En sus andares por Latinoamérica, los sancarlinos Sergio “Chino Salinas y Sebastián Quiroga siguen compartiendo sus experiencias, mediante escritos literarios que nos regalan a la distancia:
IMÁGENES
A un modo sencillo de comenzar pienso que las imágenes son esa cantidad de luz, colores, objetos, animales, personas, astros, tierra, arboles, en sí una simbiosis entrelazada de relieves con diferentes texturas y energías que son percibidas a diario primeramente por nuestras retinas y que luego pasaran a una parte o a la totalidad de nuestro ser para transformar la VIDA misma. Mientras tanto a otras les será inevitable en determinado momento pasar al olvido, no sin antes dejar una infinidad de sensaciones que mecerán el alma como olas pegando contra la costa de nuestros más habidos sentidos y entendimiento. Tal vez por eso y por mucho más elegí una penúltima imagen de Cartagena que se estrelló contra la curiosidad y el calor de una tarde en jueves.
Masificado por el movimiento denso de transeúntes me senté de espaladas a la muralla que divide lo interno de lo externo de esta pintoresca ciudad histórica. Donde se puede percibir con algo de lucidez la marcada diferencia entre locales y visitantes, más, no me quise detener mucho en ello y seguí con la mirada fija sobre el atardecer cayendo hacia el Oeste, un evento natural más que convocante para la muchedumbre. Bajo el relieve de mis pestañas pude percatarme de la sobrada comodidad de algunos como de los intrépidos turistas que guardan a su modo más tecnificado “IMAGENES” en el ocaso de esta semana que seguramente no se repetirá para ninguno de nosotros en la vida y si pasa al menos no será de la misma forma.
Es muy entendible el exuberante despliegue de gentío, porque el sol se tiñe de un rojo intenso, se agranda el triple y como si fuera poco el calor costeño deja pasear con poca ropa, cómoda y quizás elegante en demasía para generar esa atmosfera que amalgama los instantes finitos de estas letras. En esa entretenida admiración de la puesta no pude evitar una vez más los detalles sociales, donde hay pocos como nosotros “viajeros de mochila” que se les da la posibilidad de estar aquí. Primeramente a diferencia de otros que invierten ahorros de todo un año, o simplemente aquellos que desembolsillaron parte de su fortuna por un fin de semana pasajero en esta bien vendida Cartagena. Pero volviendo a lo antes mencionado somos parte de los que se la ingenian para sobreponerse a la ruta con menos de DOS dólares diarios, y más que nada movidos por una osada forma de aventurarse sin importar las apariencias, serpenteando para sobrevivir, conocer y sobretodo hacer sin importar en qué condiciones se esté, solo expuesto al mundo por actitud de los sueños que impulsan a rodar.
A la par de los últimos instantes de la zambullida del sol en el océano, atento a mis alrededores volví a detenerme en otras imágenes, como la de una parejita, cuasi intrépidos viajeros y todopoderosos que se tomaron fotos aprisionando el sol entre sus dedos. A pocos metros encontré a Cesar, un pibe de unos 15 años aproximadamente que rendido por su trabajo de recolector de cartones y plásticos decidió venirse también al periplo de la despedida. Al parecer el esfuerzo le arrebato la lucidez, terminó rezagado boca abajo y dormido mientras otros importunábamos al sol besándose con el horizonte. Será que el destino le robo las zapatillas y su camiseta, dejándolo con pantalones de varios meses y marginado por un sistema cada vez más excluyente e individualista que inclusivo.
Francamente termino haciendo un recuento necesario de fotos que hoy no salieron de mi cámara pero realmente me llevaron a preguntarme porque no las tomé. A los segundos me dije, no todo va por allí, un sinfín de situaciones se van cada día, como arena entre los dedos, como agua hecha sangre y cayendo con el estruendo de una cascada a lo profundo de nuestro río. En sí veo que uno puede redescubrirse y reinventarse desde adentro para seguir dando disparos sobre IMÁGENES sentidas en PRESENTES FLUCTUANTES.
Sin dejar al margen, recuerdo que Cartagena es un destino pensado de muchos, donde pocos tienen en cuenta aquellos que aún rasguñan las rocas que los exilió involuntariamente de su tierra africana para encarcelarlos en estas costas del continente sudamericano. Que afortunadamente más allá de la opresión pudieron teñir de costumbres y resistencia el caribe colombiano. Es así que hay verdades detrás de cada piel que no se deben olvidar como retazos de un Collage que dentro de sus colores más importantes es el “NEGRO”.
En definitiva la imagen esconde la subjetividad, la profunda raíz de una pequeña planta, la compañía inseparable de la vecina corteza de un árbol plantado mañana, el bullicio de una ciudad que expone sus progresistas edificios a costa del silencio de la pobreza. La imagen es lo que construimos con nuestros propios suspiros de ignorancia y certeza, de camino y fragmentos de una realidad que dará vueltas el resto del día por nuestra mente y corazón. Será siempre aquella forma superficial o una musa inspirando contradicciones y sensaciones disparadas en este caso por una simple mirada que nos invita a convivirla y quizás transformarla.
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Cartagena – Colombia
Sergio Salinas y Sebastián Quiroga