Hace algún tiempo que sostenemos que hay que repensar seriamente la cuestión sindical; es evidente que la sociedad argentina en general, y los trabajadores en particular, deben necesariamente repensar el rol que juegan en el contexto de un proyecto de país, como así también el rol que sus dirigentes gremiales ocupan. Asistimos y somos víctimas constantemente de las decisiones que cúpulas sindicales toman en función de sus intereses políticos. Esta semana fue una de esas, en donde desde la dirigencia sindical opositora al gobierno se convocó a un paro de carácter nacional. ¿El objetivo? Reclamar por el impuesto a las ganancias, dicen, el “impuesto al trabajo”. De más está decir que un sueldito de veinticinco mil pesos no es el de la gran mayoría de los trabajadores, pero en fin, vale en nombre de unos pocos, los que más ganan, paralizar el país y tomar de rehén a los que quieran ir a trabajar. Esta decisión de la cúpula sindical, encabezada por Barrionuevo, (aquel que sostenía que “hay que dejar de robar por lo menos dos años” y que luego quemó las urnas en Catamarca), fue acompañada en la provincia de Mendoza por algunos gremios estatales y los del Transporte. Unos impidieron que los trabajadores llegaran en colectivo a sus lugares de trabajo y los otros cortaron las calles para que los iban en auto tampoco pudieran llegar; el paro también afectó a los hospitales y otras reparticiones, que no atendieron o lo hicieron con demoras. Hay que decir que también se sumaron, los siempre presente partidos de izquierda, con sus verborrágicas consignas del no al “impuesto al trabajo”.
El paro, inentendible, desde el punto de vista de la provincia de Mendoza, donde los principales gremios adheridos, han cerrado acuerdos salariales bastante altos, fue en realidad una puesta en escena de los sectores sindicales opositores a este gobierno. Está claro que el impuesto a las ganancias no constituye un reclamo arraigado en los sectores de trabajadores, básicamente porque solo el 10% de los asalariados, debe pagarlo. Pero tampoco es casual que en medio de una contienda electoral, sindicatos alineados a sectores políticos opositores, convoquen a un paro. Es decir que no solo el reclamo no es lo suficientemente potente para un paro nacional, sino que además, responde claramente a la intención de golpear al oficialismo en las próximas elecciones. Lo cierto es que lejos de pensarse en una sociedad que compense las desigualdades, y en sectores de trabajadores preocupados por el prójimo, es decir por otros trabajadores, que quizás cobren menos, o estén en negro, o simplemente no tengan trabajo, la dirigencia sindical solo piensa en como estorbarle el camino lo suficiente a este gobierno en función de sus intereses. Incluso sin temer a las consecuencias, como quedó demostrado al chocar un tren con otro en Buenos Aires, en las vísperas del paro nacional, con el objeto de poner en duda lo que se viene haciendo en materia ferroviaria. En términos generales, no los trabajadores, sino parte de la dirigencia gremial deja mucho que desear, no solo porque está viciada por intereses espurios, sino porque no responde criteriosamente a los reclamos de sus afiliados, pero también porque sus acciones solo están dirigidas a intentar frenar el desarrollo y el crecimiento de los argentinos. Habrá que revivir aquella frase emblemática, “con los dirigentes a la cabeza, o con la cabeza de los dirigentes”. Aunque sí hay algo certero en toda esta situación: los trabajadores merecen mejores representaciones gremiales.