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Habló el joven que denunció abusos en el Cristo Orante: «llegué a pensar que Dios permitía que viviera esto»

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Nicolás Bustos recapituló las pesadillas que vivió durante más de 5 años en el Monasterio de Tupungato. «Que no se repita más», implora.

A priori, Nicolás Bustos (27) podría ser descripto como una persona introvertida. Tranquilo para hablar, con un tono bajo; pero con una claridad absoluta en sus palabras. Lleva toda una procesión por dentro; aunque en los últimos meses dicha procesión reclamó casi a los gritos ser exteriorizada. Y es lo que el joven hizo, primero con una denuncia verbal en el Arzobispado -en 2015- y luego con una denuncia penal -en octubre de 2018-. El joven denunció haber sido abusado sexualmente en reiteradas oportunidades por dos monjes del Monasterio del Cristo Orante (Tupungato) -los curas Oscar Portillo y Diego Roqué, hoy detenidos e imputados- mientras estuvo internado. Según destaca, los abusos habrían ocurrido entre 2009 y 2015.

“Quiero que haya Justicia, pero tengo dos prioridades antes de eso: que los hechos que viví yo no se repitan y que se sepa la verdad”, reflexionó Bustos en diálogo con Los Andes, atropellándose algunas palabras y con una voz casi entrecortada.

La víctima declaró ayer durante más de 6 horas ante la Justicia -la declaración fue grabada- y ratificó los detalles de las pesadillas que sostiene haber vivido en los 5 años y medio que estuvo en el monasterio. Además, ratificó que los primeros hechos tuvieron lugar cuando tenía 17 años y comenzó a frecuentar el monasterio.

Asimismo, se conocieron los resultados preliminares de las pericias realizadas por el Equipo de Abordaje de Abuso Sexual de la Justicia mendocina (Edeas) y las conclusiones son contundentes: no se observan indicadores de fabulación en el relato de Bustos, su relato es verosímil y hasta se evidencian indicadores de un trastorno relacionado con los abusos que manifiesta haber sufrido. Los peritos se refieren también a una “relación asimétrica” entre el joven y los imputados, manifestando que los curas podían ejercer un poder dominante.

En la investigación de la justicia canónica en tanto, los investigadores dejaron constancia de que Portillo reconoció “su propio pecado” contra la víctima, de que el cura confesó que el mismo fue “en el orden sexual” y que afirmó que fue la víctima quien lo acosaba (ver aparte).

“Llegué a pensar que Dios permitía que viviera esto para reparar y fortalecer a quienes sufrían esos abusos. Y que si lo hacían conmigo, no lo harían con los demás. Hoy sé que ese pensamiento es una locura”, se sinceró el joven, quien encuentra en su novia -Guadalupe- todo el apoyo necesario (y más).

En primera persona

“Desde que tengo memoria, sólo buscaba un ideal y un consuelo; y era Dios. Lo busqué en la naturaleza, en mi familia, en las amistades. Tras haber renunciado a todo amor carnal y enterado de que ‘la vida más perfecta’ era la monástica, conocí un Monasterio en Tupungato”, inició Nicolás su relato sobre cómo conoció y llegó al Cristo Orante en enero de 2009, con 17 años y antes de comenzar su último año del secundario.

“Durante los primeros meses quedé encantado y todo me hablaba de Dios. Pero desde el principio uno de los monjes fue encerrándome; no en Dios sino, en él mismo”, continuó el joven, quien en ese momento y se postuló vía mail.

Teniendo en cuenta que no permitían a menores de 19 años como internados, Bustos contó que fue Diego Roqué quien lo llamó para comunicarle que lo recibirían “para que pase unos días en la hospedería”. Fueron 3, y desde ese momento los contactos con el monje se fueron intensificando.

“Diego me asignó el trabajo de arrancar yuyos; y me dijo que para entrar necesitaba vocación. Yo le dije en el acto que quería quedarme; pero me dijo que como tenía 17 años no sería tan fácil”, continuó el joven, quien siguió frecuentando el lugar.

“Recuerdo tres hechos de abuso que sucedieron antes de cumplir 18 años. Diego solía viajar a Mendoza a hacer compras y me pasaba a buscar. Una siesta íbamos en su camioneta cerca de la costanera, él se detuvo y me dio un beso en la boca. Quedé paralizado, sentía que quería salir corriendo y que no podía. Luego encendió la camioneta y me dejó cerca de mi casa”, rememoró Bustos, quien aclaró que eso fue en marzo del 2009.

“En otra oportunidad íbamos también en la camioneta y Diego detuvo el vehículo y me besó. Luego me hizo tocarle el pene. Yo sentía que no podía reaccionar y él se empezó a masturbar con una mano, y con la otra me tocaba por arriba del pantalón. Quería salir corriendo, pero no tenía alternativa: sin él no entraría al monasterio”, rememoró con dolor el joven, quien agregó que luego volvió a dejarlo en su casa y que siguió llamándolo como si nunca hubiera pasado nada.

El tercer episodio -de acuerdo a lo relatado por la víctima- ocurrió en el monasterio. Roqué entró de noche a su “celda” y -mientras Bustos se hacía el dormido- le acomodó las frazadas y lo besó. Para ese entonces, el joven ya prefería no acompañar a Roqué a hacer compras.

“Recuerdo que me abrazaba y me apoyaba su pene. Me decía que él era muy afectivo y notaba que yo separaba el cuerpo. Pero él me apretaba más”, siguió.

En cuanto a Portillo, los episodios denunciados por el joven tuvieron lugar cuando ya estaba internado. “Una noche me preguntó si yo había visto alguna vez pornografía o si me había sentido atraído por algún hombre. Yo le dije que no, y más adelante volvió a preguntarme. Otra tarde me dijo que desde la Iglesia le pedían que me pregunte sobre mi orientación sexual”, relató Bustos.

Precisamente es Portillo quien reconoció ante los investigadores canónicos haber tenido relaciones con el joven (ver aparte).

“Luego de tomar el hábito, Oscar me dijo que él sabía que yo estaba enamorado de él. Y que estaba bien. Me sentía acorralado”, agregó el joven, quien desde hacía tiempo estaba considerando seriamente la posibilidad de irse a otro monasterio en Córdoba.

Siempre de acuerdo al relato de la víctima, a partir de ese momento cambió la relación con Portillo.

“Me preguntó en una oportunidad si me sabía bañar, y me dijo que me iba a enseñar. Me mandó a hacerlo y se metió en el baño conmigo. Corrió la cortina, se levantó el habito y me tocó la espalda y el cuerpo, indicándome cómo tenía que lavarme el pene”, siguió el joven, con el dolor de recordar ese momento.

Entre otros hechos que involucran a Portillo, el joven relató que lo obligó a untarle una crema para las hemorroides, que le dio besos en la boca “con lengua” y que cuando le daba un pantalón lo obligaba a probárselo y cambiarlo delante de él.

“Una noche fue a mi celda y me masturbó, yo estaba paralizado. En otra ocasión empezó a besarme. Me hizo sacar el hábito, me desprendió el pantalón y me tocaba y succionaba el pene. Me acostó y trató de penetrarme”, detalló Bustos, quien destacó que en reiteradas ocasiones se repitieron esos episodios.

Sus tareas en el monasterio

En febrero de 2010, Nicolás Bustos entró “oficialmente” al Cristo Orante.

“Una vez le dije a Oscar (Portillo) que me quería ir y que sentía que Dios me pedía otra cosa. Se enfureció y me dijo que era el demonio quien me hablaba. Yo me asusté, me retracté y luego me dio un abrazo”, recapituló.

Desde ese momento, Nicolás quedó a cargo de preparar la comida y de confeccionar la lista de compras para la despensa. En ocasiones fue víctima de malos tratos por parte de Portillo. E indicó que los abusos continuaron. “Diego (Roqué) subía de noche a mi celda y se metía en mi cama. Las primeras veces se masturbaba y me masturbaba a mí. También me hacía sexo oral, me penetraba y me pedía que lo penetrara. Varias veces se metió a la ducha conmigo”, indicó.

“Con el tiempo fue como si desapareciera el sacerdote en Diego, y yo era sólo su objeto sexual”, siguió el joven, quien incluso dijo que varias veces le tomaron fotos a él trabajando y que las compartieron en Facebook.

“Portillo siempre me llevaba la contra en todo. Siempre tuve miedo a las arañas, y una vez eché insecticida en mi celda. Pero Oscar me retó porque no había pedido permiso para usarlo. En otra ocasión, me hizo agarrar una araña que él acababa de matar”, recapituló.

Incluso, el denunciante destacó que -pese a que había ingresado al lugar como seminarista con la intención preparase para ser sacerdote- no se le permitió estudiar ni rendir.

Denuncias

Bustos destacó que en julio de 2015 realizó la primera denuncia en el Arzobispado. “Le conté a (el arzobispo Carlos) Franzini lo que recordé de Oscar, pero de Diego no dije nada. Estaba confundido y bloqueado respecto a los abusos de él”, indicó; aunque luego denunció también los abusos de Roqué.

“Si no armé la mochila y me fui mientras vivía esto, fue porque la estructura y el abuso me lo impedían. Transformaron mi inocencia y confianza en cadenas y miedo. Aislado durante años, uno se va desorientando al punto de no saber quién es. Y empieza a acostumbrarse a ser un objeto, a ser manipulado y maltratado”, sostuvo.

“Yo no soy un sobreviviente. Actualmente me siento tan vulnerable y solo como antes. Tampoco soy un objeto, ni un número de expediente. Soy Nicolás Bustos y fui abusado sexualmente en una edad vulnerable y en un contexto donde no había razón para andar con la guardia alta”, sentenció.

La confesión de uno de los monjes

Luego de que el caso tomase estado público en diciembre del año pasado, el Arzobispado de Mendoza decidió cerrar el monasterio. Los monjes, en tanto, están imputados y detenidos en modalidad domiciliaria por los hechos (esto en el plano penal).

El mismo Arzobispado de Mendoza encaró la investigación canónica contra los sacerdotes, aunque luego fue derivada a un tribunal eclesiástico de Buenos Aires “para garantizar la objetividad”. No obstante, la investigación preliminar estuvo a cargo de la Iglesia mendocina y comandada por Ricardo Poblete y Mario Panetta.

Es durante estas entrevistas -y según puede leerse en las conclusiones- donde el sacerdote Oscar Portillo “reconoce su propio pecado” con respecto a la víctima.

“Admite que el tema fue en el orden sexual, pero afirma que era Nicolás Bustos quien lo acosaba”, agregan respecto a lo declarado por Portillo. 

Además, sugieren dan crédito a la denuncia -considerándola verosímil- y sostienen: “nos cuesta entender cómo personas adultas como son los dos sacerdotes (…) se dejen acosar por un joven de 18 años”.

Fuente: Los Andes por Ignacio de la Rosa