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La historia de dos amigas tupungatinas que se reencontraron en EEUU y una le donó un riñón

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Fue dada a conocer gracias a la periodista local Alejandra Adi, quien las entrevistó para diario Uno. Lily y Susi compartieron la infancia en Tupungato y se reencontraron años después en Estados Unidos. La primera le donó un riñón a la segunda.

En el día del amigo, publicamos la historia de amistad de Susana García (47) y Gabriela Lily Stubbia (46), ambas tupungatinas, quienes forjaron una amistad desde pequeñas en este departamento y volvieron a encontrarse hace una década en Estados Unidos. Según cuenta la historia relatada por la periodista Alejandra Adi, en ese reencuentro no sólo recrearon los momentos de la infancia, sino que entre ellas obró un milagro. Lily resultó ser compatible con Susi, lo que pocas veces ocurre entre personas que no comparten lazos sanguíneos, y pudo donarle el riñón que necesitaba con urgencia, ya que padece nefritis.

A cinco meses de la operación que resultó más que exitosa, ambas se reencontraron en la casa de una de ellas en Miami para hablar de esa experiencia de vida que las fortaleció como amigas.

La historia

«Un día iba en el auto y lo vi. Sin pensarlo frené y le dije: ¿Marce, sos vos? Ahí él llamó a Susana y le dijo: ¡A qué no sabés con quién estoy!», así describe Lily que fue el encuentro personal que tuvo con Marcelo Alfaro (45) –esposo de Susana– y que unió físicamente a ambas familias, a pesar de que hacía diez años que estaban al tanto de que vivían en el mismo país pero nunca se habían encontrado. Como los separaban varios kilómetros, usaban el teléfono para acompañarse o, simplemente, para preguntar: ¿Estás bien?, ¿necesitás algo? «Es que acá las amistades son distintas a las de Argentina, tienen otros valores», detallan.

Los Alfaro llegaron a EE.UU. en 1999 motivados por el desafío de una vivencia distinta y allí se quedaron y ampliaron su familia con el nacimiento de Gabriel (15). Mientras, Stubbia se enamoró de Miami en unas vacaciones en 2006 y decidió que ese debía ser su lugar en el mundo. Unos años después, consumado el reencuentro cara a cara, empezaron a reunirse más seguido para compartir un mate, un asado o una charla de sobremesa.

En una de esas oportunidades Susana le comentó a su amiga que los médicos le habían recomendado operarse.

«Voy derecho al trasplante», le dijo. «Bueno negra, no te preocupes, yo quiero ser tu donante», le contestó la otra. Aunque en un principio se negara rotundamente a acceder a su ofrecimiento, García terminó considerando la posibilidad que le daba su compañera de la infancia, a quien describió como una persona sumamente generosa.

«Es una decisión que no podés tomar sola. Hay algo que creo que es Dios que te elige», se justificó la donante, confesando que no encuentra aún palabras para describir lo que pasó y que lo entiende como algo que estaba escrito en el destino de ambas. A partir de ahí todo fue resolviéndose casi milagrosamente ante el asombro de los médicos, empezando por el aviso de que Lily, la única donante que ofrecieron aunque pudieron presentar más voluntarios, era casi 100% compatible con su paciente.

Llegado el momento de la intervención, en los pasillos del Jackson Memorial Hospital hablaban sobre su historia y la gente se acercaba a conocerlas, sobre todo a la donante. Estaban asombrados del gesto que tuvo sin ser ni siquiera un familiar. «Acá no es normal y cuesta a veces hasta que un pariente done», cuentan.

Ese es uno de los momentos que recuerdan de la instancia previa a esta compleja operación que las encontró el 10 de febrero mirándose de una camilla a otra, tranquilas pero emocionadas, antes de ingresar cada una al quirófano. «Apenas me lo colocaron empezó a funcionar. Me pasaron a una sala común y a los pocos días nos dieron el alta. Nunca he dado análisis tan buenos», relató Susana acerca de cómo mejoró su salud y cómo lleva el tratamiento posoperatorio.

Lily, por su parte, fue quien debió asumir la parte más agresiva de la operación, pero cuenta que las molestias duraron sólo un mes y que no percibe la falta de un órgano. «Nada se compara con el milagro que ocurrió. Ayudar a dar vida es increíble», asegura. La beneficiada agrega: «Yo se lo voy a agradecer eternamente. Me regaló la vida de nuevo».

Más allá de destacar el apoyo de los profesionales (los doctores Gaetano Ciancio y Linda Chen) ambas resaltaron que fue fundamental el apoyo de Marcelo, pilar en el que se sostuvieron, como la compañía de sus padres y también de sus vecinos y amigos en Mendoza. «Nos sentimos como en casa. A todos los sentimos muy cerca a pesar de las distancias», dijeron. Es que semejante novedad no pasó desapercibida en la tierra valletana, en donde muchísima gente propuso cadenas de oraciones y les enviaban buenos augurios a través de mensajes por teléfono y en las redes sociales.

«Lo importante es que se sepa sobre la importancia de ser donante. Para esto no hay que ser superhéroe. Hay que entender que se puede salvar una vida y que se puede sólo donando sangre o médula ósea», destacó Alfaro, quien fue el nexo entre Estados Unidos y Tupungato, dando reportes de la operación y quien pretende crear conciencia sobre la donación de órganos.

Ahora, los protagonistas de esta historia aseguran que más que amigos son una verdadera familia.

 

Fuente: Alejandra Adi para Diario Uno