Claudia Vera habló con algunos medios provinciales sobre la terrible situación que vivía, y que desencadenó la tragedia. Ya con arresto domiciliario, habló con Alejandra Adi, periodista de diario Uno. A continuación, transcribimos una entrevista donde Vera describe la pesadilla de la violencia doméstica, y el amor a sus hijos como sostén de su vida.
“Estoy tranquila, porque no estoy loca y tengo la verdad para contarla”. Es lo primero que expresó Claudia Vera (42 años ) a las pocas horas de haber regresado a Tunuyán, luego de que la Justicia le concediera el arresto domiciliario. A pesar de transmitir serenidad en sus palabras y de hablar con lucidez, esta mujer, que carga con una causa por homicidio agravado por el vínculo, no puede evitar, a cada rato, que las lágrimas le corran por el rostro al recordar lo que pasó el jueves 26 de junio, y todo lo que vivió antes.
Ese día Vera mató de una puñalada en el pecho a su esposo, Miguel Aloise (42), “en defensa propia” –como ella afirma- porque él no paraba de golpearla.
Ese fue el desenlace de una historia de más de 15 años de violencia, tanto física como verbal y psicológica, que llevó a esta tunuyanina a denunciar a su marido varias veces, a dejar su casa en algunas oportunidades pero, también, a callar y a decidir regresar a su lado por miedo a que la juzguen y por proteger a sus dos hijos.
–¿Cómo se llevaba con su esposo?
–Era una relación con altibajos. Teníamos épocas en la que los hechos de violencia eran muy seguidos y había momentos en los que no. Era violencia verbal y física, de una agresividad constante. Me decía cosas permanentemente, me golpeaba y me denigraba todo el tiempo.
–¿Por qué la maltrataba?
–Principalmente era por celos. Cuando estaba gorda porque estaba gorda, cuando adelgazaba porque adelgazaba. Mucho también por temas de plata. Siempre tenía que darle explicaciones. Tenía un cuaderno con los gastos porque le rendía cuentas. Por el celular también, por la gente con la que me juntaba. Para él eran todas putas.
–¿Cuándo fue la primera vez que le pegó?
–Esto viene del ’98, cuando vino del Sur, adonde había ido a buscar trabajo. Mi hijo más grande tenía 3 años. Él iba a comprarse unas zapatillas y yo no quise bajarme porque hacía frío y estaba con el nene. Empezó a pegarme, y de ahí se hizo constante el tema de la agresividad.
–¿Lo hacía delante de los chicos?
–Casi siempre. Yo aceptaba esa situación sabiendo que no era lo ideal. Primero porque lo quería y lo quiero, pero también estaban mis suegros, que me decían que no lo denunciara porque lo iban a echar del trabajo. Aceptaba por eso y por los chicos. Mi sueño era tener la fotito de la familia ideal, sin problemas, sin nada.
–¿Lo denunció?
–Hice dos denuncias, pero ese era todo un tema. Es que las notificaciones las mandaban a mi casa y se las tenía que dar yo. Me había pasado en el ’98 que me llevé a San Juan a mi hijo. Él me denunció y estuve tres semanas detenida por eso. En 2010 traté de hacer todo lo legal, hablé hasta con la jueza. Hice la denuncia en Mendoza y en San Juan, y nos fuimos. Me llamaba a cada rato. Fue, vio a los chicos y me rogaba y me decía que iba a cambiar y que iba a estar todo bien. Mi hijo más chico se quería venir, así que acepté volver.
–¿Qué pasó cuando regresó?
–Me dejó estudiar con condiciones. Los fines de semana no podía tocar ni un libro. Al principio estuvo bien, pero se ponía celoso y venían los golpes. Yo quería terminar mi carrera y tener algo para darles a los chicos por si decidíamos no estar más con él. Y últimamente me hacía muchas escenas de celos. Iba al terciario y se quedaba horas mirándome. Hace tres semanas me había roto el celular. No me creía que me escribían mis compañeras. Un día me persiguió tirándome piedras. Esa vez me lastimó el párpado, que se me cayó.
El homicidio y el después
“Me había pegado al mediodía por el tema de la plata, delante de los chicos que trataban de separarlo. Fue por un plazo fijo que teníamos, que me lo pidió, pero como yo lo tenía en la pieza y vi que estaba en la puerta. Le pedí que se corriera y me dejara pasar. Se me vino encima y me pegó”, describió Vera las horas previas al asesinato que tuvo lugar en la vivienda que compartían.
“Esa noche empezó a decirme gorda culiada y a pegarme mucho, no me dejaba salir de la habitación, no dejó entrar a mis hijos y fue cosa de un minuto lo que hice. Yo quería que a él no le pasara nada. Por eso llamé a la policía, a todo el mundo. Pero temí por mi vida porque estaba muy loco. Se lo veía en los ojos y en los sucesos que se habían dado. Era como que no iba a parar hasta matarme”, relató sobre el hecho por el cual hoy está aún imputada a pesar de que podría tratarse de un caso de legítima defensa.
–¿Cómo fueron los días siguientes?
–Quería estar con mis hijos, nada más. Ellos entienden en qué situación actué y por eso están conmigo. Hasta mi cuñada, la hermana de él, que había sido testigo. Yo sólo quiero estar con mis hijos. Hoy cuando los vi (por ayer) fue muy fuerte poder abrazarlos sin tener las rejas de por medio.
(Fuente: Diario Uno/ Alejandra Adi)
Un comentario
Esa Historia se repite tal cual en cada caso de violencia,pero los que administran las leyes parecen no oir el grito de auxilio que se esconde detras de cada denuncia,deberia poder obrar de oficio la policia en los casos de violencia intrafamiliar, porque quien denuncia queda mas expuesto ante quien agrede,cargando la culpa y responsabilidad sobre el denunciante que ante la insistencia de lo social,termina por considerar que es asi,cayendo en profundas depresiones,y extendiendo esta situación por lapso de tiempo fatídico para todo el nucleo familiar por la violencia si no mata física lo hace psicologicamente!No hay negociacion posible con la violencia.
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