El Matador, tras descender, consiguió el primer título en Primera. Una consagración inolvidable ante el gigante que erró todo.
Fueron ocho minutos de furia. De garras afiladas. Y de gol, claro. Pero quedarse con ese recorte temporal de los primeros 45′ sería injusto para Tigre. La virtud del Matador, la clave, fue invisible a los ojos. A pesar de los sacudones en el arranque, no dejó de ser el equipo de la doble vara, el preferido por los románticos y el, a su vez, descendido por los promedios, por ese pasado que lo condenó. Con ese mix de encontrados sentimientos, el de Victoria fue el mismo que se coló en la final de la Copa Superliga pero por la puerta principal. Jamás se traicionó. Ni siquiera cuando hubo que apretar los dientes a los 15′ después del gran pase de Zárate y la definición al palo del seco Benedetto. Boca era más rápido. Errático pero rápido. Jugaba con un cambio más (lo que llevó a una amarilla para Tevez a los 11′ por una fuerte barrida). Rápido. Ni mejor ni peor. Rápido, una milésima de segundo antes que todo un grupo de amigos que no se permitió pensar en la B Nacional y que se mostró agazapado. Pero agazapado en su discurso, sin perder la mística y el juego que lo puso en el Kempes ante la sorpresa de muchos.
Las salidas en falso de Andrada fueron un mal presagio. Con poco, Boca fallaba adelante (Marinelli le tapó una doble a Villa-Benedetto) pero Tigre molestaba con la pelota parada. Ganaba en el área. Y más atrás también. Sin los suspendidos Marcone y Nández en cancha, Capaldo y Campuzano no le pudieron tomar la chapa ni a Prediger ni a Menossi. Ni hablar de Montillo, que hizo lo que quiso. Como Cachete Morales, que a los 23′ metió un slalom por derecha que terminó en azarosa habilitación para Fede González. El punta devenido centro delantero, por derecha y desde un ángulo cerrado, buscó el primer palo y se encontró con las manos endebles del 1 de Boca y de la Selección.
Y se produjo entonces el segundo error al hilo del Xeneize: la locura colectiva, el petit descontrol. Seis minutos más tarde, Izquierdoz tomó en el área a un Janson picante (otra vez importante Fede González, habilitado, en la jugada previa llena de espacios libres con una Ardilla intratable) y Pitana no dudó. Penal. Y penal y gol fue gol en los pies del propio Janson. Alfaro se agarraba la cabeza. El 4-2-3-1 no podía contra el 4-1-3-2 de Tigre. Y Zárate también se agarraba la bocha después de cerrar el primer tiempo con un tiro libre cerca del ángulo…
Esa rapidez que era sello de Boca se transformó en apuro en el complemento. Lógico apuro con un 0-2 en el bolso. Pero se adelantaba en el campo y retrocedía en concepto. Todo muy prolijito, buscando ataques engominados, de salón. Lights. Así y todo, en los primeros cuatro minutos del segundo tiempo, ya había hecho amonestar a Menossi, a Alcoba, y Zárate tuvo su segunda chance con pelota quieta. Y su segunda agarrada de cabeza…
El Xeneize crecía en posesión pero carecía de definición. Y empezaron a moverse los bancos. A los 15′, el Marciano Ortiz a la cancha por el lesionado Morales para un triple 5, Juan Ignacio Cavallaro por Janson, y otro doble cambio en el Xeneize: Wanchope Abila por Villa y el paraguayo Alonso por Buffarini. Ya a esa altura, con Izquierdoz y Junior Alonso en el fondo contra todos los que vengan (bah, sólo Fede González), Tevez, dueño de la pelota, empezaba a buscar nuevos lugartenientes. Pero el aire nuevo en el Kempes sólo era aire brisa: la palomita solitaria de Benedetto que besó el poste era tan pájaro de mal agüero como aquella salida del Flaco Andrada. No había manera de descontar. Encima a los 20′, Marinelli oficialmente se convirtió en el padre de Pipa con un latigazo que el ex River mandó al corner…
Alfaro acabó por quemar las naves a los 26′. Sacó a un 5 (Capaldo) y puso a un punta (Pavón) para intentar romper el embudo, la muralla que Tigre había construido con ayuda de su gente, que aguantaba metros atrás a puro canto. Por algo el Apache optó por probar desde afuera para saltar el cerco pero el travesaño se la sopló hacia la pista de atletismo del viejo Chateau. No había caso. O más bien, había un caso perdido. O una Copa perdida.
El título 69 de Boca empezaba a dejarle lugar al primero de Tigre. Mucho más cuando Gorosito bajó la persiana y, en el último cuarto de hora, resignó a Montillo para incluir a Canuto, por si hacía falta requeterecontraasegurar la inédita vuelta olímpica. Mucho más cuando a los 31′, Benedetto -pobre Benedetto- rompió el horizontal con un cabezazo que sentenciaba definitivamente la noche. Como el mundialista Pitana, quien a las 20.40, con un pitazo interminable, volvía a hacer historia.
Final. 2 de junio de 2019. El fútbol argentino empezaba a coronar a un campeón de otra categoría. ¡Victoria! ¡Salud Tigre! ¡Salud Matador!
Fuente: Olé