Mientras ya son 11 los muertos por el dengue desde que comenzó la epidemia, se multiplican los casos en el país aunque no entren en la estadística oficial: solo le aplican el reactivo para confirmar si se trata de la enfermedad a 1 de cada 10 pacientes que llegan a los hospitales con la sintomatología típica, lo que demuestra que el número oficial de 35 mil casos confirmados constituye un subregistro enorme. Así lo admitió ante Página/12 el propio viceministro de Salud de la Nación, Néstor Pérez Baliño: “El número total de afectados ya no tiene valor”, se desentendió el funcionario. ¿Cómo se llegó a la peor epidemia de dengue en la historia del país? Dos reconocidos especialistas consultados por este diario coincidieron en señalar que el origen está relacionado con lo que el gobierno nacional hizo y lo que dejó de hacer. “Es una vergüenza lo que están haciendo. No es incompetencia, es desidia”, criticó el sanitarista y ex ministro de Salud Ginés González García sobre la falta de una respuesta integral para enfrentar el problema. “El Estado está delegando en cada persona la responsabilidad de la prevención, al pedir que cada uno descacharrice y se ponga repelente. Los estilos de vida sirven para culpabilizar a la víctima”, cuestionó Hugo Spinelli, director del Instituto de Salud Colectiva de la Universidad Nacional de Lanús, quien consideró además que las muertes registradas hasta el momento “podrían haberse evitado”.
“Cada paciente con dengue es un reservorio del virus. Se deben atacar los focos para mitigar la epidemia. Porque si un mosquito Aedes aegypti lo pica va a convertirse en transmisor del virus al picar a otra persona. Pero el Estado nacional se desentendió del problema. Declararon la epidemia de dengue y ningunearon el problema. El gobierno hizo una publicidad muy simple. Y concibe como si fuera responsabilidad de cada uno que no haya mosquitos en su casa. No fumigaron ni distribuyeron insecticidas en las provincias. El Ministerio de Salud tuvo una actitud indiferente y no se hizo cargo de una epidemia nacional. Debería haber mantenido la fumigación de los focos, especialmente en los espacios públicos y los barrios carenciados. Brasil incorporó al Ejército para controlar la epidemia”, objetó el ex ministro de Salud del gobierno kirchnerista.
Para Spinelli, el Estado no puede delegar la responsabilidad de prevención en los individuos, con mensajes de descacharrar y ponerse repelente. “La medicina dominante transforma las vulnerabilidades sociales en riesgos individuales”, objetó. También cuestionó que cada persona afectada no tenga conocimiento de cuál cepa la afectó. El problema es que si la gente desconoce qué cepa la afectó en esta oportunidad, y vuelve a tener dengue en el futuro con una cepa distinta, podría desarrollar dengue hemorrágico, una versión más virulenta de la enfermedad, que puede llegar a ser mortal, advirtió Spinelli. “Se le debería informar a la población que no se le va a realizar el test que determine la cepa. El gobierno debería aclarar a quién le aplican el reactivo y a quién no”, consideró Spinelli.
La denuncia de un gremio docente en la ciudad de Buenos Aires es un ejemplo de la falta de iniciativa oficial. Desde Ademys, que agrupa a profesores de escuelas medias y superiores, reclaman desde marzo que el gobierno porteño realice fumigaciones “sistemáticas” en los colegios, sobre todo aquellos rodeados de parques, y que además entregue repelente tanto a docentes como al alumnado. “Estamos viendo casos de dengue en casi todas las escuelas, en docentes y en alumnos. El 31 de marzo se murió una maestra de Barracas, Laura López. Fue diagnosticada en el Hospital Muñiz y luego derivada al Méndez, donde fue mal atendida. Tenía diabetes, pero el dengue la mató”, contó a este diario María Isabel Grau, secretaria de prensa del sindicato. El reclamo por fumigaciones y repelente no tuvo eco en el gobierno del PRO.
Desde la cartera de Salud, Pérez Baliño adjudicó a la gestión kirchnerista la falta de acciones de prevención durante 2015, consideró que “el índice de mortalidad es muy bajo” y afirmó que la epidemia ya está “en la rama descendente”, debido a la llegada del frío.
Sin reactivo
Jorge vive en el conurbano, es enfermero y trabaja desde hace más de tres décadas en un hospital porteño. Tres semanas atrás empezó a tener un cuadro febril, típico del inicio del dengue: tuvo entre 38,5 y 39 grados varios días. Y se le sumaron dolores articulares, sin ningún otro foco agregado. Seis días después de caer enfermo fue al Hospital Santojanni a consultar. Le realizaron análisis de sangre, pero no de serología para confirmar cuál cepa lo había afectado. Le explicaron que solo le aplican el reactivo a 1 de cada 10 pacientes con síntomas de dengue. Lo mismo ocurre en otros hospitales en el país. Salvo que la persona afectada tenga alguna otra patología asociada, como por ejemplo, diabetes. Jorge no sabe cuándo fue picado por el mosquito Aedes aegypti, transmisor del virus. Pero se enteró de que un vecino, que tiene un vivero, también tuvo los mismos síntomas unos días antes que él. Le preocupa no saber qué cepa lo afectó. Se sabe, por el momento, que en el país está circulando la 1, que es la más benigna, igual que en el resto de la región. Después de que cayera enfermo con dengue, Jorge no recibió ninguna visita en su domicilio, en el conurbano, para fumigar su casa y las áreas aledañas.
Subregistro
Según informó el Ministerio de Salud, desde el 3 de enero y hasta el 30 de abril -último registro disponible- se notificaron 63.952 casos con sospecha de dengue (incluyendo probables, confirmados, descartados y en estudio). De ellos, 32.441 corresponden a casos confirmados o probables autóctonos distribuidos en 15 jurisdicciones del país, mientras que 2.551 corresponden a casos confirmados y probables importados, distribuidos en 23 provincias. Se descartaron 14.035 casos y permanecen en estudio 14.925. Los datos indican que en las primeras 17 semanas de 2016, desde que se declaró la epidemia, los casos acumulados superan casi en un 32 por ciento a los registrados en el 2009 para el mismo período. La diferencia entre ambos años para el mismo período es menor a la registrada en las pasadas semanas -que daban cuenta que superaban el 70 por ciento a los del 2009- a expensas del menor número de notificaciones observadas desde la semana del 13 al 19 de marzo. Hasta el momento, indica el parte oficial, “se reportaron 11 pacientes fallecidos con dengue que están siendo evaluados para su clasificación final”. Esta es la peor epidemia de dengue de la historia argentina. Pero el subregistro de casos, en realidad, sería altísimo.
-Si no le aplican el reactivo a todos los pacientes con síntomas de dengue, ¿esa cifra no es mentirosa? -observó este diario en diálogo con el viceministro de Salud.
-Las epidemias tienen tres etapas: la de prevención, la segunda, cuando ya llegó, de contención, y la tercera, de mitigación, tratar de que la gente no se muera. Estamos en esa etapa. El número de casos pierde valor. No es necesario aplicarles el reactivo a todos los pacientes para conocer la serología -respondió el funcionario.
Se realiza el análisis cada diez casos, para confirmar qué cepa sigue circulando. Las provincias más afectadas, señaló Pérez Baliño, son Formosa y Misiones. Pero la transmisión sostenida del virus se mantiene, de acuerdo con el reporte semanal del Ministerio, en las provincias de Buenos Aires, CABA, Córdoba, Corrientes, Chaco, Entre Ríos, Formosa, Jujuy, Misiones, Salta, Santa Fe y Santiago del Estero. Por otra parte, se verifica transmisión circunscripta a localidades, barrios o conglomerados con casos autóctonos y probables en Catamarca y Tucumán, y casos aislados autóctonos en La Rioja.
Por debajo de los 12 grados de temperatura el mosquito adulto ya muere, pero las larvas, no, (pueden sobrevivir hasta un año sin agua y resisten temperaturas bajas), con lo cual, indicó Pérez Baliño, entre julio y agosto deberían comenzar las tareas de prevención, eliminando los reservorios donde puedan permanecer. Será tarea para cada hogar.
(Fuente: Diario Página 12- Mariana Carbajal)