> Calendario del Archivo de Noticias <

Juana Valdés, la princesa huarpe que murió en la pobreza

WhatsApp
Facebook
Twitter
Imprimir

Por Carlos Escobar

El 6 de mayo del 2012 se apagaba la vida de la venerable anciana que murió en la pobreza absoluta. Había nacido en una comunidad Huarpe, en una tribu ubicada al sur de San Rafael. Hacía unas cuantas décadas que vivía en el departamento de Tupungato, lugar donde terminó sus días.

Juana tenía 102 años al momento de su muerte, los había cumplido el 2 de mayo de 2012 y 4 días después padeció por una enfermedad  que contrajo debido a su larga vida simplemente. En el último tiempo que la princesa tuvo de plenitud, estuvo al cuidado de Fabiana Reyes, una tupungatina que junto a su familia la adoptó como “abuela”.

Se decía que Juana era una princesa por ser hija de un cacique araucano y una princesa huarpe, y que como tal, tenía el derecho y la obligación de proclamarse así. Sus padres murieron a causa de la fiebre amarilla cuando ella era tan solo una niña. Quedó sola con su hermano Jorge Valdés, quien luego se casó con una prima de la actriz Libertad Lamarque y se mudó a México. Juana jamás volvió a tener noticias de él.

Pasó sus años de infancia y adolescencia rozándose con gente de la capital mendocina, estudió danzas y cursó sus estudios en escuelas religiosas que funcionaban como internados. Los años la acercaron a Tupungato y se llegó a saber que el ex intendente de San Carlos, Pedro Notti, fue su padrino. Cuando Juana llegó a Tupungato contrajo matrimonio con Antonio Osorio, quien falleció después de 4 años.

Vivía de la caridad de los vecinos y de una pensión que le había otorgado la Municipalidad de Tupungato que luego le retiraron por no entregar certificado de supervivencia. Hay quienes dicen que ese dinero era mal suministrado por personas que la rodeaban y tenían que velar por su vida.

Participaba activamente de la plantación de árboles que se realiza todos loa años en “Los Cerrillos” junto a los vecinos del departamento y el director de cine, Eduardo Arranz. No tuvo hijos ni dejó descendencia.

Durante un tramo de vida Juana vivió en un “ranchito” ubicado en un descampado entre la calle Rio Las Tunas y Secundino Gómez de Tupungato, que fue consumido por las llamas en un incendio. El municipio le otorgó una casa de material en la que accedía a los servicios básicos. Compartía sus días con un gran número de perros que estaban a su cuidado.

El lote donde se encuentra la casa vacía de Juana fue cedido de buena fe por un vecino de la zona que cuando murió, según dicen los vecinos, sus familiares cortaron todos los suministros del hogar. La princesa tuvo que iluminarse con velas y acarrear agua de otros lugares para su uso.

Actualmente la casa de Juana sigue en pie, abandonada y con el recuerdo de una princesa que no tuvo el reino que esperaba pero que supo sobrellevar las faltas afectivas y económicas que la vida le interpuso. Guarda el recuerdo de la noble soberana que intentó vivir con dignidad hasta sus últimos días.