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Hoy cumple 11 años de vida La Estafeta de Pareditas, más conocida como «El Templo del Rock» mendocino

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Durante dicho período, se han realizado más de 400 conciertos en su escenario.

Un día como hoy pero del año 2008, nacía en el distrito sancarlino de Pareditas La Estafeta, un bar que surgió con el objetivo de ser un «lugar de reunión para vivir la cultura a pleno» y que «con los años se transformó en ‘El Templo del Rock’ mendocino, ya que por su escenario se hicieron más de 400 conciertos», según expresa un posteo en la cuenta de Facebook del sitio.

Una nota realizada en 2015 por Gisela Manoni para diario Los Andes, relata que en 1948, Santiago Méndez, un trabajador rural, decidió construir un salón delante de su casa con la intención de montar allí algún día su propio bar. Comenzó a diseñar hasta el que sería el mostrador, pero el proyecto quedó trunco.

Quiso el destino que esta vieja casona, apostada entre calles San Martín y Luffí, terminara convertida en la estafeta postal del pueblo en la década del ‘50. Pero la historia siempre da revancha…

Algo parecido a la mística debió inyectarle en las paredes aquel activista social sancarlino, pues más de un siglo después, la construcción se erigió como templo del rock.

En la década del ‘50, hasta allí llegaban ansiosos los pareditanos que habían visto parar el colectivo en la antigua ruta 40 y esperaban que una de las cartas que venían en la partida llevara su nombre. 

«El Templo del Rock» – foto Facebook La Estafeta

Iván Sotello era un niño y corría en bicicleta hasta la parada a buscar el pesado bolsón con la correspondencia que enviaban desde el correo central, ubicado en Eugenio Bustos. Era su forma de ayudar a Elba y Leti Méndez, su tía y madre respectivamente, quienes se hicieron cargo en distintas épocas de la tarea postal en el pueblo.

A Ivan siempre le atrajo el rock. Fue uno de los mentores del legendario grupo valletano Grasa’e Moto y miembro de Dueños del Santo. Por cuestiones familiares, él heredó esta construcción y -cuando tuvo la oportunidad- apostó a hacer que esas paredes fueran testigos de la mágica comunión que se da entre el público y el músico, como también lo hubiera querido su abuelo Santiago. 

La chance llegó en 2008. Un grupo de amigos conformaron el colectivo Pueblo Barro, que se proponía armar una oferta de distintas postales de turismo rural desde la perspectiva e identidad local.

“Yo en lo único que tenía experiencia era en organizar conciertos de rock y como queríamos hacer algo por puro gusto… abrimos el bar”, contó el músico a Gisela en aquel entonces.  Su mujer, Ximena Cabrera, y Alejandro Fuentes (también de Grasa’e Moto) se embarcaron en la aventura como socios. 

Es así que La Estafeta fue creciendo en calidad y en convocatoria y hoy, a 11 años de su nacimiento, es un sitio de referencia del rock mendocino.