Llega antes que el sol de la mañana todos los días, con sus problemas a cuesta, abrazado a sus dramas, impregnado en sus desánimos y avatares diarios. Pero sus maletas también traen los sueños, las ganas, las letras y los números.
La primera niña llega minutos después, acurrucada en la sensación de frío que juntó durante los dos kilómetros que caminó. Un beso en la mejilla de su profe es la primera ofrenda del día.
A esta altura, con el paso de solo un niño, ya sus cosas personales quedaron en segundo o tercer plano.
Llega la trafic con los diez niños que vienen del sur, y al ratito nomás llega el otro transporte con más pichones blancos. Van llegando también el resto de los caminantes.
La celadora ya tiene listo el yerbeado y la tortita. El desayuno es silencioso, ameno, despertador. Esa tacita con algo caliente es un descanso frente a los diez grados bajo cero que presenta el invierno valletano.
Antes el desayuno era a media mañana, pero se dieron cuenta los maestros que la mayoría de los chicos venía con la panza vacía, y así es muy difícil estar dispuesto a aprender.
Hay que salir de nuevo al patio y acompañar con la mirada a la bandera nuestra, sube para alumbrar la tarea para recordarnos que pisamos todos el mismo suelo y que ha todos nos invita a poner lo mejor de nosotros para engrandecerlo día a día.
Alguna caricia en la cabeza fría de quien parece todavía no despertar. Una palabra de aliento para esa niña que hoy todavía no ha sonreído. Una pregunta común sobre cómo están, aunque se sabe la respuesta de todos los días sirve para ir estableciendo el lazo y generando la confianza de amor que necesita el comienzo de la jornada.
El sol quiere entrar lentamente por las ventanas y la helada ya cae sin piedad sobre el patio de tierra y las dos plantitas de arabias que en verano sombrean los recreos y descansos.
Aquí va el maestro en su intento por sembrar. Ha preparado el espíritu de esos niños con el saludo, el desayuno, la sonrisa y el buen gesto. Ahora es momento de esparcir las semillas del conocimiento en estos niños de hoy y hombres y mujeres de mañana.
Sabe que su tarea es a futuro y por eso cree en el potencial de cada uno de estos chicos. No se miente, va viendo el gusto de cada uno de sus chicos. No pretende resultados inmediatos. No quiere que le repitan las cosas de memoria. Los quiere libres, independientes, pensantes y solidarios.
Busca las formas, los acerca a los libros, a los elementos del mundo que lo rodean, a las ideas, a las esperanzas y a todo aquello que la imaginación pueda aportar.
Cuenta con el aporte de las anteriores maestras que les enseñaron a los chicos el maravilloso mundo de las letras y el fascinante paraíso de los números que resuelven problemas.
También siente cerca a esos padres que confían en él para que haga parte de la tarea de educar y engrandecer las posibilidades de un futuro menos sufrido y más cercano a los sueños. Depositan en sus manos su bien más preciado y como pueden o saben ayudan, aportan, acompañan.
Tiene directivos de esos que van siempre para adelante, que traen soluciones y sueños, de los que aman lo que hacen porque aman a los pibes, y creen en ellos.
El recreo, el juego, el diálogo. Las paredes ya vieron desfilar muchas sonrisas que han llenado el corazón de este profe.
El almuerzo es un festejo. Es compartir y disfrutar. Es colaborar y agradecer.
Los talleristas con sus propuestas aportan con arte y recreación el terreno donde las semillas dan fruto cuando sus tiempos son respetados, cuando su crecimiento es regado con dedicación, paciencia, pero sobre todo con la esperanza de creer en un mañana mejor.
Mientras los chicos juegan y aprenden a compartir y a expresarse, él trabaja con pequeños grupos, reparando en el proceso de aprendizaje de cada niño.
La tarde comienza a concluir. El frío vuelve. El transporte llevará a los niños a sus hogares para compartir con su familia y sin darse cuenta aplicar lo aprendido.
Vuelve a su casa el maestro, cansado, pero feliz de haber puesto otro día lo mejor de sí, y haber recibido el mayor oro de la infancia que son las sonrisas.
Todos los días transcurren igual, pero nunca rutinarios, porque siempre hay que armar algo nuevo, improvisar e inventar alternativas para despertar, motivar y ayudar a conocer el mundo a esos niños que ya son “suyos”.
Este silencioso docente sabe que al lado suyo hay muchos que como él dan lo mejor de sí. Sabe que hay miles de escuelas y muchos docentes que no solo esperan un mundo mejor, sino que además trabajan todos los días para irlo construyendo.
Sabe que tiene vecinos que valoran su trabajo, que hay padres que lo admiran, que hay autoridades que acompañan y aportan, que hay niños que ya son grandes y le agradecen.
Quizás no sepa que en estas humildes líneas va un homenaje a él y a todos los educadores que han elegido trabajar con la razón y el corazón.
3 comentarios
no entiendo lo de doctor, arquitecto jofré.
Al fin una buena Doctor… mil gracias….intento siempre dejarme por mis sentimientos cuando escribo algo, sea lo que sea, pero hoy festejo su reaparición. Se lo extrañaba!!!
en la mayoría de tus notas te dejás llevar la pluma por tus sentimientos políticos, y eso produce un marcado rechazo en muchos lectores. Pero en esta nota, no tengo mas que palabras de admiración y agradecimiento. Felicitaciones!
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