Pareciera que un nuevo despertar ha sacudido a la sociedad argentina, nos hemos permitido reconocer que la violencia de género es una problemática que nos rodea y nos golpea a todos. Voy a permitirme hablar desde una perspectiva política, (en fin todo es política), aunque reconociendo que estos temas se deben profundizar en el diálogo social desde una perspectiva más amplia que las que rodean a las disputas del poder político. Sin embargo creo pertinente, o al menos desde esta columna, darnos la oportunidad de mirar la cuestión de la violencia de género desde un visión de modelos políticos que se contraponen.
La Argentina, y Mendoza, está atravesada claramente por antagonismos políticos. Hay, por un lado, un sector que ve al Estado como un escollo para el desarrollo económico y, que por lo tanto, debe necesariamente ser achicado, ajustado, reducido. Y por otro lado, un proyecto político que propone un Estado que esté presente en la vida de las personas, que compense las desigualdades, que intervenga, y que por ende que haga uso de los recursos necesarios en función de las necesidades de las personas.
Dicho esto, es interesante preguntarse, en torno a la violencia de género, ¿en un Estado achicado, ajustado, se puede hacer frente y brindar los mecanismos necesarios para combatir este flagelo? ¿Un Estado que no cuente con recursos, puede brindar las condiciones necesarias que aseguren a las mujeres víctimas de violencia la atención pertinente? Creo que, en tiempos de elegir modelos de país es bueno preguntárselo.
Profundizando el tema, es innegable que la Argentina está atravesada, en términos de disputa política, por discursos contrapuestos. Y en ese trasvasamiento, algunas fracciones políticas (y sus dirigentes) ya han quedado expuestos en relación a la violencia de género. Por ejemplo, es de público conocimiento que, mientras miles de argentinos nos movilizamos para detener este mal que nos aqueja, algunos referentes políticos, impunemente han invitado a “comer asados con putas”, o han sostenido públicamente que “a las mujeres les gusta que, en la calle, les digan qué lindo culo que tenés”. Y hablo particularmente del sector liderado por Mauricio Macri, que en Mendoza encuentra la representación de Alfredo Cornejo en el Frente Cambia Mendoza, los que han dado, en términos discursivos, los mayores actos de violencia contra la mujer. Sin mencionar los agravios misóginos a los que ha sido sometida la presidenta Cristina Kirchner, tanto desde la tribuna política de la oposición como también desde cientos de medios de comunicación.
Pero, para suerte de los argentinos y las argentinas sobre todo, hay quienes desde el gobierno y desde la oposición intentan dar un mensaje diferente. Destaco en este sentido el trabajo realizado desde espacios políticos como el FIT que, tanto desde sus organizaciones como desde sus representantes en las cámaras legislativas, trabajan en pos de erradicar la violencia de género. También hay que destacar que estos últimos años, algunos gobiernos municipales, como el caso de Tunuyán, han prestado atención a la problemática, no solo fortaleciendo el Área de la Mujer, sino trabajando en soluciones prácticas. Grupos de ayuda, contención, trabajo y hasta un lugar para vivir, son algunas acciones concretas que se llevan adelante para ayudar a las víctimas de violencia. Igualmente, desde el gobierno provincial se han implementado acciones destinadas a proteger a la mujer, promoviendo los espacios terapéuticos y de contención social para quienes sufren violencia de género.
Debo decirlo, la marcha del “Ni una menos” me ha sugerido una reflexión profunda sobre mí y sobre mis prácticas cotidianas, y creo que a muchos argentinos y argentinas les ha pasado algo parecido. Más allá de lo importante de esta gran movilización, y de lo mucho que se logra, me resulta imposible concebir que las modificaciones que se necesitan en términos estructurales, tanto de las políticas públicas que profundicen la lucha, como de los cambios en el Poder Judicial, puedan ser llevadas a cabo por quienes claramente promueven un achicamiento del Estado, no solo porque un Estado recortado es un Estado ausente, sino principalmente porque quienes promueven el recorte y el ajuste, también han dado sobradas muestras con sus palabras, de su falta de respeto hacia la mujer, y su desvalorización del género.
Prof Rodrigo Hinojosa