EDITORIAL: ¿Cuán enojados podemos estar hoy los argentinos?

Por Rodrigo Hinojosa

«Cuando creí que el clima social caldeado era solo una gran obra maestra de los medios masivos de incomunicación, vi a un antiguo aliado del gobierno ofuscado por el impuesto a las ganancias y llamando a paro nacional. ¡Chau, era cierto! El clima realmente se caldeó. Realmente tuve miedo, parecía que la hecatombe se aproximaba, esperé para ese miércoles una masiva movilización del movimiento obrero organizado y con cautela solo me aferré a mis principios ideológicos.»

Algo está pasando en nuestro país, de eso no hay duda, el clima social se ha vuelto algo tenso. Digo esto y prefiero desmentir mis palabras a quedar como un improvisado columnista que desconoce la “realidad” de nuestro país.

Desde hace algunos meses vienen suscitándose en las zonas más acomodadas de la ciudad de Buenos Aires una serie de hechos que, a criterio de los medios masivos de comunicación, constituyen acciones de gran relevancia. Enumero algunos: doscientas personas con cacerolas y tapados de piel (¿humanas? No… solo de inocentes animalitos) en las zonas de Barrio Norte, doscientas personas en Recoleta, otras tantas en Palermo, se juntaron seis mil ¿seis mil?, bueno al menos eso titularon algunos diarios, en la zonas de Plaza de Mayo. Los menducos, para no ser menos, juntaron 150 en Garibaldi y San Martin de Ciudad, bueno, y algunos locos que desde el balcón de sus departamentos tocaban las cacerolas. Eso ha constituido para los medios masivos de comunicación hechos “de gran relevancia”.

Seguiré sin desmentirme y acentuaré el hecho de que el clima social está complejo: en Mendoza vi como durante algún tiempo los sindicatos estatales decidieron llamarse al paro en pos de sus reclamos salariales, eso caldeó aún más el clima social, pero bueno, arreglaron, algunos más, otros menos, pero todos en paritaria como corresponde. Hace unos días, una señora muy coqueta del gremio de judiciales, nos dedicó a mi hermana y a mí, un par de insultos por negarnos a tocar bocina en medio de su protesta por la suba de su sueldo. Eso ratificó que el clima social definitivamente estaba jodido. Estatales reclamando, insultos en las calles, cacerolazos, hambre, falta de recursos en la educación, desempleo… ¿hambre? ¿falta de recursos en la educación? ¿Desempleo? Algo me hizo ruido en mi hipótesis primera.

Pretenderé revisar el pasado reciente de climas caldeados, quizás el más cercano a nuestro tiempo sea allá por el 2008 cuando las patronales agropecuarias se negaron a pagar retenciones y, producto de una estrategia comunicacional, se instalaron como “el campo”, induciendo a las clases medias urbanas a su reclamo, haciéndose pasar por gauchos buenos que laburan de sol a sol en las estancias y fincas, cuando en realidad eso lo hacen sus peones y ellos solo se dedican a obtener ganancias producto de la explotación de sus empleados y el uso de agroquímicos poco benévolos con el ambiente y las poblaciones cercanas. Sin embargo, el clima sí estaba realmente caldeado y cacerolas de por medio, el grupo Clarín y la Sociedad Rural casi se llevan puesto al gobierno nacional. Pero prefiero ir un poco más atrás en relación a los climas caldeados, a la furia de las masas, y creo que un punto sobresaliente en la historia argentina en relación al enojo social se da en el año 2001, cuando hartos de tanta miseria, pobreza, desempleo, indignidad, los sectores sociales más postergados (en ese entonces la gran mayoría) tomaron por asalto las calles de todo el país en protesta. Saqueos, tiros, piquetes, cortes de ruta, muertos… pero no solo los pobres  fueron artífices de los reclamos, una gran parte de la clase media se sumó al enojo colectivo, sobre todo aquellos que fueron ultrajados por el sistema financiero, confiscando sus depósitos. Esto constituyó un verdadero hecho colectivo de desprecio a un sistema injusto, poco solidario, un sistema que literalmente nos robaba.

“Calentura eran las de antes” dirá algún nostálgico de casi todo, pero me pregunto ¿Cuán enojados podemos estar hoy los argentinos? ¿A quiénes representan esos doscientos caceroleros de Barrio Norte? ¿Por qué tiene tanta difusión un reclamo, que en su esencia no es muy claro? Digo, los reclamos son diversos; “estoy acá simplemente porque la odio” “esto es una dictadura” “quiero comprar dólares” “somos argentinos” pueden escucharse en los reclamos.

Cuando creí que el clima social caldeado era solo una gran obra maestra de los medios masivos de incomunicación, vi a un antiguo aliado del gobierno ofuscado por el impuesto a las ganancias y llamando a paro nacional. ¡Chau, era cierto! El clima realmente se caldeó. Realmente tuve miedo, parecía que la hecatombe se aproximaba, esperé para ese miércoles una masiva movilización del movimiento obrero organizado y con cautela solo me aferré a mis principios ideológicos. Pero ¿Qué paso? Las masas de trabajadores nunca llegaron a la Plaza de Mayo a pedir la quita del impuesto a las ganancias. Víctima nuevamente de una treta mediática solo decidí ese día trabajar, agradeciendo tener trabajo.

Siempre más dudas que certezas, solo algo es seguro, los argentinos que conseguimos trabajo, los argentinos que aumentan sus ganancias y su patrimonio en base  trabajo genuino, los pibes de la Asignación Familiar que ahora van a la escuela con zapatillas, los que se compraron el cero quilómetro, los que aumentaron su sueldo después de la discusión paritaria, los que ahora tienen casa, los que van a tenerla con el nuevo plan de vivienda, los que trabajan y van a las más de mil nuevas escuelas, entre otros tantos millones, no están enojados o al menos no deberían estarlo.