El denunciante declaró durante casi tres horas y explicó el contenido de escritos que presentó la defensa de los curas imputados.
La causa por las denuncias de reiterados abusos sexuales en el monasterio del Cristo Orante (Tupungato) -y que tiene a dos monjes imputados como autores y con prisión domiciliaria- continúa su curso en la Justicia mendocina. Durante la mañana de ayer, el denunciante (Nicolás Bustos -27-) declaró durante casi 3 horas y dio detalles de una serie de cartas y mails que la defensa de los imputados (Diego Roqué y Oscar Portillo) presentó como prueba, intentando despegar de las acusaciones iniciales a los sacerdotes.
Bustos denunció penalmente a Roqué y a Portillo en diciembre del 2018 por varios episodios de abuso que se habrían registrado entre 2009 y 2015, algunos de ellos cuando la víctima tenía 17 años (era menor de edad) y antes de ingresar internado al monasterio, según se desprende de las declaraciones del joven.
Luego de ampliar su declaración y brindar escalofriantes detalles de los episodios a principios del mes pasado, los abogados de los monjes aportaron copias de 35 correos electrónicos -fechados entre agosto y setiembre del 2009- y de 4 cartas manuscritas -de entre 2010 y 2015- que Bustos le escribió a Roqué, y donde pretenden demostrar que hubo un vínculo afectivo consentido entre el cura y la víctima, despejando así las versiones de abusos.
Según trascendió, en esas cartas puede leerse que el joven reitera en varias oportunidades epítetos como “te amo” o términos como “bebé” a Roqué; y la defensa de los imputados intenta de esta manera probar que la víctima no fue obligada ni inducida a los actos.
Durante su declaración de ayer, Bustos reconoció esos textos y se explayó sobre el aspecto afectivo de las cartas y mails en cuestión. Según especificaron fuentes judiciales, el joven destacó que en esos escritos “el aspecto afectivo no era carnal, sino que era paternal”. Incluso, detalló que el propio Roqué ya se había autoproclamado como su “padre”, y sostuvo que el sacerdote firmaba así las cartas y mails que él le enviaba y respondía. “Destacó incluso que él correspondía a los escritos para evitar problemas que pudiesen surgir por llevarle la contra; y por miedo a perder la posibilidad de llevar una vida monástica”, acotaron fuentes de la investigación.
A lo largo de los más de 180 minutos de declaración, el denunciante consideró que los monjes habían hecho una “manipulación” sobre él (habló de abuso de conciencia) y sostuvo que hasta hubo un aprovechamiento de su situación de vulnerabilidad familiar e inmadurez emocional por parte de los imputados para perpetrar los abusos. Incluso, hasta destacó que en su estrategia judicial -desde que comenzó la causa-, Roqué había pasado de decir que nunca existió ninguna relación a sostener que había existido, pero de manera consentida.
Durante la mañana de ayer declaró uno de los curas que participó en la investigación canónica; y que fue quien encontró mérito suficiente oportunamente para que se le inicie el proceso eclesiástico a Roqué. Y está previsto que hoy declare otro sacerdote que podría aportar datos de la situación canónica; no sólo en el caso de Bustos, sino de otros.
En el mismo procedimiento -y según se leen en las conclusiones de la investigación canónica con fecha de agosto del 2018-, los investigadores sostienen que el monje Portillo reconoció haber cometido “un pecado en el orden sexual” con el denunciante; aunque acusó a Bustos de haber sido quien lo acosaba. En esas conclusiones consideran que el relato de Bustos es verosímil y sugieren que continúe la investigación; algo que está haciendo por estos días un Tribunal eclesiástico de Buenos Aires. Además de la denuncia en la Justicia penal ordinaria -de fines del año pasado-, Nicolás Bustos hizo una denuncia verbal al Arzobispado en 2015; aunque destacó que la Iglesia “no actuó como correspondía” y por eso decidió radicar la denuncia penal.
Los dos monjes están imputados por abuso sexual agravado, aunque están con prisión domiciliaria.
Fuente: Los Andes por Ignacio de la Rosa