La muerte de Ángeles Rawson, los intentos de secuestros de niños, los reclamos de las entidades agrarias, las bóvedas repletas de dinero, lo difícil de la vida, la inflación, el desastre que se avecina, el dólar blue (negro), el apocalipsis proclamado, la inseguridad…
Estos temas se repiten constantemente en los medios de comunicación. Y hablo de los grandes medios, de esos que ocupan las mejores horas y franjas de difusión. Esos que tienen toda la tecnología, la “plata”, los amigos. Esos que no juntan monedas para poder imprimir. Esos medios que pueden pagar profesionales para cada labor, que deciden quién se va, quién se queda. Esos medios que deciden de qué hablará el país, con qué humor nos levantaremos. Que marcan cuánto pesimismo tendrá nuestro día, o si la paranoia y el miedo nos complicarán un poco más cada jornada.
No se trata de ser oficialista u opositor al gobierno. Se trata de lucidez. Y de pensar un poco por nosotros mismos.
Cada día veo gente con salud, (y con sistema de salud para atenderse); con piernas para caminar (y con auto, muchos 0km); con trabajo bueno, bien pagado (y con tiempo libre y cuotas para irse de vacaciones, a la Conchinchina, si se les antoja). Veo gente cultivando fincas (hermosas propiedades que hasta hace unos años estaban abandonadas); veo niños y jóvenes estudiando (en colegios estatales y privados); veo muchas casas nuevas (más bien casonas, compitiendo entre sí por ser más lindas). Veo gente que deja su casa abierta, su auto andando, que come un asadito cuando quiere, que discute dónde se va el finde largo, que tiene TV por cable, wifi, cinco celulares, dos tablets, dos GPS (le falta uno para el auto pequeño), alarma, todos los electrodomésticos que existen, tarjetas de crédito, pulóveres de todos colores para combinar con zapatos al tono, vajilla, juguetes, libros, perros…
Veo gente que tiene muchas cosas, pero sobre todo, que muestra una gran insatisfacción. La queja constante, el malestar persistente, el malhumor contagioso, la mala onda, la energía pesimista. Si, veo gente que combina a la perfección la posesión de muchos bienes personales y sociales, con un malestar profundo, con un amargado transcurrir, a pesar de las cosas buenas…
Me pregunto, ¿por qué los que más se quejan son, en general, los que han logrado un pasar bastante bueno, cómodo, deseado? ¿Por qué se muestran más inseguros quienes, en realidad, tienen (además de los seguros), la seguridad de un estudio, un trabajo, una casa, entre otros bienes? Me dirán que es por la inseguridad misma, por la economía desastrosa y la debacle que se avecina. Me dirán que es por la corrupción, el autoritarismo y la falta de libertad. Por el Indec y 6,7,8. Me dirán que sienten miedo, y probablemente sea cierto que lo sienten.
Yo no voy a desmentir lo que sucede, aún cuando tenga argumentos para hacerlo. Solamente quisiera pedir un minuto para reflexionar íntima y sinceramente. Un espacio donde nada resuene en la cabeza, ni Lanata ni Víctor Hugo, ni TN ni la TV Pública. Entonces, preguntarse, ¿Cómo está mi vida si no veo o leo las noticias? ¿Cuál es realmente mi situación y la de mi entorno? Si la TV no me dice nada, ¿cómo realmente vivo? Yo creo que, en la mayoría de los casos, la vida está mucho mejor de lo que dicen los grandes medios, pero a diario, lamentablemente, nos hacen creer lo contrario.
Más allá de las posturas e ideologías, más allá de la cuna, de las simpatías personales, estaría muy bueno que, los valletanos del Uco, nos preocupáramos y quejáramos por las cosas reales y nuestras. Las que realmente nos interesan, y no, las que se les ocurre taladrarnos todo el día a los grandes medios de comunicación. Habrá que hablar del agua, de la producción, de los chicos, de los árboles, de las escuelas, de lo público que funciona o no funciona, en fin, de los temas nuestros de cada día.
Sería un paso afortunado, despegarnos de esa gran “manipuladora” que nos dice cada día qué pensar y cómo sentirnos, porque no solamente nos sacaremos de encima muchos pesos que nada tienen que ver con nosotros, sino que además, nos daremos la oportunidad de discutir por lo que realmente nos interesa.