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Especial «Retorno a la Patria»: el encuentro de San Martín y Olazábal

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El encuentro de San Martín y Olazábal fue inmortalizado por Roig Matons y Perlotti, en sendas obras artísticas. Ambas se basaron en relatos, como el transcribimos a continuación, sobre el regreso del Libertador a su Patria.

«En la cumbre de la cordillera después de haber ascendido por el camino del Portillo y allí donde se abre un ríspido cajón llamado del Manzano, hallábase una mañana de fines de enero de 1823 un antiguo oficial del ejército de los Andes.
Acababa de levantarse el sol e iluminaba con todo su esplendor el grandioso panorama de piedra que descendía hacia Occidente. Ascendiendo la cuesta lentamente veíase una pequeña caravana que al cabo llegó a distinguirse con nitidez.

Obra de Fidel Roig Matons

El oficial era don Manuel de Olazábal y pronto advirtió que quien se acercaba era aquel a quien había ido a esperar anheloso de ser el primero en saludarle al pisar de nuevo tierra argentina; el caballero que presidía la caravana era el generalísimo del Ejército del Perú. «El general San Martín, – escribió Olazábal al relatar la escena años después,- iba acompañado de un capitán y dos asistentes; dos mucamos y cuatro arrieros con tres cargueros de equipaje. Cabalgaba una hermosa mula zaina con silla de las llamadas húngaras y encima un pellón, y los estribos liados con paño azul por el frío del metal.

Un riquísimo guarapón (sombrero de ala grande) de paja de Guayaquil cubría aquella hermosa cabeza en que había germinado la libertad de un mundo y que con atrevido vuelo había trazado sus inmortales campañas y victorias. El chamal chileno cubría aquel cuerpo de granito endurecido en el vivac desde sus primeros años.

Vestía un chaquetón y pantalón de paño azul, zapatos y polainas y guantes de ante amarillos. Su semblante decaído por demás, apenas daba fuerza a influenciar el brillo de aquellos ojos que nadie pudo definir.» Cuando se acercó, Olazábal se precipito hacia él y lo abrazó por la cintura, deslizándose de sus ojos abundantes lágrimas. El general le tendió el brazo izquierdo sobre la cabeza y lleno de emoción sólo pudo decirle: «¡Hijo!» Así regresaba a la patria, cruzando por última vez la cordillera de los Andes, el que hacía seis años la había tramontado en sentido inverso al frente de aquel valeroso ejército formado por él en Mendoza y cuyas victorias dieron la libertad a Chile para llenar después el grande objetivo de su empresa continental proclamando en Lima la independencia del Perú.

Pero ésta era ya, con ser tan reciente, la gloria pasada. El melancólico regreso iniciaba el camino del renunciamiento que él había elegido, y muy pocos comprendieron entonces la grandeza moral de esa elección, signo indudable de la autenticidad de aquella gloria».

(http://www.crucedelosandes.com.ar/historia.php#e13)