sí. Si se hace el procedimiento convencional, no se puede extraer el recurso en cantidad. Los ingenieros que trabajan en la cuenca neuquina conocen Vaca Muerta, donde se realizaron los hallazgos, hace muchos años, lo que recién se descubre es que puede ser explotado de manera exitosa.
–¿Cómo se extrae, por ejemplo, el gas no convencional?
–Se hace una perforación multidireccional, que llega a la formación y luego es dirigida hacia donde uno quiera. Hay que hacer fracturas en la roca, donde se introduce agua a presión y se inyectan arenas de fractura. Para que ese material quede allí abajo y no retorne, se necesita una cantidad importante de químicos muy específicos. Básicamente, se trata de llegar hasta cada poro para buscar el recurso. Los únicos que explotan recursos no convencionales en el mundo son los Estados Unidos y Canadá. Argentina ya extrae un tipo de gas no convencional que es tight gas, en Neuquén, pero en volúmenes pequeños. Todo esto surge porque estamos relativamente cerca, faltan sólo décadas quizás, del agotamiento de la fracción de los recursos de gas y petróleo más accesible. Por eso se están desarrollando tecnologías para poder explotar los recursos que están menos accesibles. Son tecnologías más caras y muchísimo más intensivas.
–¿Qué diferencias hay en materia de costos?
–Las arenas de fractura son diseñadas en algunos casos a medida de la roca que se quiere explotar, y las pruebas de verificación que requieren son muy costosas. Lo mismo sucede con los químicos. En ambos casos se necesitan muchísimos ingenieros que conozcan la roca al detalle. También se requieren millones de litros de agua por pozo, porque el caño tiene kilómetros, y por locación hay muchos pozos. Cuando esa agua sale, es necesario tratarla. Todo el proceso supone un consumo energético muy importante. En términos muy generales, se estima que la inversión inicial para los recursos no convencionales es entre una y cinco veces más alta, y que el costo de operación, entre dos y tres veces más elevado. De todas formas, los costos asociados a la remediación ambiental son muy difíciles de estimar. El precio del gas no convencional extraído sería menor que el que se paga actualmente por traerlo importado.
–¿Cuál es el debate en materia ambiental?
–En primer lugar, este tipo de explotación fomenta muchísimo el consumo de combustibles fósiles y utiliza una cantidad enorme de agua, que podría llegar a contaminar las napas. En realidad el riesgo se puede bajar en la proporción deseada simplemente aumentando las condiciones de seguridad. Pero para eso hay que invertir mucho dinero, y el riesgo nunca es cero. Y cuando se multiplica un riesgo muy bajo por una explotación intensiva, el resultado es que puede haber una falla. Se necesita una regulación masiva desde el Estado para una actividad tan intensiva. En Quebec, Canadá, recientemente se frenaron todas las fracturas hidráulicas y se creó una comisión ad hoc para que investigue y ayude a decidir si permiten o no la explotación no convencional. Lo mismo pasa en el estado de Nueva York, que tiene frenados todos los proyectos. En otros distritos como Dallas (EEUU) o British Columbia (Canadá), la actividad está bastante difundida.
–¿Qué argumentos hay a favor de la explotación de recursos no convencionales?
–El gas y el petróleo no convencionales, una vez que están en la superficie, son iguales a los convencionales. Argentina ya tiene tendida toda su red de gasoductos y de refinación con una capacidad ociosa en aumento, porque declinan los yacimientos. Y las principales cuencas donde se podría extraer son las que están en explotación en la actualidad, como la cuenca neuquina, el golfo San Jorge y la Austral. En definitiva, toda la inversión en superficie está hecha. Las reservas actuales tienen un horizonte de vida estimado de entre 5 a 10 años si se mantienen las condiciones que se observan hoy. Los recursos no convencionales, que podrían comenzar a extraerse recién dentro de entre 8 y 10 años, pueden aportar entre 10 y 100 años más en reservas. Yo creo que los recursos no renovables tienen un lugar en la estrategia nacional, pero sólo si se los concibe como el pasaje hacia una economía basada en energía renovable.
–¿Qué grado de investigación y desarrollo requiere el proceso de exploración? ¿Puede dejarse en manos de empresas privadas?
–Se requiere diseñar todo el de-sarrollo de la formación. Determinar la altura de perforación, cómo se punza, en qué orientación se hace la fractura, qué arenas de fractura se van a utilizar, qué químicos. Son inversiones riesgosas. De hecho, casi toda la exploración en Argentina la hizo YPF cuando era estatal. En el mismo sentido, ninguna empresa privada hubiera descubierto el pre-sal en Brasil, por el nivel de inversión y riesgo que supuso. Sólo lo pudo hacer Petrobras, que tiene detrás al Estado brasileño. En la Argentina el petróleo y el gas son commodities, no recursos estratégicos. Entonces las empresas los explotan sólo si ganan plata. No creo que los recursos tengan que dejarse en manos de capitales privados. Una petrolera estatal sería clave.
–¿Qué estrategia industrial se podría encarar alrededor de los recursos no convencionales?
–Argentina puede empezar ahora con el gas no convencional, y eventualmente lo harán Brasil y el Mercosur. Entonces nos podemos quedar mirando que Brasil nos venda los insumos, como sucedió con los catalizadores para la industria petrolera, o posicionarnos como el principal productor de, por ejemplo, arenas de fractura para la región. Hay muchos talleres que podrían proveer equipos de altísima calidad. Si el pueblo de la cuenca es el que puede sufrir consecuencias ambientales, al menos se debería beneficiar del desarrollo socioeconómico.
(Fuente: Página 12/ Por Javier Lewkowicz)