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Escuela Yapeyú, La Jaula: «Un museo en el medio de los cerros»

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52947129db9fa_565_319!En la localidad sancarlina de La Jaula, los alumnos inauguraron un museo que recupera la historia de la población del lugar.

Una herradura, una vieja cocina, una simple piedra, tal vez un hueso. Ese objeto que quedó abandonado en un rincón de la casa o en un depósito, contiene en sí una parte de la historia de las personas. De esto se percataron los alumnos de la escuela Yapeyú, de La Jaula, y por eso armaron el museo que inauguraron el domingo.

La Jaula es una pequeña localidad ganadera de San Carlos, en la que los alumnos de la escuela albergue del lugar comenzaron a trabajar en un proyecto de ciencias que derivó en la recuperación de la historia de los habitantes a través de sus objetos.

Todo comenzó en el 2010, “con unos simples huesos”, a los que se incorporaron otros objetos y la investigación de las historia tras ellos. Para montar el museo, inicialmente pensaron en un rincón de un aula, pero de a poco el proyecto fue creciendo, y en el 2012 fue premiado por el Hidisa con un subsidio para reconstruir la antigua sala que había sido la primera aula de la escuela, en la que comenzara a dictarse clase allá por 1964, y luego, gracias a un financiamiento de los proyectos Mauricio lópez y del programa de Inclusión Social e Igualdad de Oportunidades Dr. Gustavo Kent, de la Universidad Nacional de Cuyo, se sumó un equipo de equipo estudiantes y graduados de la Facultad de Filosofía y Letras, coordinados por Horacio Chiavazza, quienes trabajaron con los alumnos en la sistematización de la recolección, clasificación y estudio de los objetos.

El resultado es un museo en el que no sólo se comprometió un grupo de alumnos, sino toda la comunidad, y la inauguración fue un gran acontecimiento al que asistieron representantes del Municipio de San Carlos, las supervisoras Marta Vitaliti y Elena Vitaliti, la reina de la Vendimia 2013 sancarlina y la mayoría de los habitantes de La Jaula, concluyendo todo con un gran almuerzo compartido en el patio de la escuela.

Y también estuvo presente el músico Nahuel Jofré, cuya canción Cuando preguntan de dónde vengo sirvió como “bendición” para el museo, ya que la dirección de la escuela decidió que esto no fuera un hecho de una religión en particular, sino algo de la comunidad.

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Los protagonistas

Enzo Villar es uno de los alumnos de séptimo grado que desde hace tres años viene trabajando en este proyecto, y junto con sus compañeros ofició de guía de los primeros visitantes del museo. Y a propósito de la trayectoria para la inauguración de este espacio, señaló: “Nosotros le damos una importancia muy grande, porque es un proyecto que se inició en el 2010, cuando empezamos con huesos de animales para armar sólo un cuerpo de animal, después comenzamos a traer plantas, amonite, y después se dio la idea de empezar a hacer un museo en el grado. Trajimos elementos de campo para ver cómo vivían antes, y después el profesor Sebastián Quiroga dijo que podríamos hacerlo en la escuela antigua, y en el 2011 fuimos a Malargüe y un señor del Hidisa se interesó en el proyecto, y por eso ganamos un proyecto. Después en un viaje a las Ruinas de San Francisco, los chicos de ahí quisieron sumarse y presentaron otro proyecto, entonces, con toda esa ayuda, pudimos reconstruir y lograr lo que ahora es”.

A medida que la gente iba ingresando en grupo al museo, un grupo de alumnos oficiaba de guía, y la alegría se les notaba en la energía que a esta tarea le ponía. Enzo lo sintetizó diciendo: “Todos estamos muy contentos porque al fin se dio, y hoy vamos a tratar de disfrutarlo. Los chiquitos también están muy entusiasmados, porque ellos también colaboraron, y por más que no estén explicando acá, saben lo que hay”.

La escuela tiene 30 alumnos y cuatro docentes, quienes conviven allá veinte días y regresan a sus hogares durante ocho. Por lo que los lazos entre la comunidad educativa son más profundos. Pero fue el proyecto de museo el que les dio a estos lazos un refuerzo importante. Y así lo explica Rosa Alejandra Hurtado, directora de la escuela Yapeyú, quien explicó que lo que comenzó como un proyecto áulico de la docente Jésica Jardel, fue creciendo debido al interés de los alumnos y de los papás. Es un proyecto en el que se involucró la comunidad, porque los papás y las mamás se sintieron valorados y que de esta manera podían aportar a la educación de sus hijos. La mayoría de los papás sólo tiene primaria, algunos incompleta, y de esta mera se sintieron valorizados, contándoles lo que saben a sus hijos, de huesos, de piedras y de elementos de trabajos, y se aproximaron al docente, entendieron que el docente quería aprender de ellosse sintieron importantes y que se los consideraba, lo que estrechó más los vínculos que en una escuela como esta se crean, donde dejan a los chicos durante veinte días”.

La directora de la escuela Yapeyú, en el momento de la inauguración del museo.
Emiliano Araujo es uno de los graduados de Historia la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo que llegó a La Jaula gracias al interés que mostraron por el proyecto de los alumnos de la escuela Yapeyú y el apoyo de un proyecto de la Universidad Nacional de Cuyo. En su labor como investigador, explicó que hace unos años, junto a otros estudiantes, se plantearon varias inquietudes respecto del papel de la Arqueología, su para qué y su para quién y sobre el rol militante que debería tener el científico social. Luego de reunirse y estudiar seobre esto, comenzaron a trasladar esta necesidad a distintas actividades para estrechar vínculos con la comunidad. Así es como ampliaron su trabajo, yendo más allá del Centro de Investigaciones Ruinas de San Francisco, trabajndo en bibliotecas, con un museo itinerante y otras actividades.

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“Hasta ese momento todas estas actividades las hacíamos con la pura energía y las monedas de nuestros bolsillos, en los tiempos que podíamos y generalmente con nulos recursos, pero en 2011 la Secretaría de Extensión Universitaria de la UNCuyo nos aprobó el proyecto que presentamos denominado ‘Valoración y uso social del Patrimonio arqueológico. Diálogo entre arqueólogos y comunidades rurales del Valle de Uco’, y de esta forma estrechamos lazos con la universidad, el CIRSF y la biblioteca popular Mirador de Estrellas, además de dos escuelas rurales: una era la Lindor Castillo, en la localidad de La Arboleda, Tupungato, y la otra en San Carlos, la escuela Yapeyú. Con esos financiamientos nos vimos envueltos en el desafío de generar acciones, sistematizarlas y reinventarnos. Así creamos muchas actividades que vinculaban las técnicas de educación Popular, con las nociones y conceptos de la arqueología (cultura material, patrimonio arqueológico, estratigrafía, etc). Todo el 2011 entonces trabajamos en esas escuelas, realizando talleres con los alumnos y alumnas de forma más sistemática. Así empezó la relación con la comunidad educativa de la escuela Yapeyú, en La Jaula. A esta escuela particularmente, llegamos porque existía en ellos una necesidad concreta: estaban tratando de construir un museo escolar”.

Para Araujo, la calidad humana del personal docente y no docentes, de los alumnos y alumnas, los celadores y las cocineras de esa escuela fueron fundamentales para generar lazos fraternos. “Y su energía e ilusión por tener un museo regional sellaron nuestro compromiso para concretar su sueño”, agregó.

El museo en la escuela Yapeyú contó con la colaboración de un curador y montajista de larga experiencia. Enrique Testasecca, del Museo del Área Fundacional, también colaboró en este proyecto.

Testasecca destacó inicialmente “el sentido de comunidad en la zona, que es muy fuerte”, y luego explicó que el guión del museo se armó a través de los chicos que estaban en el proyecto, “que tenían muy claro lo que querían decir”. “Yo llego como curador y montajista para darle una forma con la que pudiéramos aprovechar los elementos que ya tenía el museo y un ordenamiento visual a un espacio que tiene un volumen importante de piezas, entonces se hizo una selección en conjunto con los chicos y las maestras. Se trabajó con la actividad específica del lugar, que es la ganadería, los paisajes del sitio geográfico, y la plusvalía es que la comunidad decide mostrar su historia, y eso es lo que está vivenciado en el guión, que hay una conjunción de intereses y de necesidades, lo que da como resultado la posibilidad de cumplir un sueño”.

Lejos del ruido de la ciudad y de las urgencias, hay un museo que recupera la historia de una pequeña localidad, un museo montado por los alumnos de una escuela pero en el que participó toda la comunidad. Un museo que espera a sus visitantes.

Texto: Alejandro Frias

Fotos: Eliseo Frias

Fuente: Diario MDZ