Después de que fuera presentado como un cómplice de los prófugos de la cárcel de General Alvear, Marcelo Mallo fue liberado porque no se encontró ningún vínculo con los Lanatta y Schillaci. Malestar en las fuerzas de seguridad por los errores en la conducción política.
Durante 48 horas se lo sindicó como el hombre clave de la cobertura política de la fuga, el eslabón perdido de las complicidades con los prófugos. Se lo vinculó con Aníbal Fernández pese a que su familia contó que militaron para la campaña de Julián Domínguez. Se dijo que hizo visitas en la cárcel de General Alvear e incluso que habló por teléfono con los fugados. Finalmente, ayer el juez César Melazo dejó en libertad a Marcelo Mallo porque no encontró ningún vínculo entre el puntero peronista, los hermanos Martín y Cristian Lanatta y Víctor Schillaci. El papelón fue tal que ni siquiera se lo indagó por la fuga, sólo por las tres armas que Mallo tenía en su casa. Melazo le adelantó a Mallo que pedirá una investigación sobre la forma en la que se sembró la pista falsa que llevó al allanamiento y la detención del quilmeño.
A diez días de la fuga del penal de General Alvear, la investigación parece estar en una grave parálisis: se hicieron 62 allanamientos sin resultados; no se sabe qué camioneta se usó en la fuga y si es la misma del tiroteo de Ranchos; se desconoce quién es el conductor que los fue a buscar a General Alvear y ayer temprano se pinchó la pista de otra camioneta quemada. Hace cinco días, como mínimo, que no hay nadie que los haya visto. Así como los funcionarios vienen deslizando responsabilidades de los policías bonaerenses en la falta de resultados, entre los uniformados empezó a reinar un mal clima y le echan la culpa al equipo del Ministerio de Seguridad por concentrarse en el marketing y la política, equivocando el rumbo en la investigación.
Mallo libre
La detención del ex líder de Hinchadas Unidas Argentinas (HUA) fue anunciada con bombos y platillos, vinculándolo con la fuga, pero sin aportar ninguna evidencia. Durante dos días se insistió en que los Lanatta y Schillaci tenían cobertura política y lo pusieron a Mallo en el centro de la escena, trayendo a la actualidad un viejo vínculo con Aníbal Fernández. En ese marco, escondieron el hecho de que Mallo ya no revistaba en las filas del ex jefe de Gabinete y que en la última campaña se sumó al apoyo a Julián Domínguez. Pero ni una cosa ni la otra lo vinculaba con el escape de General Alvear.
Siempre en forma extraoficial se hizo trascender que el allanamiento a Mallo se concretó porque el puntero estuvo en el penal o que registraba llamadas telefónicas con los prófugos. Todo resultó falso. Mallo sostuvo ante el fiscal Mariano Sibuet que nunca conoció ni vio ni habló con los Lanatta ni con Schillaci.
La acusación se fue deshilachando y quedaron sólo tres armas en el expediente. Resultó que una era de hace cien años, la otra era legal y tenía los papeles en regla, y una tercera pertenecía a un amigo, que aportó la documentación.
Finalmente, el juez Melazo no sólo ordenó la libertad de Mallo, su hija Brenda y su yerno, sino que también se comprometió con el defensor de los tres, José Novello, a extraer testimonios para que se investigue la desviación del expediente, o sea la forma en que se plantó la acusación contra Mallo.
Para el gobierno bonaerense terminó siendo otro resultado decepcionante, en una especie de modus operandi que se reitera: se hacen anuncios impactantes de detenciones o decenas de allanamientos y luego terminan casi en la nada. El record se batió con aquella frase de “los tenemos cercados”. Los expertos en seguridad sostienen, en cambio, que se debe hacer un silencioso trabajo de inteligencia, sin anuncios, sin marketing y, sobre todo, no adelantar resultados hasta haberlos conseguido.
Poco
Una revisión de lo hecho hasta ahora en la pesquisa deja muchísimas lagunas:
– La fuga cumple ya diez días. Por el escape en sí mismo no hay nadie detenido. La acusación general de que hubo complicidad del Servicio Penitenciario Bonaerense no se concretó en ninguna denuncia penal.
– No está identificada la camioneta que los fue a buscar a General Alvear. La conclusión surge de que no hay en las fuerzas de seguridad –según pudo averiguar este diario– una orden de búsqueda, con patente, de esa camioneta.
– En paralelo con lo anterior, tampoco se sabe quién es el hombre o mujer que manejaba la camioneta que los fue a buscar al barrio cercano al penal.
– La causa principal tiene ahora dos detenidos: Marcelo “el Faraón” Melnyk, al que se le adjudica haber entregado dinero, armas y algún vehículo y una mujer apresada anoche (ver aparte). Como en el caso de Mallo, no parecen conducir a los prófugos.
– Fuentes judiciales le señalaron a este diario que, en principio, no hay evidencia categórica de que los prófugos sean quienes les dispararon a los policías en Ranchos. Es más, hay indicios de que no se trataría de los condenados por el triple crimen. El reconocimiento de la mujer policía herida es muy débil, tanto por lo dramático de la situación como por la oscuridad en la que se desarrolló el hecho.
– No se explica por qué, con el supuesto poder de fuego que tienen, los prófugos no robaron un vehículo cualquiera. No queda claro entonces el motivo por el que fueron a la casa de la ex suegra. Si es que fueron.
– No hay ninguna aparición de los Lanatta y Schillaci en los últimos cinco días, desde el día de Año Nuevo y siempre que se tome como cierta la visita a la ex suegra. Significa que están quietos en algún lugar. Quienes los conocen, descreen que se hayan lanzado a las rutas, pero tampoco piensan que se mantengan en la zona de la que son originarios, Quilmes, Berazategui, Florencio Varela. Habrían hecho un raid inicial por esos municipios para recaudar dinero, vehículos y armas que dejaron allí antes de ir a prisión, pero ahora estarían refugiados en un lugar del que no se mueven.
– Quienes los conocen afirman que Martín Lanatta es claramente el jefe del trío y el que no permitiría que se separaran. El mantenerse juntos le garantiza que ninguno se entregue. Cristian sigue las órdenes de su hermano y Schillaci es mano de obra.
Mal ambiente
En la conducción de la pesquisa hay malestar. Los funcionarios que lideran la gobernadora María Eugenia Vidal y el ministro Cristian Ritondo ven fantasmas a su alrededor: piensan en las complicidades de los penitenciarios y, sobre todo, de los policías.
Los hombres de uniforme, por su parte, consideran que los funcionarios hablan demasiado, anuncian detenciones y allanamientos, hacen marketing. La búsqueda de los prófugos requiere silencio, trabajo de inteligencia, más que allanamientos. Si se detecta un domicilio que pueda tener vínculos con los escapados, se lo debe investigar con reserva, escuchar los teléfonos, no producir ruido y humo que se disipa rápido.
Para colmo, los diez días transcurridos desde la fuga están creando mal clima en la pesquisa. Según se sabe, los policías están molestos: se anuncian descabezamientos con antelación, se comunica que pusieron policías federales al mando y se anticipan más desplazamientos de jefes. En el ambiente de las fuerzas de seguridad se sabe que las purgas no se anuncian, se ejecutan, justamente para no dar lugar a los descontentos.
Estrategias
Desde el punto de vista de los prófugos, parece que el plan es mantenerse en un lugar, no salir, y esperar a que la marea del caso baje algo. Quienes han tratado con Martín Lanatta piensan que se va a mantener quieto unos veinte días.
Nadie cree que los Lanatta o Schillaci se resistan si los descubren: en ese caso, sólo en ese caso, negociarán entregarse. En su mentalidad siempre está la esperanza de volver a fugarse dentro de unos años.
Para los investigadores es clave el trabajo de inteligencia –aunque la Agencia Federal de Inteligencia está muy desmantelada–, lo que incluye escuchas telefónicas, entrecruzamientos de llamadas y los datos que pueda aportar algún “buchón” de la Bonaerense. Por ahora necesitan bajarle la exposición al caso porque, de lo contrario, como ocurrió con Marcelo Mallo, un día anuncian una detención espectacular y al día siguiente resulta que ese detenido fue liberado.
(FUENTE: PÁGINA 12/ Raúl Kollman)