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«Basta de prohibir… empecemos a buscar soluciones que nos acerquen»

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mafalda en la plazaDesde hace algunos años tengo la inquietud de cómo se ha dado una suerte de recuperación de los espacios públicos por parte de la comunidad: la última dictadura militar provocó una suerte de alejamiento de éstos, circunscribiendo a la gente a la privacidad de su hogar y al distanciamiento de los lugares de encuentro en comunidad. Los años de democracia fueron avanzando y el neoliberalismo, casi como continuidad, atomizó a los individuos, los convirtió en objetos de consumo; como resultado del miedo y del modelo económico, las plazas, los clubes, los parques, dejaron de ser ese lugar de encuentro de la comunidad.

Sin embargo después de algunos años, nuevamente volvieron a verse poblados. Ya es habitual que durante las mañanas, las tardes y las noches estos espacios sean el lugar elegido por la comunidad  para encontrarse; un mate, una caminata, un partidito de futbol, una cerveza, una gaseosa son la excusa perfecta para compartir la presencia del otro, de los otros. Y eso habla muy bien de nosotros como comunidad y del Estado que, en general, mantiene en condiciones agradables estos sitios.

Un espacio público es por definición un espacio de todos, es decir que es un ámbito de convivencia de la comunidad. Comunidad de comunes, es decir iguales, Iguales frente a la ley y por lo tanto en lo público, en el espacio público cada persona vale una persona. No interesa si te vestís de traje, de payaso, de azafata, de negro; no interesa si sos gordo, flaco, alto, rubio, morocho; no importa si usas nike original o nike de persa, si usas lentes de marca y última tendencia o si los compraste de remate al fin de la temporada, el valor de una persona, se mide por el simple hecho de ser persona. Así debería, necesariamente comportarse la vida en los espacios públicos.

Bajo esta utópica situación diríamos, que mis derechos terminan donde empieza el derecho del otro, pero como sabemos que esta definición de uso de derecho está atravesada por una complejidad que la hace inviable, la vida en el espacio público también se hace compleja. Aunque parezca una simpleza, la vida en una plaza (espacio público) presenta dificultades; desde el popó del perro que el vecino no levanta, a los papeles y botellas que quedan en el suelo después del picnic, o la cerveza que no puedo tomar en la plaza porque está prohibido (pero que sí tomo en el bar de enfrente más cara), la música que molesta en las noches al vecino de enfrente (que básicamente cree que la plaza es suya por el simple hecho de vivir frente a ella), el festejo de fin de año y la juntada en la plaza que disminuye los ingresos a las fiestas programadas (y por supuesto las quejas de los empresarios a los municipios y el pedido para que no se deje que la gente permanezca en la plaza). Todo representa una complejidad, una posible situación de conflicto, donde uno no vale más que otro, pero donde a la hora de las acciones y las definiciones parece prevalecer la ley de la prohibición.

Siempre, ante una situación de conflicto prima lo tradicional, la respuesta punitiva. Si el problema son los autos en el fin de semana, hay que prohibirlos; si el problema es que se tome alcohol, hay que prohibirlo; si el problema son los pibes que escuchan música hay que prohibirlo; siempre se opta por la respuesta más simple, más elemental, la de menor profundidad. ¿Qué sucede ante esto? Lo más lógico, el alejamiento por parte de la comunidad de los espacios públicos, y cuando digo comunidad digo, que una parte de las personas decide continuar asistiendo, pero otra parte, la que se vio afectada, ya no va. Esto deriva en que lo que era de todos, ya no es de todos, es solo de una parte y el espacio público, como disparador de encuentros de quienes en otros momentos de la vida, por distintas razones (sociales, económicas, culturales, etc) no pueden encontrarse, ya no lo van a hacer.

Desde una columna es difícil plantear cuál es la forma en la que se solucionan los conflictos en el marco del espacio público, pero si es cierto que se debe, desde el Estado, frente a esta nueva apropiación por parte de la comunidad (toda) de estos espacios, diseñarse mecanismos tendientes a la búsqueda de consensos, donde unos y otros puedan sentir como suyo y del otro, cada uno de los espacios que son para compartir.

Un comentario

  1. me encanto este comentario , lo lei en mi programa de radio y se creo un gran debate , muy buen concepto el que plantean ojala se pusiera en funcion , gracias ..

Los comentarios están cerrados.