“El estrés es una sensación y padecimiento que todos los seres humanos tenemos para poder adaptarnos y movernos en el mundo”, así nos explicaba Mariano Montoya hace algunos días qué es el estrés, cómo reconocerlo y cómo escapar de él.
En esta segunda parte de “¿Cuántos perros nos pueden ladrar en la cabeza”?, el psicólogo social nos habla acerca de los síntomas del estrés, qué son el estrés positivo y negativo y las formas de cambiarlos.
Los síntomas del estrés
No hay síntomas habituales estandarizados del estrés, los síntomas son particulares, son subjetivos y conocerlos es una de las pautas necesarias para disminuir esta sensación. Pensemos en una escala del uno al diez; la idea es que cada uno se dé cuenta si está en tres o en cuatro o en seis. Cada persona tiene que empezar a reconocer cómo impacta esto es su mente y en su cuerpo. Por ejemplo para algunos es comer más o no comer, estar compulsivamente sexual, estar muy susceptible, más iracundo.
A todos no ha pasado encontrarnos con alguien y decirle ‘te veo estresado’, y ahí no más contestarnos de forma agresiva ‘¿Y por qué lo dices?’. Otras personas no pueden concentrase, terminar un libro o un texto, etc. Por eso es necesario que cada uno empiece a registrar y a elaborar su propio termómetro del estrés para saber si está en el grado tres, cinco o diez. Los síntomas son idiosincráticos, por lo tanto estar al tanto y reconocerlos no es fácil tampoco porque el estrés se asienta en la subjetividad y en su construcción en la cotidianidad. Entonces se hace invisible y muchas veces se confunde con características de la personalidad como “es gringo, por eso es irritable”.
Los seres humanos somos todos diferentes por lo tanto las formas de expresión sobre el estrés también son diferentes. Escucharse es necesario, fijarse y sentir cómo está nuestra mente, el cuerpo, el alma. Es necesario aumentar la sensibilidad y la escucha con nosotros mismos, a veces se sienten cosas y no queremos oírlas. No es necesario llegar al dolor de estómago o tener taquicardia para ir al médico.
Pero escucharnos a nosotros mismos no es fácil a veces, es necesario pedir ayuda para poder escucharnos y escuchar a los demás. El estrés como forma invisible y estado de sobreactivación produce que uno no se dé cuenta y que los otros sí. Por eso hay que estar atento a si alguien nos dice ¡te veo estresado! Poner atención a la pregunta y a nuestra contestación.
El estrés positivo y el estrés negativo y formas de cambiarlos
Hay dos cosas que diferenciar con respecto al estrés los seres humanos. Nos sentimos bien con un estrés cuando algo se pone difícil, pero sabemos que lo podemos hacer, que uno ha elegido, que es voluntario ,que tiene sentido lo que se está haciendo, tiene un sentido para uno y para los otros.
Otra cosa es el estrés que nos provoca realizar una tarea o un informe que no es voluntario o sabemos que no cambia nada y no es reconocido por los otros. Lo hacemos pero no hay ganas ni interés, no es algo que no podamos hacer pero nos provoca un estrés negativo.
El estrés, siempre que esté dosificado, nos ayuda a crecer, a sentirnos capaces de algo. En el estrés hay una lista que uno puede tener en cuenta que aumenta el mismo.
Una mudanza, parece que no, pero es muy estresante, ya que no solo es un cambio de condiciones exteriores sino interiores. Esto provoca mucho estrés. ¿Qué cosas me faltan? ¿Qué cosas me quedan? ¿Cómo será el otro lugar? ¿Dónde pongo esto? ¿ Dónde están las cajas?
Una boda, es un cambio de hábitos de condiciones de convivencia. El nacimiento de un hijo modifica la cotidianidad de la familia. El cambio de trabajo: ¿Cómo serán los nuevos compañeros?, ¿Tendré los mismos privilegios que tenía antes?, ¿Me arrepentiré de hacerlo?
Si uno repasa en todas estas situaciones es el perro que nos sigue ladrando en la cabeza aunque ya no esté detrás de la bicicleta.
La mente es limitada, no podemos atender a todos los estímulos que vienen de afuera. Es muy común ver que cuando la situación de estrés es muy alta, escuchar o hacer una tarea más de una hora seguida resulta imposible.En el estrés por eso muy importante escuchar una voz externa, que de una mirada diferente al problema, salirse de uno.
¡Estoy estresado por esto!
Bueno, si sale mal ¿qué pasa?
¡Nada!
Que nos hagan solamente esta pregunta disminuye el estrés, nos saca del marco del pensamiento estereotipado. Más o menos nos dice simbólicamente ¡Mira el perro no viene detrás de ti!
Pero el inconveniente es que cuando estamos estresados no pedimos ayuda, por esta misma característica de invisibilidad del estrés. Aparte si no podemos escuchar los síntomas propios, menos escuchar a otros.
Cambiar del estrés negativo al estrés positivo es posible, el buscar el sentido a lo que estás haciendo. Hacer un informe o esa tarea que no tiene sentido, pero el trabajo me gusta. Entonces poder pararse en lo positivo, encontrarle algún sentido. Ya si no encontramos ningún sentido hay que ver la posibilidad de cambiar de actividad o no realizar esa tarea.
Otra de las formas de combatir el estrés negativo es tener hábitos de desconexión. Por ejemplo: llego a mi casa y me cambio de ropa o dejo de utilizar el lenguaje que uso en el trabajo. Quizás por eso es importante, y siempre lo digo, mantener el dicho “En casa de herrero cuchillo de palo”. En mi casa soy otro, no soy el de mi trabajo.
Pero bueno, es significativo pensar que no todas las soluciones son iguales para todos, cada uno tiene que encontrar la forma de desconexión, crear sus propios rituales y hábitos desestresantes, como cada uno debe tener su propio termómetro para registrar el estrés y debe hacer otro termómetro para desconectarse. En síntesis, tiene que ser algo distinto a la actividad habitual, sea desde el lenguaje a lo corporal.
MARIANO MONTOYA
Psicólogo Social
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