Son jóvenes, estudiantes y con conciencia social. Cada domingo en la plaza departamental, se reúnen a denunciar lo que les molesta a través del rap.
Uno de ellos “tira un beat box” y todos empiezan a balancear sus cuerpos al ritmo. Algunos, en la plaza de Tupungato, se acercan a escuchar. Ya son parte del paisaje dominguero. “Por cada golpe su alma se nublaba y por cada insulto su corazón se arruinaba…”, el ‘Roma’ termina sus ‘líneas’ y el resto lo palmea.
Improvisan y lo disfrutan. Hasta ellos se asombran, cuando les “viene como torbellino” alguna genialidad. Encontraron en el rap, su lenguaje y su cultura… también a sus amigos de “fierro” y una manera especial de denunciar lo que no les gusta de la realidad y quieren cambiar.
Por eso, no es casual que la primera canción que grabaron en grupo sea un rap contra el abuso infantil, un flagelo que preocupa a los tupungatinos. “Ese lugar tapó to’ mis colores, nubló todos mis días, rompió con mis motores….”, canta otro a su turno y el público casual sigue atento.
“Son manos que van ensuciando mis infancias, no tienen derecho a quitarme mis sueños, que es allí donde mis derechos descansan”, cierra el último y un silencio reflexivo antecede al aplauso.
Por lo inteligente y profundo de su ‘prosa’ improvisada, aparentan ser mayores de edad.
Sin embargo, los raperos de Tupun Crew son jóvenes de secundario, que supieron hacer un culto del hip hop local e introducirlo espontáneamente en sus actividades juveniles y comunitarias locales, muchas veces “rompiendo con estructuras y prejuicios”.
Ellos no miden su crecimiento por la trayectoria recorrida. Pero saben que su arte ha cambiado bastante desde que se reunían a «escribir temas a la orilla de un arroyo por lo Marconi» al promisorio panorama actual.
Hoy organizan competencias de free style a nivel provincial, participan de numerosos eventos y hasta son convocados por el municipio para componer canciones que concienticen a la comunidad local, sobre distintas temáticas. “La movida urbana en el Valle de Uco está creciendo”, asegura el ‘Flama’ (Augusto Méndez).
No todo les fue sencillo. La calle -y las plazas- son lugares que debieron ganar a fuerza de trabajo. En los últimos cinco años -más de una vez- se sintieron controlados, amedrentados y hasta fueron ‘invitados a retirarse’ de estos sitios por vecinos o policías, simplemente por estar rapeando en “banda”. Lejos de sentir bronca, los chicos entienden que estas actitudes se basan en la ignorancia respecto del ‘género artístico’.
“La gente (incluso nuestras familias al principio) conoce la cultura del hip hop como la muestran las películas y está todo distorsionado. Parece que está vinculada a la delincuencia, a las drogas, a las malas juntas y… nada que ver. A mí el rap me permitió conocer hermanos nuevos y amigos re piolas”, señala el ‘Huevo’ (Alan Ponce), una especie de manager del grupo.
Los chicos ya se identifican más con los nombres que usan en las batallas, que con los que aparecen en sus documentos. Además de ‘Huevo’ y ‘Flama’, al grupo lo forman Agustín Romagnoli (Roma), Exequiel Guzmán (Berserker) y Julián Alfaro (Chon).
“Yo los escuché un día en la plaza y quedé impresionada. Enseguida, les propuse que nos ayudaran con algunas campañas y proyectos que tenemos sobre distintas temáticas. Es increíble la llegada que tienen con sus canciones”, apunta Rosana Battistoni, titular de Niñez, Adolescencia y Familia de Tupungato.
Desde la comuna – área de la Mujer y Cultura- les ayudaron a organizar una gran competencia semanas atrás, donde participaron jóvenes de toda la provincia.
En este momento de la Educación provincial, cuando la Comprensión Lectora y Producción de Textos se vuelven en dolor de cabeza para docentes y funcionarios; los Tupun Crew pueden dar cátedra de técnicas de escritura, del manejo de las rimas y del desarrollo conceptual. “Conseguimos insumos para rapear leyendo mucho y escuchando a otros raperos”, señala Alan.
Aseguran, que ya no pueden “detener su mente”. “Vas en el micro y ves una palabra en un cartel y empezás a desarrollar contenido”, dice Augusto. En las batallas, se le dice ‘contenido’ a las líneas que tienen consistencia conceptual y ‘relleno’ a las palabras que sólo suman en melodía, pero “no dicen nada”.
“Para provocar al rival tenés que estar totalmente concentrado. Yo voy cantando por línea”, cuenta Alan, que ya parece tener un cronómetro incorporado. “Un buen acote -cortito y al hueso- es mejor que mucha palabrería”, resumen, aunque reconocen que muchas veces se quedan con la mente en blanco. “Los que son poco inteligentes, usan los insultos o ‘bizarreadas”, agregan.
Uno quiere ser músico, el otro psicólogo, los otros están viendo cómo terminar sus estudios secundarios… pero ninguno se imagina un futuro sin rap.
“Es un estilo de vida. Te hermana con mucha gente. Vos sabés que tenés donde quedarte si viajás a una competencia y los amigos, saben que en Tupungato tienen un hogar. Es nuestro lenguaje”, aseguran.
Fuente: Los Andes por Gisela Manoni